Agustín Lara *
Abraham
Gorostieta
1.- Piensa en mí, cuando beses, cuando llores,
también piensa en mí.
A Agustín
Lara le pusieron algunos motes: flaco de oro, músico-poeta o cursi. Así fue
llamado por sus amigos y enemigos. Su origen esta lleno de claroscuros.
Escritores, periodistas e investigadores han dedicado libros, ensayos y
reportajes y aún no se han puesto de acuerdo. La mayoría coincide en que nació
en Tlacotlalpan, Veracruz. Otros dicen que en la calle de Cuervo en el centro
histórico de la Ciudad de México. La fecha, 1897 o 1900. Para situarnos,
podemos decir que Lara nació en pleno apogeo del Porfiriato, época afrancesada,
de dobles discursos, de manías sociales.
Al igual que
la biografía de Lara, la del origen del bolero es luz y sombra. La mayoría de
los investigadores coinciden que el género nació en España, floreció en Cuba y
luego entró a México por los puertos de Campeche y Veracruz. En el libro de
“Amor perdido”, Monsiváis da unas pinceladas de lo que eran las costumbres
sociales del porfiriato, el bolero llegó a encajar muy bien en la forma de
enamorar y seducir a las señoritas de clase. Idealizaba el amor y a sus
protagonistas. Se creaban historias y con ello se homogenizaba a la sociedad,
se le educaba moralmente y de paso, era muy entretenido. De alguna forma, el
bolero fue revolucionario, pues permitía que el pobre amara a la rica.
2.- Arráncame la vida, con el último beso de
amor.
La familia
Lara emigró a la capital en 1906. Agustín, dotado de gran inteligencia, abierto
al mundo, se volvió un autodidacta que aprendía todos los días y que cultivaba
la cultura del esfuerzo propio. Aprendió a tocar el piano y desde muy joven,
todavía un niño, buscó el sustento y lo encontró en los burdeles donde con su
talento amenizaba el ambiente del amor. Sus padres al descubrirlo lo enviaron
al Colegio Militar de donde fue expulsado. En un intento de emancipación
Agustín terminó trabajando en los ferrocarriles de Durango. Dice la leyenda que
ahí conoció al poeta Renato Leduc y que fue él quien lo introdujo al mundo de
la poesía. La vida del músico-poeta cambiaba para siempre pues México entraba
en un proceso político armado. La Revolución había sido declarada y todos formarían
parte de ella. De Agustín se han dicho muchos mitos. Entre otros, que se unió
al movimiento revolucionario, que estuvo bajo las órdenes del general Samuel
Fernández, y que fue herido en ambas piernas y regresó a la capital. Otras
veces se le liga con Pancho Villa, y otras con Madero. También haberse
enamorado a los 13 años de una hermana de Frida Kahlo, y hasta de una estancia
en la cárcel.
El bolero fue
popularizado por los tríos de guitarra que llevaban serenatas o que amenizaban
las reuniones. Luego las grandes orquestas tropicales y orquestas al estilo big
band y, por último, verdaderas orquestas sinfónicas darían forma al
acompañamiento musical del bolero que durante casi treinta años dominó el
espectro musical latinoamericano, valiéndose de los recursos comunicativos de
la época: primero la radio y los programas en vivo, luego los discos de 78
revoluciones por minuto, luego los de 45 y finalmente los de 33, llamados Long
Play o L.P’s, después el cine y finalmente la televisión. El proceso no dejó a
nadie de la región fuera: Cuba y México se convirtieron en las mecas y centros
artísticos, y artistas de toda la región participaron y se destacaron.
3.- Veracruz, rinconcito donde hacen su nido las
olas del mar.
Siempre se
jactó de ser “jarocho” y fue ahí, en Veracruz, dónde está “La Casita Blanca”,
su amado hogar, hoy mitad museo y mitad restaurante donde se hace un
espectacular tamal de cazuela que lleva una mezcla de moles y hoja santa con
carne de puerco. Los biógrafos de Lara dicen que era de buen comer y que
gustaba irse y perderse en los rincones de Veracruz y comerse un pescado en
escabeche, pulpos en su tinta, empanadas de camarón y pescaditos fritos. Que el
chilpachole y el huachinango a la veracruzana eran sus favoritos junto con el
zacahuil, que es un tamal hecho de carne de puerco y envuelto en hoja de
plátano. Que finalizaba con un café típico de la zona junto con unas empanadas
rellenas de guayaba, dulces de coco, dulces de nanche, pan de huevo,
palanquetas de cacahuate, jamoncillo de leche, leche nevada o yemitas de
canela.
4.- Solamente una vez, amé en la vida, solamente
una vez, y nada más.
Agustín Lara
se caso 10 veces. Su segunda esposa fue Angelina Bruschetta, hija del dueño de
un importante cabaret mexicano –el famoso “Salambó”–. Allí pudo darse a conocer
en los ambientes populares más señeros del momento, ahí compartió el escenario
con el famoso tenor Juan Arvizu que quedó encandilado con las aptitudes del
joven pianista, que pasó a componer para él y a grabar sus primeros boleros.
En 1927 ya
estaba trabajando en cabarets, ese año, una corista llamada Estrella lo atacó y
lo marcó con la cicatriz que le cruza el rostro. Se traslada a Puebla por dos
años debido a la Guerra Cristera. Él mismo narró a través de la radio, las
circunstancias en las que conoció al padre Miguel Agustín Pro Juárez: en la
comandancia de policía, presenció su fusilamiento, el cual se ejecutó sin
juicio alguno ni desahogo de pruebas.
Nos cuenta
Carlos Monsiváis que “en 1930 la industria decide que ninguna canción puede
pasar de tres minutos, porque eso es lo que permite el track, y todo lo que ha
sido la canción mexicana se reduce a esa proporción, para que quepa... La
tradición del bolero se reelabora, se comprime. Y la sensibilidad se reorienta
hacia el ama de casa, que es la gran proposición de la radio de los años 30”.
El bolero no tuvo mejor época que ésta.
Lara consigue
tener su propio programa, La Hora de Agustín Lara, en la emisora “La Voz de
América”, más conocida entonces como la XEW en dónde estrena un bolero cada
semana. “Lo que ahora conocemos en México como el ama de casa, en los años 30,
propiamente, no existía. Emilio Azcárraga Vidaurreta, quien va a ser el primer
zar de la radio y después de la televisión, en una entrevista de los años 60
declaraba muy jactancioso: ‘Yo inventé al ama de casa mexicana’. Y, a su modo,
tenía razón”, concluye Monsiváis.
5.- Te quiero, aunque te llamen pervertida.
Así empezó
una frenética carrera hacia la fama. En 1932 realizó su primera gira por el
extranjero; actuó en París, donde su bolero “El farolito” se convirtió en tema
de moda. Fue contratado para trabajar en Hollywood para musicalizar películas
pero no se acostumbró a aquel mundo frívolo y deshumanizado. A pesar de que no
centró su talento en el cine, su prestigio acabó por consolidarse en la
industria del celuloide, gracias a las bandas sonoras que compuso para filmes
como Santa, México Lindo, Carne de Cabaret, Virgen de medianoche, Pervertida,
Noche de ronda, Humo en los ojos, Señora tentación, Cortesana y Aventurera.
Así se hizo
amigo de músicos cubanos como Ernesto Lecuona, Sindo Garay y Bola de Nieve
(Ignacio Villa).
6.- Noche de ronda, qué triste pasas, qué triste
cruzas por mi balcón.
Como todo lo
que fue ese México a partir de 1968 inicia una rápida decadencia que lo
llevaría hasta el final de su vida. Un accidente le causó la fractura de la
pelvis y entró en coma el 3 de noviembre de 1970 por derrame cerebral. Murió
tres días después. “La vida es un suspiro, un suspiro, y ya se lo llevó el
carajo”, le confesó Lara a Ricardo Garibay en 1958. Garibay preparaba un guion
de cine con las confesiones que el músico-poeta le narraba todas las tardes.
El bolero
perdió vigencia al iniciar la década de los 60. Un México quedaba atrás y nunca
volvió.
En una
conversación con José Natividad Rosales para la revista Siempre! se autodefine:
“He amado y he tenido la gloriosa dicha de que me amen. Las mujeres en mi vida
se cuentan por docenas. He dado miles de besos y la esencia de mis manos se ha
gastado en caricias, dejándolas apergaminadas. Tres veces he tenido fortunas
-fortunas, no tonterías- y tres veces las he perdido... Soy un ingrediente
nacional como el epazote o el tequila... Soy ridículamente cursi y me encanta
serlo... Quiero morir católico pero lo más tarde posible” .
7.- Te
vendes, quién pudiera comprarte.
De Agustín
Lara se han escrito muchos mitos. Varias biografías y todas coinciden en que
era un mentiroso. Pavel Granados y Guadalupe Loaeza hicieron una gran trabajo
sobre él y dicen que Lara era “un hombre muy mentiroso, muy buen narrador, se
da cuenta de que sus anécdotas funcionaban mejor si cambiaba algunos aspectos,
en pocas palabras, fue un hombre que se construyó a si mismo”. “Yo no recuerdo
que Agustín Lara haya dicho nunca una verdad. Era un mentiroso profesional”
recuerda en una entrevista, Paco Ignacio Taibo I, escritor y periodista que a
finales de los años 60 fue contratado por Emilio Azcárraga, magnate de los
medios de comunicación mexicanos, deseoso de colaborar con el compositor en
hacer testimonio de sus confesiones para unos programas de televisión, que no
fueron terminados a causa de la muerte de Lara
Bibliografía consultada
Todo lo que usted quería saber sobre Agustín Lara. Por Antonio Alcaraz, Angelina Bruschetta, Alaide Foppa, Ricardo López
Méndez, Carlos Monsivais, Javier Ramos Malzárraga, Ravmundo Ramos Verduguillo y
la musa Yolanda Gasca.
Editorial
Contenido. Grijalbo.
Agustín Lara: El harem ilusorio. Carlos Monsivais.
La hora íntima de Agustín Lara. Alejandro Aura. Mexico, Cal y Arena, 1994.
Agustín Lara. Paco
Ignacio Taibo I, Ediciones Jucar; 1ª edicion (1985)
La música de Agustín Lara en el cine. Paco Ignacio Taibo I. Filmoteca de la UNAM, México, 1984, Filmografía
Nacional 2.
Trovador de Veras: Vida de Agustín Lara. María Teresa Coste. Octubre, 2004
Pedro Vargas: Una vez nada más. Memorias del propio
tenor con
José Ramón Garmabella. (Ediciones de Comunicación, México, 1984)
Todas mis
guerras. María Félix. Clío, México, 1993
El Flaco de Oro.
(1993) Gabriel Abaroa.
Amor perdido, Carlos
Monsiváis. Editorial Era. 1977
Entrevista a
Carlos Monsiváis: “No sólo lo fugitivo permanece y dura”, por Xavier Gómez
http://www.babab.com/no17/monsivais.htm
Vicente
Garrido habla de música latinoamericana. (Entrevista). Félix Contreras. Agulha.
Revista de Cultura, No. 24, Fortaleza, São Paulo, mayo de 2002. 1989: Historia
de la música popular mexicana. Yolanda Moreno Rivas. México. Editorial Alianza.
La historia del bolero latinoamericano. Daniel Terán Solano. (1999) Caracas.
Venezuela analítica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario