Carlos
Fuentes *
Por Abraham G. Martínez
El historiador Héctor Aguilar
Camín –uno de los cercanísimos amigos del escritor- ha reflexionado sobre la sorpresiva muerte de
Carlos Fuentes, pues dice que el escritor “es, la encarnación de una época que
se esta yendo con él. El mayor escritor vivo de México y uno de los mayores de
la lengua española. El último de éstos grandes intelectuales como ‘al estilo’
de Víctor Hugo que tenían credibilidad para hablar a nombre de una sociedad,
para conmoverla, para establecer puntos de referencia de la opinión pública. Ésta
es parte de la época que se va con Carlos Fuentes”.
Y la reflexión encaja con
la muerte en menos de dos meses de tres
personajes relevantes en el México contemporáneo: Jorge Carpizo, Miguel De la Madrid
y Carlos Fuentes. Para la historiografía de la vida en México estos tres
nombres serán fundamentales, definen un ciclo.
Carlos Fuentes falleció
por una hemorragia intensa, producto de la ruptura de una úlcera, padecimiento
que sufren los pacientes con problemas cardiovasculares que ingieren dosis
regulares de aspirina, así lo informó el urólogo Arturo Ballesteros, en el
hospital Ángeles del Pedregal, a donde fue trasladado el escritor.
*****
John Maxwell Coeetzee –escritor y
ensayista, premio Nobel de literatura- dice que “para conocer a un escritor hay
que acercarse a sus amigos y a sus críticos”. Quizá el crítico más certero
sobre el trabajo de Fuentes ha sido el historiador Enrique Krauze, en un ensayo
publicado en la revista Vuelta que
dirigía el poeta Octavio Paz, Krauze hace un retrato “rudo” sobre el ya
laureado escritor pues argumentaba que “el mal uso que Fuentes hacia de la
Historia, sus trampas verbales, la prisa e imprecisión de sus juicios ni la
facilidad y autocomplacencia de sus indagaciones” le causaban cierto
desconcierto pues el historiador no entendía el modo de abordar la realidad ni
justificaba, en suma, la actitud intelectual del escritor.
Krauze intentaba
acercarse a la obra de Fuentes y no escatimaba elogio alguno “el escritor ha
brillado por méritos propios. Nadie puede negar su talento y su amor por la
literatura, en una generación malograda casi toda por el infortunio, la
mezquindad, la ambición política o la pereza, el apego profesional de Fuentes
sigue siendo ejemplar”. Y a la vez le criticaba al escritor sus posturas
estatistas que plasmó en su libro Tiempos
Mexicanos; su ambigüedad al abordar el tema de toda su obra: México.
Krauze, que es un historiador muy freudiano, encuentra ahí el origen de la obra
y el genio de Fuentes y a la vez su talón de Aquiles.
Carlos Fuentes nació en
Panamá el 11 de noviembre de 1928. Debido a que su padre fue un diplomático
mexicano su infancia transcurrió en distintas ciudades de América: Montevideo,
Río de Janeiro, Washington D.C, Santiago de Chile, Quito y Buenos Aires. A
partir de los 16 años, luego de cursar la preparatoria en el Centro
Universitario México, inició una de sus “facetas” como periodistapara la
revista Hoy. Con vocación por las
letras, para dedicarse a ellas, su padre le pidió que se titulara como abogado
y don Carlos se licenció en la UNAM y como
economista por en el Instituto Altos Estudios Internacionales de
Ginebra.
Carlos Fuentes fue un
hombre, desde que nació, cosmopolita, por largo tiempo vivió en Estados Unidos
y eso lo marcó para siempre. Escribió Krauze que “fue un gringo niño de origen
mexicano”. Durante sus vacaciones visitaba México. Cuenta el propio Fuentes en
su autobiografía (escrita solamente en inglés) MyselfwhitOthers que “era deprimente confrontar el progreso de un
país donde todo funcionaba, todo era nuevo, todo era limpio, con la ineficacia,
el retraso y la suciedad de mi propio país”. Contrastado con el norteamericano,
el pasado mexicano le parecía sólo una serie de “derrotas aplastantes”. Cuenta
Krauze que desde entonces, Fuentes se acostumbró ver a México, no en términos
propios sino refractado en la perspectiva norteamericana. “Fuentes descubrió la
existencia de su país a los 10 años de edad, con la expropiación petrolera
decretada por el presidente Cárdenas en 1938”, nos cuenta el historiador y
descubre que fue entonces cuando (Carlos) de pronto entrevió que aquel país
inexistente era su identidad, pero que esa identidad se le escapaba.
El ensayo de Krauze fue profundo
y rudo, sobre el escritor, su obra, sus posiciones políticas e intelectuales,
sobre su visión de México. Fue en el número 139 de la revista Vuelta. A partir de ese momento Carlos
Fuentes rompió su amistad con el poeta Octavio Paz (En 1972 Fuentes fue elegido miembro de El Colegio
Nacional y fue presentado por el poeta Octavio Paz) y a Enrique Krauze lo
calificó con el adjetivo de “cucaracha” que se interpuso entre dos amigos. Dos
décadas después, el historiador y el escritor volvieron a tratarse.
*****
El periodista Fernando Benítez
fue otro gran amigo de don Carlos. Los
días enmascarados es su primer libro de cuentos y fue publicado en 1954. En
su quincenal colaboración en el diario Reforma
cuenta el escritor que “cuando esta ciudad era más pequeña, Benítez encabezaba
una caminata diaria del Sanborn’s de Madero a las oficinas de Novedades en Balderas. Se iba deteniendo
a platicar en las librerías y cafés del rumbo, sobre todo en la librería
Obregón de la Avenida Juárez, donde dictaminaba sobre los libros y autores
nuevos. Yo acababa de publicar, a los veinticinco años, mi primer libro, Los días enmascarados, y Benítez, con
displicencia, me dijo: ‘Con un librito de cuentos no se salva nadie’.Y se fue,
paseando su elegancia y recomendando a los políticos: ‘¿Por qué no se hace
usted sus trajes en Macazaga, como yo?’”.
El periodista Fernando
Benítez era además de un talentoso escritor, un gran editor de suplementos
culturales en los diarios mexicanos. Es legendario el suplementoMéxico en La Cultura del diario Novedades, suplemento que terminó su
vida cuando Benítez insistió en publicar un largo reportaje sobre la recién
nacida Revolución Cubana. El periódico se lo reprochó y Benítez, junto con sus
huestes (acrecentadas por los jóvenes escritores Carlos Monsiváis y José Emilio
Pacheco) renunció y buscó nuevo techo. Carlos Fuentes recuerda que ese espació
lo brindo la revista Siempre!: “Nos
lo dio el gran jefe José Pagés Llergo, en la fortaleza sitiada de la revista Siempre! Desde allí, Benítez prosiguió
una doble tarea. Por una parte, escribió sus libros La ruta de Hernán Cortés y Ki
el drama de un pueblo y una planta. Cercanos todos al general Lázaro
Cárdenas, Benítez escribió también una biografía en tres tomos, Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana
y se propuso viajar a Cuba con el ex-presiente en el momento de la invasión de
Bahía de Cochinos, viaje impedido por el Gobierno de Adolfo López
Mateos.Visitamos a López Mateos en Los Pinos para respaldar la política
mexicana de no-intervención en Cuba. Una semana después, marchamos del
Hemiciclo al Zócalo en defensa de Cuba. En Madero, las fuerzas policiales nos
cerraron el paso entre San Juan de Letrán y el Zócalo, atacándonos a bastonazos
y con gases lacrimógenos. El Secretario de Gobernación era Gustavo Díaz Ordaz.
Benítez terminó con las costillas rotas pero no cejó en su determinación de
periodista. Poco más tarde, junto con Víctor Flores Olea, documentamos el
asesinato del líder agrario Rubén Jaramillo y su familia al pie de la pirámide
de Xochicalco. Nuevamente, la presión oficial contra Benítez y el equipo de La cultura en México fue resistido por
Pagés Llergo, como lo fue durante las jornadas de octubre de 1968, cuando
Benítez y su equipo, nuevamente, denunciaron el crimen de Tlatelolco, atacaron
al gobierno de Díaz Ordaz y defendieron a Octavio Paz cuando renunció a la
embajada de México en la India”.
Quizá el gran
desconcierto de los lectores en cuanto a la apreciación de la obra de Carlos
Fuentes surge cuando es publicado el libro Tiempos
Mexicanos (1971) y es este libro el que es utilizado por sus críticos para
poner en entredicho la obra del escritor. En Tiempos Mexicanos (un acercamiento histórico sobre la vida del
México moderno) Fuentes no da espacio a los acontecimientos de los estudiantes
en el jueves de Corpus en 1971. Fuentes y Benítez fueron los grandes promotores
de Luis Echeverría, Benítez llego a afirmar: “o es Echeverría o es el
fascismo”.
Embajador de México en
Francia, Fuentes renuncia en 1976 a manera de repudio al conocerse el
nombramiento de Gustavo Díaz Ordaz como embajador de México en España. De ahí
que sus lectores y críticos se hagan la pregunta: ¿Por qué Fuentes repudia los
acontecimientos de Tlatelolco y no los del Halconazo? La pregunta no será
contestada pero si hacemos caso a Coeetze, los amigos describen a un escritor.
Carlos Fuentes y Fernando
Benítez fueron amigos muy cercanos. Recuerda el escritor que “ser amigo de
Benítez era una aventura, a veces procurada por él mismo. La revista Siempre! nos pagaba cada sábado
doscientos pesos por colaboración, doscientos pesos en billetes de un peso.
Esto provocaba indignación y risa en Benítez. Los doscientos pesos de a peso
demandaban ser gastados cuanto antes. Benítez, conduciendo su BMW, arrancaba a
200 kilómetros por hora. Lo perseguía la Policía motorizada. Lo detenían.
Fernando tomaba un puñado de billetes y los arrojaba a la calle. Los
‘mordelones’, a su vez, se arrojaban sobre la billetiza olvidando a Benítez.
Este arrancaba, exclamando: -¡miserables!- y repetía la provocación hasta que
se acababan los billetes.Manejaba a altas velocidades ese BMW que hacía apenas
una hora para llegar a Tonantzintla, donde Fernando se encerraba a escribir sus
libros en un ambiente conventual donde la única distracción era mirar de noche
a las estrellas en el observatorio dirigido por Guillermo Haro. Allí escribí
buena parte de La muerte de Artemio Cruz.
De vez en cuando, caían visitas -Agustín Yáñez, Pablo González Casanova, Víctor
Flores Olea- pero Tonantzintla era centro de trabajo, disciplina y silencio”.
*****
Narra Carlos Fuentes en su
autobiografía que para ser escritor en los cincuentas, “uno tenía que estar”
con Octavio Paz o con Alfonso Reyes. De niño, Fuentes había retozado
literalmente sobre las rodillas de Reyes y a fines de la década de los
cuarentas, vivió con él en Cuernavaca.
Padeció la angustia y el
dolor pero no estuvo triste una mañana. Esa frase de Ernest Hemingway sirve
para describir la peripecia vital de Carlos Fuentes, cuenta el diario español El País. Y es una frase acertada.
Carlos Fuentes sobrevivió
a la muerte de sus dos hijos, y esa desgracia sucesiva, que superó con la
entereza que compartió con Silvia Lemus, su mujer, se integró con enorme
dramatismo en algunos de sus últimos libros; pero su voluntad de hierro, así
como su salud, le permitieron superar el impacto de las desapariciones
dramáticas de sus hijos Carlos y Natasha.
La disciplina y el amor
con la que se entrega a su oficio: escribir era admirada por todos. Se
levantaba al amanecer, siempre, pasaba al papel, en blocks enormes, la
escritura que le sugirieran las notas del día anterior, y escribía como un
forzado en las horas de la madrugada, hasta que se vencía la mañana. Luego iba
a caminar (en un tiempo corrió, pero luego no se sintió para esos trotes), y a
partir del mediodía ya estaba listo para la vida social. En los últimos años se
escondió de casi todo (en Londres, en Nueva York, en México, en sus excursiones
por la geografía mundial), pero dejó un resquicio para no olvidarse de la otra
parte de su personalidad. Se encontraba con gentes de la política, de la
economía, de la literatura; escuchaba como un forzado, quería tomar notas de la
peripecia mundial, y el resultado de esa pesquisa eran artículos en los que hoy
se puede leer su gradual decepción ante la condición humana.
Se refugiaba en Londres
para poder escribir “no se puede escribir en México o Nueva York, siempre hay
citas, reuniones, conferencias, todo, no se puede”. Y esta disciplina le rindió
frutos, aunque nunca recibió el Nobel de Literatura, fue reconocido entre otros
con el Premio Rómulgo Gallegos, el Premio Príncipe de Asturias en 1994, y el Premio Cervantes en 1987. En 2008 fue
declarado ganador del primer Premio Don Quijote de La Mancha, que compartió con
el ex presidente de Brasil, LuizInacio Lula da Silva.
Héctor Aguilar Camín ha
comentado una de las grandes virtudes de don Carlos, la amistad, “tenía la
facultad de hacer amigos, gran conversador y hombre de gran disposición para la
amistad, la sobremesa y la conversación. Es un autor que nació maduro como
escritor joven y murió joven como escritor viejo con la cabeza y las ganas
puestas en su siguiente novela”. En 2008 se le realizó un homenaje nacional con
motivo de su cumpleaños número 80, y en el cual participaron los premios Nobel
Gabriel García Márquez y Nadine Godimer, los escritores Tomás Eloy Martínez,
Juan Goytisolo y Sergio Ramírez; los historiadores David Brading y Friedrich
Katz, el magnate Carlos Slim y ex gobernantes de Europa y Latinoamérica, entre
otros.
Como lo dice otro de sus
amigos, el intelectual Jorge G. Castañeda, “Carlos Fuentes fue la voz de México
en el mundo académico e intelectual”. El manuscrito de Aura, al igual que la mayoría de los originales de sus novelas,
novelas breves, cuentos cortos, obras teatrales, guiones cinematográficos,
escritos, discursos, entrevistas, traducciones, correspondencia, dibujos,
documentos, fotografías, casetes de audio, video y cuadernos, se encuentran
desde 1995 en la biblioteca de la Universidad de Princeton. Todo el material
puede ser consultado por investigadores acreditados, con excepción de la
correspondencia entre Carlos Fuentes y Guillermo Cabrera Infante, HélèneCixous,
Julio Cortázar, José Donoso, Roberto Fernández Retamar, Gabriel García Márquez,
Norman Mailer, Octavio Paz, María Ramírez, Philip Roth y Jean Seberg, la cual
podrá abrirse al público a partir del 1º de enero de 2021, o dos años después
de la muerte del autor, lo que ocurra primero, por instrucciones de él mismo.
*****
“¿Qué tal se maneja con Internet
y las redes sociales?”, le preguntó el reportero de El País a el escritor en una entrevista publicada el mismo día de
su muerte. Don Carlos responde: “Yo me quedé en el fax; escribo a mano en una
página en blanco con pluma, corrijo en la página de enfrente. Es mi esposa la
que me informa de las novedades. Antes decía voy a la Enciclopedia Británica a
busca y ahora mi esposa me dice, no, le da a una tecla y aquí está”.
Cuando uno le pregunta a los
reporteros que se dedican a escribir sobre “cultura” sobre ¿Qué es lo que más
te agrada de Carlos Fuentes? La respuesta es una: siempre te daba una respuesta
sensata.
El reportero de El País quiere hablar del aspecto
(eternamente) jovial del escritor y le suelta:
-
¿No
cree que a veces al cumplir años uno no se hace más sabio sino más torpe a
medida que se afianza en sus viejas convicciones?
-
Depende
de quién. (contesta el escritor). Yo soy muy amigo de Jean Daniel, el director
del NouvelObservateur. Es un hombre
que acaba de cumplir 91 años y es más lúcido que usted y yo juntos. NadineGordimer
tiene noventa y tantos. LuiseRainer, la actriz, a quien veo mucho en Londres,
tiene 102 años. Y va conmigo a cenas, se pone un gorrito y va feliz de la vida.
No hay reglas. El hecho es que cuando se llega a cierta edad, o se es joven o
se lo lleva a uno la chingada.
Los dos libros que leía Fuentes
antes de que lo sorprendiera la muerte fueron Mañana o Pasado, de Jorge Castañeda sobre la actualidad mexicana
“un libro muy inteligente, con el que estoy de acuerdo a veces sí y a veces no,
pero es una mirada muy inteligente” y el otro es Los Living, de Martín Caparrós. “Muy buen libro de muy buen
escritor”.
Cuenta el historiador
Aguilar Camín sobre la muerte de los grandes personajes: “Hay una cita que me
gusta pero ya no recuerdo de dónde la tome... ‘Los héroes de la antigüedad pedían a los dioses una
vida larga o corta pero una muerte rápida’. Fuentes ha tenido una muerte rápida
pero una vida plena”.
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