miércoles, 9 de enero de 2013

Escritores Carlos Fuentes


Carlos Fuentes *
Por Abraham G. Martínez
 
El historiador Héctor Aguilar Camín –uno de los cercanísimos amigos del escritor-  ha reflexionado sobre la sorpresiva muerte de Carlos Fuentes, pues dice que el escritor “es, la encarnación de una época que se esta yendo con él. El mayor escritor vivo de México y uno de los mayores de la lengua española. El último de éstos grandes intelectuales como ‘al estilo’ de Víctor Hugo que tenían credibilidad para hablar a nombre de una sociedad, para conmoverla, para establecer puntos de referencia de la opinión pública. Ésta es parte de la época que se va con Carlos Fuentes”.
Y la reflexión encaja con la muerte  en menos de dos meses de tres personajes relevantes en el México contemporáneo: Jorge Carpizo, Miguel De la Madrid y Carlos Fuentes. Para la historiografía de la vida en México estos tres nombres serán fundamentales, definen un ciclo.
Carlos Fuentes falleció por una hemorragia intensa, producto de la ruptura de una úlcera, padecimiento que sufren los pacientes con problemas cardiovasculares que ingieren dosis regulares de aspirina, así lo informó el urólogo Arturo Ballesteros, en el hospital Ángeles del Pedregal, a donde fue trasladado el escritor.
 
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John Maxwell Coeetzee –escritor y ensayista, premio Nobel de literatura- dice que “para conocer a un escritor hay que acercarse a sus amigos y a sus críticos”. Quizá el crítico más certero sobre el trabajo de Fuentes ha sido el historiador Enrique Krauze, en un ensayo publicado en la revista Vuelta que dirigía el poeta Octavio Paz, Krauze hace un retrato “rudo” sobre el ya laureado escritor pues argumentaba que “el mal uso que Fuentes hacia de la Historia, sus trampas verbales, la prisa e imprecisión de sus juicios ni la facilidad y autocomplacencia de sus indagaciones” le causaban cierto desconcierto pues el historiador no entendía el modo de abordar la realidad ni justificaba, en suma, la actitud intelectual del escritor.
Krauze intentaba acercarse a la obra de Fuentes y no escatimaba elogio alguno “el escritor ha brillado por méritos propios. Nadie puede negar su talento y su amor por la literatura, en una generación malograda casi toda por el infortunio, la mezquindad, la ambición política o la pereza, el apego profesional de Fuentes sigue siendo ejemplar”. Y a la vez le criticaba al escritor sus posturas estatistas que plasmó en su libro Tiempos Mexicanos; su ambigüedad al abordar el tema de toda su obra: México. Krauze, que es un historiador muy freudiano, encuentra ahí el origen de la obra y el genio de Fuentes y a la vez su talón de Aquiles.
Carlos Fuentes nació en Panamá el 11 de noviembre de 1928. Debido a que su padre fue un diplomático mexicano su infancia transcurrió en distintas ciudades de América: Montevideo, Río de Janeiro, Washington D.C, Santiago de Chile, Quito y Buenos Aires. A partir de los 16 años, luego de cursar la preparatoria en el Centro Universitario México, inició una de sus “facetas” como periodistapara la revista Hoy. Con vocación por las letras, para dedicarse a ellas, su padre le pidió que se titulara como abogado y don Carlos se licenció en la UNAM y como  economista por en el Instituto Altos Estudios Internacionales de Ginebra.
Carlos Fuentes fue un hombre, desde que nació, cosmopolita, por largo tiempo vivió en Estados Unidos y eso lo marcó para siempre. Escribió Krauze que “fue un gringo niño de origen mexicano”. Durante sus vacaciones visitaba México. Cuenta el propio Fuentes en su autobiografía (escrita solamente en inglés) MyselfwhitOthers que “era deprimente confrontar el progreso de un país donde todo funcionaba, todo era nuevo, todo era limpio, con la ineficacia, el retraso y la suciedad de mi propio país”. Contrastado con el norteamericano, el pasado mexicano le parecía sólo una serie de “derrotas aplastantes”. Cuenta Krauze que desde entonces, Fuentes se acostumbró ver a México, no en términos propios sino refractado en la perspectiva norteamericana. “Fuentes descubrió la existencia de su país a los 10 años de edad, con la expropiación petrolera decretada por el presidente Cárdenas en 1938”, nos cuenta el historiador y descubre que fue entonces cuando (Carlos) de pronto entrevió que aquel país inexistente era su identidad, pero que esa identidad se le escapaba.
El ensayo de Krauze fue profundo y rudo, sobre el escritor, su obra, sus posiciones políticas e intelectuales, sobre su visión de México. Fue en el número 139 de la revista Vuelta. A partir de ese momento Carlos Fuentes rompió su amistad con el poeta Octavio Paz (En 1972  Fuentes fue elegido miembro de El Colegio Nacional y fue presentado por el poeta Octavio Paz) y a Enrique Krauze lo calificó con el adjetivo de “cucaracha” que se interpuso entre dos amigos. Dos décadas después, el historiador y el escritor volvieron a tratarse.
 
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El periodista Fernando Benítez fue otro gran amigo de don Carlos. Los días enmascarados es su primer libro de cuentos y fue publicado en 1954. En su quincenal colaboración en el diario Reforma cuenta el escritor que “cuando esta ciudad era más pequeña, Benítez encabezaba una caminata diaria del Sanborn’s de Madero a las oficinas de Novedades en Balderas. Se iba deteniendo a platicar en las librerías y cafés del rumbo, sobre todo en la librería Obregón de la Avenida Juárez, donde dictaminaba sobre los libros y autores nuevos. Yo acababa de publicar, a los veinticinco años, mi primer libro, Los días enmascarados, y Benítez, con displicencia, me dijo: ‘Con un librito de cuentos no se salva nadie’.Y se fue, paseando su elegancia y recomendando a los políticos: ‘¿Por qué no se hace usted sus trajes en Macazaga, como yo?’”.
El periodista Fernando Benítez era además de un talentoso escritor, un gran editor de suplementos culturales en los diarios mexicanos. Es legendario el suplementoMéxico en La Cultura del diario Novedades, suplemento que terminó su vida cuando Benítez insistió en publicar un largo reportaje sobre la recién nacida Revolución Cubana. El periódico se lo reprochó y Benítez, junto con sus huestes (acrecentadas por los jóvenes escritores Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco) renunció y buscó nuevo techo. Carlos Fuentes recuerda que ese espació lo brindo la revista Siempre!: “Nos lo dio el gran jefe José Pagés Llergo, en la fortaleza sitiada de la revista Siempre! Desde allí, Benítez prosiguió una doble tarea. Por una parte, escribió sus libros La ruta de Hernán Cortés y Ki el drama de un pueblo y una planta. Cercanos todos al general Lázaro Cárdenas, Benítez escribió también una biografía en tres tomos, Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana y se propuso viajar a Cuba con el ex-presiente en el momento de la invasión de Bahía de Cochinos, viaje impedido por el Gobierno de Adolfo López Mateos.Visitamos a López Mateos en Los Pinos para respaldar la política mexicana de no-intervención en Cuba. Una semana después, marchamos del Hemiciclo al Zócalo en defensa de Cuba. En Madero, las fuerzas policiales nos cerraron el paso entre San Juan de Letrán y el Zócalo, atacándonos a bastonazos y con gases lacrimógenos. El Secretario de Gobernación era Gustavo Díaz Ordaz. Benítez terminó con las costillas rotas pero no cejó en su determinación de periodista. Poco más tarde, junto con Víctor Flores Olea, documentamos el asesinato del líder agrario Rubén Jaramillo y su familia al pie de la pirámide de Xochicalco. Nuevamente, la presión oficial contra Benítez y el equipo de La cultura en México fue resistido por Pagés Llergo, como lo fue durante las jornadas de octubre de 1968, cuando Benítez y su equipo, nuevamente, denunciaron el crimen de Tlatelolco, atacaron al gobierno de Díaz Ordaz y defendieron a Octavio Paz cuando renunció a la embajada de México en la India”.
Quizá el gran desconcierto de los lectores en cuanto a la apreciación de la obra de Carlos Fuentes surge cuando es publicado el libro Tiempos Mexicanos (1971) y es este libro el que es utilizado por sus críticos para poner en entredicho la obra del escritor. En Tiempos Mexicanos (un acercamiento histórico sobre la vida del México moderno) Fuentes no da espacio a los acontecimientos de los estudiantes en el jueves de Corpus en 1971. Fuentes y Benítez fueron los grandes promotores de Luis Echeverría, Benítez llego a afirmar: “o es Echeverría o es el fascismo”.
Embajador de México en Francia, Fuentes renuncia en 1976 a manera de repudio al conocerse el nombramiento de Gustavo Díaz Ordaz como embajador de México en España. De ahí que sus lectores y críticos se hagan la pregunta: ¿Por qué Fuentes repudia los acontecimientos de Tlatelolco y no los del Halconazo? La pregunta no será contestada pero si hacemos caso a Coeetze, los amigos describen a un escritor.
Carlos Fuentes y Fernando Benítez fueron amigos muy cercanos. Recuerda el escritor que “ser amigo de Benítez era una aventura, a veces procurada por él mismo. La revista Siempre! nos pagaba cada sábado doscientos pesos por colaboración, doscientos pesos en billetes de un peso. Esto provocaba indignación y risa en Benítez. Los doscientos pesos de a peso demandaban ser gastados cuanto antes. Benítez, conduciendo su BMW, arrancaba a 200 kilómetros por hora. Lo perseguía la Policía motorizada. Lo detenían. Fernando tomaba un puñado de billetes y los arrojaba a la calle. Los ‘mordelones’, a su vez, se arrojaban sobre la billetiza olvidando a Benítez. Este arrancaba, exclamando: -¡miserables!- y repetía la provocación hasta que se acababan los billetes.Manejaba a altas velocidades ese BMW que hacía apenas una hora para llegar a Tonantzintla, donde Fernando se encerraba a escribir sus libros en un ambiente conventual donde la única distracción era mirar de noche a las estrellas en el observatorio dirigido por Guillermo Haro. Allí escribí buena parte de La muerte de Artemio Cruz. De vez en cuando, caían visitas -Agustín Yáñez, Pablo González Casanova, Víctor Flores Olea- pero Tonantzintla era centro de trabajo, disciplina y silencio”.
 
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Narra Carlos Fuentes en su autobiografía que para ser escritor en los cincuentas, “uno tenía que estar” con Octavio Paz o con Alfonso Reyes. De niño, Fuentes había retozado literalmente sobre las rodillas de Reyes y a fines de la década de los cuarentas, vivió con él en Cuernavaca.
Padeció la angustia y el dolor pero no estuvo triste una mañana. Esa frase de Ernest Hemingway sirve para describir la peripecia vital de Carlos Fuentes, cuenta el diario español El País. Y es una frase acertada.
Carlos Fuentes sobrevivió a la muerte de sus dos hijos, y esa desgracia sucesiva, que superó con la entereza que compartió con Silvia Lemus, su mujer, se integró con enorme dramatismo en algunos de sus últimos libros; pero su voluntad de hierro, así como su salud, le permitieron superar el impacto de las desapariciones dramáticas de sus hijos Carlos y Natasha.
La disciplina y el amor con la que se entrega a su oficio: escribir era admirada por todos. Se levantaba al amanecer, siempre, pasaba al papel, en blocks enormes, la escritura que le sugirieran las notas del día anterior, y escribía como un forzado en las horas de la madrugada, hasta que se vencía la mañana. Luego iba a caminar (en un tiempo corrió, pero luego no se sintió para esos trotes), y a partir del mediodía ya estaba listo para la vida social. En los últimos años se escondió de casi todo (en Londres, en Nueva York, en México, en sus excursiones por la geografía mundial), pero dejó un resquicio para no olvidarse de la otra parte de su personalidad. Se encontraba con gentes de la política, de la economía, de la literatura; escuchaba como un forzado, quería tomar notas de la peripecia mundial, y el resultado de esa pesquisa eran artículos en los que hoy se puede leer su gradual decepción ante la condición humana.
Se refugiaba en Londres para poder escribir “no se puede escribir en México o Nueva York, siempre hay citas, reuniones, conferencias, todo, no se puede”. Y esta disciplina le rindió frutos, aunque nunca recibió el Nobel de Literatura, fue reconocido entre otros con el Premio Rómulgo Gallegos, el Premio Príncipe de Asturias en 1994,  y el Premio Cervantes en 1987. En 2008 fue declarado ganador del primer Premio Don Quijote de La Mancha, que compartió con el ex presidente de Brasil, LuizInacio Lula da Silva.
Héctor Aguilar Camín ha comentado una de las grandes virtudes de don Carlos, la amistad, “tenía la facultad de hacer amigos, gran conversador y hombre de gran disposición para la amistad, la sobremesa y la conversación. Es un autor que nació maduro como escritor joven y murió joven como escritor viejo con la cabeza y las ganas puestas en su siguiente novela”. En 2008 se le realizó un homenaje nacional con motivo de su cumpleaños número 80, y en el cual participaron los premios Nobel Gabriel García Márquez y Nadine Godimer, los escritores Tomás Eloy Martínez, Juan Goytisolo y Sergio Ramírez; los historiadores David Brading y Friedrich Katz, el magnate Carlos Slim y ex gobernantes de Europa y Latinoamérica, entre otros.
Como lo dice otro de sus amigos, el intelectual Jorge G. Castañeda, “Carlos Fuentes fue la voz de México en el mundo académico e intelectual”. El manuscrito de Aura, al igual que la mayoría de los originales de sus novelas, novelas breves, cuentos cortos, obras teatrales, guiones cinematográficos, escritos, discursos, entrevistas, traducciones, correspondencia, dibujos, documentos, fotografías, casetes de audio, video y cuadernos, se encuentran desde 1995 en la biblioteca de la Universidad de Princeton. Todo el material puede ser consultado por investigadores acreditados, con excepción de la correspondencia entre Carlos Fuentes y Guillermo Cabrera Infante, HélèneCixous, Julio Cortázar, José Donoso, Roberto Fernández Retamar, Gabriel García Márquez, Norman Mailer, Octavio Paz, María Ramírez, Philip Roth y Jean Seberg, la cual podrá abrirse al público a partir del 1º de enero de 2021, o dos años después de la muerte del autor, lo que ocurra primero, por instrucciones de él mismo.
 
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“¿Qué tal se maneja con Internet y las redes sociales?”, le preguntó el reportero de El País a el escritor en una entrevista publicada el mismo día de su muerte. Don Carlos responde: “Yo me quedé en el fax; escribo a mano en una página en blanco con pluma, corrijo en la página de enfrente. Es mi esposa la que me informa de las novedades. Antes decía voy a la Enciclopedia Británica a busca y ahora mi esposa me dice, no, le da a una tecla y aquí está”.
Cuando uno le pregunta a los reporteros que se dedican a escribir sobre “cultura” sobre ¿Qué es lo que más te agrada de Carlos Fuentes? La respuesta es una: siempre te daba una respuesta sensata.
El reportero de El País quiere hablar del aspecto (eternamente) jovial del escritor y le suelta:
-          ¿No cree que a veces al cumplir años uno no se hace más sabio sino más torpe a medida que se afianza en sus viejas convicciones?
-          Depende de quién. (contesta el escritor). Yo soy muy amigo de Jean Daniel, el director del NouvelObservateur. Es un hombre que acaba de cumplir 91 años y es más lúcido que usted y yo juntos. NadineGordimer tiene noventa y tantos. LuiseRainer, la actriz, a quien veo mucho en Londres, tiene 102 años. Y va conmigo a cenas, se pone un gorrito y va feliz de la vida. No hay reglas. El hecho es que cuando se llega a cierta edad, o se es joven o se lo lleva a uno la chingada.
 
Los dos libros que leía Fuentes antes de que lo sorprendiera la muerte fueron Mañana o Pasado, de Jorge Castañeda sobre la actualidad mexicana “un libro muy inteligente, con el que estoy de acuerdo a veces sí y a veces no, pero es una mirada muy inteligente” y el otro es Los Living, de Martín Caparrós. “Muy buen libro de muy buen escritor”.
Cuenta el historiador Aguilar Camín sobre la muerte de los grandes personajes: “Hay una cita que me gusta pero ya no recuerdo de dónde la tome... ‘Los héroes de la antigüedad pedían a los dioses una vida larga o corta pero una muerte rápida’. Fuentes ha tenido una muerte rápida pero una vida plena”.
 
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