miércoles, 9 de enero de 2013

Periodistas. Froylán López Narvaéz


Froylán López Narváez entre el periodismo y la docencia
Por Abraham Gorostieta

Froylán López Narváez es uno de los periodistas más respetados en México. Su carrera la inició en un suplemento cultural del diario Ovaciones y después en Excélsior cuando era dirigido por el periodista Julio Scherer García y cuando –según dicen algunos- el periódico “de la vida nacional” estaba entre los cinco mejores del mundo. Sus artículo en Proceso en varias ocasiones eran clarificadores y oportunos. Ahora envía un artículo semanal al diario Reforma. Profesor de muchos años, actualmente da clases en la Universidad Nacional Autónoma de México. Don Froylán recibe en su casa a este reportero.
La primera referencia que tuve de don Froylán es la que hace Vicente Leñero en su libro Los periodistas. Leñero cuenta como Froylán dejó sus clases en la Universidad Iberoamericana después de llamar a sus alumnos “burguesitos hijos de papá niños bien clasemedieros, lectores de las páginas de sociales del El Heraldo y admiradores de Jacobo Zabludowsky. Lo peor”.
Director de Tv Producciones Exclésior, Froylán López Narváez hizo uno de los mejores programas televisivos dedicados a difundir el quehacer cultural en México: Diorama de la Cultura se llamaba. Siempre ha sido un gran amigo de Julio Scherer García a quien muchos llaman “el periodista del siglo”. Decidido a mantenerse como simple colaborador de Excélsior nunca quiso pertenecer a la cooperativa de ese diario “para disfrutar plenamente su libertad”. Don Froylán siempre se mantuvo a la distancia de Scherer. Así lo narra Leñero en su libro, en una platica entre don Froylán, Hero Rodríguez (Hijo) y él: “A Julio lo soporto como amigo pero no lo soportaría como jefe –explicó Froylán-. A cada rato andaríamos en pleitos y yo tendría que obedecerlo a fuerzas. En cambio así, nada más como colaborador, hago lo que me da la gana y si él se pone necio lo mando a volar. Tranquilamente lo dejo de ver unas semanas. Hasta que se le pasé y ya.
¿De veras es tan difícil Julio?–pregunté (Vicente Leñero)
Obsesivo- respondió Froylán. Y mira que te lo digo yo que soy su amigo y lo quiero. No hay mucha gente que conozca tan bien a Julián como yo lo conozco. No más pregúntale. Pregúntale cuando nos íbamos al fut a ver al Atlante, o al box.
Le gusta mucho ¿verdad? (Leñero)
Antes iba muy seguido. (Froylán)
Manuel dice que él y Julio le pusieron el apodo al Toluco López –informó Hero hijo-. Lo vieron pelear una noche, cuando todavía era un desconocido, y como el programa decía que era de Toluca le empezaron a gritar: ‘ora Toluco ora Toluco’, y el público igual. Desde esa noche se le quedo el apodo”.
Más de treinta años después don Froylán asiente con un movimiento de su cabeza afirmativo y con una sonrisa en su rostro.

*****

Nació en Charcas San Luis Potosí en 1939. En esa tierra árida y seca donde están las regiones montañosas formadas por las sierras Los Picachos del Mulillo y donde los atardeceres son inolvidables, coloridos y enigmáticos.
Don Froy, como lo llaman sus alumnos de la Preparatoria 6 o de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, se sienta en su sillón y recuerda su infancia. Entre cierra los ojos y musita: “Recuerdo cuando vi a mis padres tocando música. Mi madre, doña Sarita, tocaba el piano y mi padre, don Fernando acompañándola tocando el violín, escena que vi muchas veces” recuerdo mágico y enternecedor cuenta y prosigue: “O la primera comunión, porque yo fui educado con la convicción católica”. También en él está presente cuando llegaron al Distrito Federal por tren en 1948 “recién había acabado la Gran Guerra, llegue a Buena vista”, recuerda y se ríe para sus adentros.
Sobre su padre recuerda con un gran ánimo “Mi padre era un rico de pueblo. Mi abuelo, don Domingo López hizo fortuna como comerciante en las rancherías vendía de todo se armaba dos o tres caravanas y metía de todo y se iba dos o tres o cuatro semanas a lugares de difícil acceso y con eso hizo fortuna, propiedades que heredó a sus hijos pero a mi papá le quedaba chico el pueblo”. Y su padre pronto aprendió el oficio de maestro mecánico y decidió venirse a vivir a la Ciudad de México: “Llegamos aquí a la colonia Portales que era un barrio proletario donde habitaba el clasemediero y no como ahora que esta lleno de intelectuales como Carlos Monsiváis. Mi madre se ocupó de su pasión que éramos sus cuatro hijos y ya cuando sus hijos habíamos salido de casa se dedicó a su otra gran pasión que era el piano. Daba clases de piano a otras casas”.
Don Froylán busca un cigarrillo. Después de prenderlo y dar una honda bocanada recuerda y sonríe. Su mirada está perdida en el tiempo.
Gran lector de clásicos, Froylán sabe textos enteros de memoria. El vicio y amor por los libros lo tuvo desde sus años infantes “empecé a leer antes de entrar a la primaria y el habito y el vicio y la afición a la lectura es desde muy niño. Era el más inquieto del salón en la primaria. Yo estudié en una escuela de monjas en lo que ahora llaman escuela confesional donde habíamos pocos alumnos y donde me la pasaba muy bien. Era muy plácida la estancia y los maestros aceptables”. En una ocasión lo escogieron para que fuera representante de la escuela en las juventudes musicales de México, “esto me permitía el acceso a el Palacio de Bellas Artes y a salas de teatro y conciertos, al ballet, a la ópera”, hace hincapié don Froy.
Ya en la secundaria y en la preparatoria ratifica su comportamiento de “inquieto” y pronto se hace líder del grupo: “Hice muy buenos amigos que actualmente conservo, la prepa fue un derrotero diferente. En vísperas de entrar a la prepa leí mi primer libro de filosofía que era Más allá del bien y del mal de Nietzche. Era un jovencito de 14 años y mis maestros que fueron fundamentales para mi formación como Rafael Ruiz Garrell que daba cursos de literatura universal y de historia de las doctrinas filosóficas. O mi maestra de Lógica Obtilia Bume”.
Estudió en la preparatoria número uno. Ya hablaba francés e inglés así que al llegar a la adolescencia sus lecturas eran más allá de las comunes.
Estudió la carrera de Derecho, nos cuenta, “A los 20 años me casé cuando entre a la facultad de Derecho de la UNAM. Mi primer trabajo fue en una agencia de viajes. Cómo hablaba francés me contrataron pero era como todos los trabajos es decir, mal pagado y sin futuro. Después fui al Banco de Londres –que ahora ya no existe- y al ver que hablaba otros idiomas me dieron trabajo pero estuve como seis meses, no me fue nada grato ese trabajo, no me interesaba y luego entre a trabajar –cuando yo estaba en el tercer año de mi carrera- a la Secretaria de Hacienda en la procuraduría fiscal de la Federación”.
En 1965 lo invitaron a colaborar en Excélsior, llevaba cuatro años colaborando en un suplemento cultural del periódico Ovaciones: Artes, letras y cienciasque dirigía Emmanuel Carballo y Alfredo Leal Cortés. Ahí conoció a buena parte de su generación que se dedicó a la literatura y al arte como Federico Cambpell, Gustavo Sainz, José Emilio Pacheco, Enrique González Casanova y es ahí cuando el destino lo hace periodista.

Froylán, el periodista

¿Por qué decide ser periodista? Pregunto mientras don Froy prende ya su tercer cigarro. Al fondo hay una musiquita suave, el Negro peregrino y su trío me parece: “quisiera ser” la canción que se oye. Y al fin responde: “No, no fue una decisión sino una oferta que empecé a desarrollar aunque era muy joven. Empecé a escribir en Ovaciones a los 21 años. Cuando cumplí los 24 me fui a la mejor tribuna que era Excélsiory me pagaban bien pero no para que me hiciera millonario. Entonces al ver que tenía eficacia Julio Scherer García y Hero Rodríguez Toro ellos dos ayudantes de la dirección de Manuel Becerra Acosta padre pues sobrevino el torbellino, la agitación, las inquietudes y los nexos sobre todo con los intelectuales. Entro a este mundo donde me permite vivencias, información y un modo singular de inmiscuirse en los asuntos públicos”.
Llego a Excélsior siguiendo el consejo del maestro Pablo González Casanova de que “no había que ir a pedir trabajo a ningún lado, sobre todo en las publicaciones, diciendo que uno era periodista o escritor y haber si te contrataban; sino que uno llegaba con su material y decir: ‘yo escribo esto y a ver si le interesa”. Y don Froylan abre sus ojos y afirmando con la mirada asiente, asume este consejo como verdad suprema. Enseguida nos cuenta: “cuando conocí a Julio Scherer García ya tenía yo experiencia. Llegue un martes y Julio me dijo muy atento ‘que no me podía atender en ese momento. Que si no lo iba a ver el sábado. ‘Yo le dije que sí, que como no, pero que le dejaba unos trabajos’. Se los dejé. En ese entonces yo me informaba por el diario El Día, no leía Excélsior pero el viernes vi publicado uno de mis trabajos en ese diario. Estaba leyéndolo cuando me habla por teléfono Julio y me dice ‘oiga licenciado me tome la libertad de publicarle esto, no querría usted venir a platicar’ y por supuesto que fui. Llegando con él me dijo ‘que le parecen tres artículos por semana, el sueldo es tanto, dos cuartillas, escriba lo que quiera’, y así inició una gran amistad”, concluye.
Don Julio Scherer tenía ese magnetismo, ¿Verdad?, le pregunto y sin esperar su respuesta le recuerdo la anécdota de Armando Vargas, reportero de AP y luego de Excélsior. Con la cabeza asiente y recuerda mientras éste reportero habla:
- Armando Vargas cuenta que cuando él trabajaba en la AP (Julio Scherer ya era el director de Excélsior), Scherer García fue a Nueva York a recibir aquel premio periodístico, el Moors Cabot, y lo mandaron a entrevistarlo. Ni madres, dijo Julio, yo no me voy a dejar entrevistar por usted porque yo soy reportero y las entrevistas las hago siempre yo. Yo también soy reportero, dijo Armando, y nunca dejo de cumplir una orden; así que quiera o no quiera lo voy a entrevistar. Pues que no, le decía Julio. Pues que sí, le decía Armando. Y así estaban. Hasta que Julio Scherer pareció ablandarse y le dijo: Bueno, mañana. ¿Mañana a que horas? A tales horas. Y así quedaron. A la mañana siguiente la misma taralata. ¿Empezamos con la entrevista? Increpo Armando. Espérese, le dijo Julio. Usted me ha convencido de que es un buen reportero, y para un buen reportero no hay más periódico en América Latina que Excélsior. ¿Le gustaría trabajar en Excélsior? Primero la entrevista, le dijo Armando. Primero contésteme, le dijo Julio ¿Le gustaría trabajar en Excélsior? Sí me gustaría, pero tengo un contrato con la AP y estoy contento, gano un buen sueldo. Ya dijo que le gustaría, dijo Julio. Pero no puedo, dijo Armando. Yo hablo con sus jefes, de eso no se preocupe, ahora vamos a celebrarlo. No, todavía no acepto, dijo Armando, necesito pensarlo, saber cuanto puedo ganar. De eso ni me pregunte, dijo Julio, pero la semana próxima lo esperamos en Excélsior¿Sí?... Total que Armando Vargas no entrevisto a Julio Scherer García, pero la semana siguiente ya trabajaba en Excélsior sin saber siquiera cuanto le iban a pagar.
Termine la historia. Froylán se mantuvo atento y asintió en todo con una sonrisa dibujada en el rostro: “Así era, así es Julio”.
Vicente Leñero cuenta en su libro de su gran amistad con Julio Scherer, le digo a don Froy que no me deja terminar mi pregunta y contesta: “éramos muy buenos amigos, de trato constante y de conversaciones intensas más no prolongadas. Conocí a su familia a la que estimo mucho; a Susanita, a sus hijos pero no era yo un compañero abundante ni mucho menos. Él me instó hasta con exigencia amistosa que yo entrará a la cooperativa y yo le dije que no. ‘Tú tienes que estar en ella’, me decía, ‘tiene muchas conveniencias todo esto’, pero yo me mantuve al margen. Le dije que no, como soy abogado conozco las consecuencias legales y morales de eso. De suerte que nunca fui cooperativista –y todos querían ser cooperativistas- porque había buenos salarios, buenas prestaciones pero eso me hubiera obligado a otras tareas administrativas que yo no aprecio mucho”, y se inclina sobre su sillón y me dice mirándome a los ojos: “hice muy buena amistad con Julio y con Hero”.

Los periodistas de Vicente Leñero, de Julio Scherer y la prensa.

Yo supe de usted por este libro, le explico y le pregunto, ¿Qué opinión le merece este trabajo? Enciende otro cigarro y me dice: “Es un alarde, por supuesto que con una escritura clara y para mí pasmoso; es la capacidad de retención, de precisión. Yo que estaba ahí y que aparezco en el libro lo que te puedo decir es que es un testimonio verosímil y verídico, puntual que debería ser de lectura para los periodistas”.

¿Y cuál es su opinión de don Julio?, le pregunto. No tarda en responder. “Sin duda es el periodista mexicano del siglo pasado más importante, su pasión profesional y su garra por entender el periodismo como un trabajo autónomo, independiente de todo poder lo hace merecedor de ese reconocimiento. Julio Scherer García es un periodista de altísimos vuelos. Su ánimo de investigación, verosimilitud e inquisición lo hace un maestro del periodismo mexicano”.

¿Cómo era su relación con los otros periodistas como Mejido, Ferreira Gómez Pombo? Uy, muy buena, muy buena. De tratos escasos pero muy buena. Yo iba cotidianamente al periódico y a los dos años y medio me dijo Julio ‘oye se te escapan los asuntos de los martes y los jueves’ me estaba pidiendo que escribiera pero en aquellos tiempos don Ramón García Garamendi escribía de domingo a domingo sus editoriales y para evitar esto Julio me dijo que me inventara un seudónimo y escogí el del escritor que más amo y que más quiero y admiro que es el de Gilbert K. Chesterton entonces en su homenaje me puse Gilberto Kit. Lo más pasmoso era que la gente me preguntaba ‘oye quien es Gilberto Kit’ porque no nos identificaban y no es que yo buscara un estilo diferente de escritura según yo escribía lo mismo pero la gente nunca supo que Gilberto Kit y yo éramos uno. A todos los trate sobre todo en vísperas de la elección de Julio para director general de Excélsior hecho que fue arduo porque se sesionaba en la casa de Julio después del cierre de edición o sea doce, una de la mañana y a veces más tarde y lo común era que nos amaneciéramos. Aunque yo no era cooperativista estuve ahí por amistad y lealtad”.

Don Froy cuenta que conoció a grandes periodistas pero que él se identifica más en el ámbito académico. “Llevo 42 años de profesor porque me identifico más en el campo universitario que con los periodistas, lo disfruto mucho, lo gozo. Entre mis alumnos están René Delgado, Javier Solórzano, Angeles Mastretta, Enrique Strauss que es muy de mi corazón y otros más”.

Oiga don Froy, ya han pasado varios –muchos- años del golpe a Excélsior, en sus palabras ¿Qué fue lo que paso? Pregunto.
Bueno, lo que esta relatado y lo que sabemos. Contesta pronto y continua. “No había ni mucho menos en rigor un cuarto poder pero Julio lo fue logrando lo fue haciendo. Aunque había unos antecedentes de crítica y autonomía como la revista Política, el diario El Día tuvo una importancia relevante, la revista Siempre! pero Julio logra hacer de Excélsior el periódico principal de México y esto crea una reforma muy grande. Julio Scherer y Luis Echeverría y su esposa eran muy amigos y el destino de la dirección de Scherer se cifra cuando –no lo recuerdo bien a bien si Luis Echeverría era presidente electo o ya en funciones-, Julio se entrevisto con Luis Echeverría y cuando llegó Julio le dijo ‘¿Cómo está señor presidente?’ y Luis Echeverría le contesto ‘¡Como estás Julio!, no me digas Señor presidente, somos amigos. No señor Presidente usted ya es el Presidente de México, dijo Julio. Sí pero tu y yo somos amigos podemos tutearnos, le contesta Luis Echeverría. No señor Presidente, usted es el Presidente y su investidura nos conlleva a esta manera protocolaria y respetuosa de tratarnos, responde Julio. No Julio, pero bueno que importa. Fíjate que alegría. Yo soy el presidente y tu director del principal periódico vas a ver que bien nos va a ir, le dice Echeverría. Sí señor presidente, como no, usted hace su trabajo y yo el mío’ y es ahí cuando Julio define la posición de Excélsiory la propia para marcar distancia, lo que después el gobierno de Echeverría con un traidor a la amistad de Julio y de la cooperativa (Regino Díaz Redondo) en contubernio con Echeverría y sus agentes lograron la expulsión ilegítima y moral de la dirección de Scherer”.
Julio fue un gran periodista, me dice don Froy. Muy honrado y eso lo supo transmitir a Excélsior y a Proceso, acota. Y en seguida le cuento lo que escribió Colin Willis reportero del Editor and publisher en 1972 sobre los ‘chayos’ de Carlos Denegri –y creo, única entrevista a Julio Scherer-. Don Froy la recuerda y dice “la que dice que Julio cuando era reportero vendió unos cuadros de su familia para pagarse un avión a Moscú y entrevistar a Nikita–claro que sé de que me hablas, y prosigue-, Willis empieza su nota hablando de Carlos Denegri, no dice su nombre, pero dice que cuando Julio llega a ser director de Excélsior le quitó las columnas que él (Denegri) compraba para hacer sus negocios” y me dice que parte de ese texto esta en el libro de Leñero.
Busco y encuentro el texto. Leñero escribe: Denegri compraba un espacio al periódico, una plana digamos, y ahí escribía su columna, pero a toda la gente que citaba le cobraba a tanto la mención o la línea ágata. (...) hasta que Julio Scherer subió a director y acabó de tajo con la costumbre. “Costumbre exótica endiosada en las tarifas mexicanas, por medio de la cual las publicaciones suelen vender cualquier parte de su espacio redaccional a precios aproximadamente tres veces más caros que los cobrados por publicidad. Es una fuente fértil de ingresos. A principios de este año, Scherer empezó su campaña para eliminar por completo el ‘se vende’ en la primera plana. ‘Pero lo primero que es necesario hacer’, explica, ‘es obtener la aprobación de la cooperativa. Hay muchos socios que temen que perdamos una fuente importante de ingresos’. Para Excélsior, que cobra un promedio de 960 dólares la plana tratándose de anuncios normales, esto significa mucho dinero. Debido a su prestigio sobre quien quiera comprarle espacio. El cintillo, la segunda cabeza en la parte superior de la primera plana, vale unos 8,000 dólares. El texto se vende a 1.61 dólares la línea ágata. Páginas enteras se venden a la vez. ‘Sin embargo’, añade Scherer, ‘ya hemos avanzado algo. Ni la cabeza, ni parte alguna de las planas editoriales continúan a la venta”. Hasta aquí Collin Willis cuya nota en el Editor and publisher destilaba mala fe. Fue casi la misma que publicó la revista mexicana Expansión en mayo de 1972. Con ambiguos elogios a Excélsior ambas disfrazaban su verdadera y doble intención: mostrar primero que pese a la buena fama de Scherer, en Excélsior se continuaba vendiendo espacio redaccional y mostrar segundo que la economía del periódico dependía fundamentalmente de las inserciones publicitarias en general y no de la venta de ejemplares. Después de eso fue el boicot de anunciantes a Excélsior”. Concluye Vicente Leñero.

Saliendo de Proceso

Desde 1976 existe la revista Proceso. Semana tras semana informa el acontecer político y social en México y el mundo. Bajo la dirección de sus fundadores (Scherer, Leñero, Maza) fue una gran revista, grandes momentos de gloria periodística. Al llegar a los 20 años de vida los fundadores decidieron pasar la dirección a un grupo de reporteros forjados en Excélsior y emanados del semanario. En un comunicado fechado el 6 de noviembre de 1996 explican: “El retiro no significa rompimiento. Proceso ha sido desde su nacimiento –para quienes trabajamos aquí- una tarea inacabada e inacabable: una causa. Si hace veinte años vivimos inciertos la aparición de Proceso, hoy nos apartamos convencidos y seguros de un futuro exitoso”. Y dejaron la dirección del semanario más importante del país en un consejo editorial integrado por Rafael Rodríguez Castañeda, Carlos Marín, Froylán López Narváez, Francisco Ortiz Pinchetti, Carlos Puig y Gerardo Galarza. “Es importante dar oportunidad para que sean otras generaciones quienes conduzcan el semanario” explicó Julio Scherer a un grupo de reporteros del semanario.
En un reportaje de Jacinto R. Munguía en el semanario Milenio se da cuenta de esto. Munguía cuenta que después de esa designación y en “esos tres meses que siguieron al retiro de Scherer hubo de todo, menos conciliación, acuerdos, confianza entre los elegidos. (...) Las tensiones entre el sexteto hicieron eco en toda la redacción. Los reporteros, editores, correctores, comenzaron a tomar partido. Hasta los oídos de Scherer llegaron las sugerencias de que algo tenía que hacer. Y lo hizo. En Marzo, sin más explicaciones públicas, el Consejo de Administración removió de sus cargos a Puig, Galarza y a Pinchetti. Al finalizar la reunión donde se acomodaban los mandos, Vicente Leñero salió enfurecido y camino a la puerta de salida, repitiendo públicamente, ¡ganaron, ganaron! Nacía así el Comité de Redacción: Froylán, Marín y Rodríguez Castañeda”.
Aún con la formula del terceto, las distancias no se acortaron y las finanzas de la revista no levantaban. En corto y en público Rafael Rodríguez Castañeda insistía en que se debía nombrar un director y que, por su puesto, él quería ser. Munguía cuenta en su reportaje que nuevamente “el Consejo de Administración movió otra vez las piezas del tablero. Nombró a Carlos Marín como codirector de información, a Castañeda de codirector de edición, y, además, sumó al gerente Sánchez España al Comité de Dirección, en un intento más por equilibrar las fuerzas y soldar las fracturas. (...) A pesar de las constantes llamadas de Scherer a la conciliación por el bien de la revista, no se acabaron las disputas entre ambos”.
Las disputas llegaron al clímax el ocho de marzo de 1999 en una junta del Comité donde Carlos Marín y Rafael Rodríguez estuvieron dispuestos a enredarse a golpes. En la tarde los coordinadores de la revista acordaron convocar a una reunión de trabajo al Consejo de Administración con carácter de urgente al día siguiente. Fue Scherer quien tomó la palabra: “Que bueno que nos citan”. Y se dirigió a Marín y a Rodríguez Castañeda. “no vamos a dejar que se destruyan más. La escena de ayer, se los aseguro, no se volverá a repetir. Solo quiero anunciarles que estamos esperando el informe que pedí a un grupo de auditores y a partir de ahí, se tomarán las decisiones que sean necesarias. Proceso no está como para una división”.
A la semana siguiente se había convocado a una reunión de trabajo donde estaban presentes Julio Scherer, Vicente Leñero, Enrique Maza, Sánchez España, Marín, López Narváez y Rodríguez Castañeda, además de (por primera vez en su historia) un notario y abogados. Scherer recibió el informe de la auditoria realizada a la revista y reprochaba al Comité de Dirección su ineficacia organizativa lo que propiciaba “ausencia de criterios uniformes y malestar entre los miembros de la empresa. (...) por eso hemos decidido que se debe nombrar a un solo director”. Lo que vino después fue una ruptura.
Así lo relata Munguía: “Volvió el silencio y se ausentó la poca calma. Continúo Scherer: ‘Los candidatos naturales a ese cargo, por su trabajo y trayectoria profesional son Rafael Rodríguez Castañeda y Carlos Marín... y a quienes les toca decidir es a la gente de abajo, a los reporteros, a los que hacen la revista, a través de una votación’. Hubo desconcierto. Ese tema no estaba en la agenda del día o por lo menos ni a Marín, ni a Froylán ni a Rodríguez Castañeda ni a Sánchez España los habían convocado a una reunión con ese temario. El primero en responder fue Froylán, quién argumentó a Scherer: ‘Yo siempre te he dicho que eso de nombrar a un director no es conveniente para la revista. Por lo que para mí, es inaceptable tu propuesta. ¿Qué quieres?, Que se resuelva quien dirigirá Proceso a través de una asamblea ¿Ya se te olvido que nosotros somos producto precisamente de una asamblea? No, definitivamente no estoy de acuerdo, por lo que en este momento renuncio’.
”Carlos Marín espero a que Froylán terminara para levantarse también y definir su posición: ‘Yo tenía entendido que esta sería una reunión normal. Donde haríamos una revisión de fallas y aciertos, de los problemas económicos... pero no para definir reglas para nombrar un director. En definitiva no me pienso someter a una votación. Mire, don Julio, mejor nombre usted a Rafael como director. Yo me tengo que tomar unas vacaciones eternas’. Se levantó Marín. ‘Lo lamento. Me tengo que ir. Hay un avión esperándome para ir a Cancún’ y sin más abandonó la sala .
”Entonces, Julio Scherer extendió las manos sobre la mesa y miro a sus lados:
”Y bueno, ¿qué procede?, preguntó don Julio.
”Lo que quieras, Julio. Respondió Vicente Leñero.
”Volteó a ver a Enrique Maza.
”Pues ya. Devolvió Maza.
”A la izquierda de Julio Scherer, Rodríguez Castañeda sólo observaba. Espero. Scherer lo tomó de la pierna: ‘Desde hoy es usted director de Proceso
”Minutos después, Froylán habló de nuevo con Scherer.
”Julio, creo que todo está decidido. Ya no tengo nada que hacer aquí. Le dijo Froylán.
”No, no, no. Froylán, no te puedes ir sin antes darme un abrazo de despedida.
”Claro, por que no. Se volteó Froylán y un fraternal abrazo sello el instante. Camino a la puerta fue estrechando una a una las manos que se estiraban para despedirlo. Alrededor de Rodríguez Castañeda caían felicitaciones. Julio Scherer había anunciado que era él el nuevo director. Rodríguez Castañeda habló: ‘Lamento mucho lo de Carlos Marín y Froylán. Siempre quise ser director de Proceso, pero nunca quise pasar por encima de cadáveres’. Todo estaba dicho”

*****

En la memoria de don Froy esta aquel 23 de marzo de 1999. ¿Por qué renunció a Proceso? Pregunté a Froylán y confirmar la versión de Munguía.
Y pronto responde: “Porque yo dije que cuando Julio Scherer, Vicente Leñero y Enrique Maza nos propusieron que hiciéramos una dirección tripartita yo dije que la aceptaba porque había un transito, nos dijo Vicente Leñero ‘es obvio que nadie puede sustituir a Julio pero ustedes tres sí nos pueden reemplazar’. Rafael Rodríguez Castañeda, Carlos Marín y yo. Entonces yo acepte con la condición de que saliera un director. Por razones que no acabo de discernir Julio y el propio Vicente Leñero –que no tenía la menor simpatía por Rafael Rodríguez Castañeda- se inclinaron, se diría en la jerga política, por Rafael siendo Carlos Marín quien realmente dirigía la parte informativa de la revista y quien antes había puesto al día la revista. Siendo él, por supuesto, el que mayor simpatía despertaba a todos los que trabajábamos ahí”.
Y agrega: “Entonces sobrevinieron ambiciones y disputas. Ortiz Pinchetti la tomó contra Marín, Julio no fue drástico en la toma de decisiones y debió haber expulsado a Pinchetti. Pasamos dos años muy difíciles, por un lado –al igual que las demás publicaciones- en Proceso cayó la venta pero aumento en la publicidad, lo que permitió una estabilidad en la revista pero ellos hicieron una junta diciendo que había un deterioro muy fuerte en la revista, sobretodo en las relaciones internas y que por lo tanto había que convocar a elecciones. Carlos y yo ya sabíamos de esto, es decir, estabamos muy enterados de varios movimientos de la peor estirpe política priísta que Rafael realizaba en contra de nosotros, principalmente para desplazar a Marín. Entonces se hizo una junta extraordinaria con la parafernalia de abogados y notarios y todas esas cosas pero Carlos y yo ya sabíamos que iban a hacer –por supuesto que ellos no sabían que nosotros ya sabíamos- de suerte que no nos sorprendieron.
”Fue en ese momento que yo levante la mano y presentaba mi renuncia con carácter de irrevocable a CISA y a Proceso. Julio Scherer amablemente me dijo ‘No te vayas Froy, no te vayas’ y yo no le conteste. Esa fue mi razón por eso renuncié no sin expresar mi gratitud a Julio y a mis compañeros de Proceso.
Hubo mucha gente que renunció a la revista a la salida de usted y de Carlos Marín. También ese día fue entrevistado por Raymundo Riva Palacio a lo que usted declaró que lo que había pasado en Proceso fue un ‘reginazo’.
“Sí, así lo dije–responde Froylán con su forma tan paciente de hablar-, es que Carlos y yo supimos de toda la trama que se realizó para que fuera designado Rafael Rodríguez, por eso lo dije, porque Proceso fue el fruto de un reginazo y a nosotros nos hicieron lo mismo”.
- ¿Y que piensa del trabajo que se hace en la revista desde que es dirigida por Rodríguez Castañeda?
- A los pocos meses de salir de Proceso deje de leerlo, ya no lo he leído y no lo leeré. Cuando Proceso era dirigido por Julio se hacia investigación, era un medio de denuncia. Ahora parece que se hace un periodismo fiscal.

Un mundo más allá de Proceso

La biblioteca del maestro Froylán es impresionante. Un enorme cuarto, todas las paredes tapizadas de buenos libros. Generosamente iluminada por un tragaluz y un ventanal de vidrios amarillos. “Mis lecturas más abundantes son de filosofía –confiesa don Froy-, como profesor de lógica y de sociología, una buena parte de mi tiempo la dedico a leer a autores de filosofía, de sociología, de antropología. Actualmente estoy releyendo la Historia de México; principalmente leo poesía. Novela y narrativa escasamente, muchos años fui lector de los clásicos novelistas pero ahora leo más filosofía”.
Y es cierto, una de las paredes que esta forrada de libros está dedicada a todas las etapas de la evolución de la filosofía. “Me gustan mucho Platón y Aristóteles, conforme los releo me pasmo y me soslayo, me sorprenden mucho, brinco y me entusiasmo con ellos. Me gusta mucho también Santo Tomás de Aquino. Por otra parte, me gusta el Positivismo Lógico y Freud”. ¿Y como le hizo para tener tantos libros don Froy? Lógico e igual que Monsiváis, en las librerías de viejo, responde.

¿Y cómo se informa don Froy, que escucha, que lee, que ve?
Yo me informo, veo y oigo noticiarios. Por ejemplo, escucho a Pepe Cárdenas, me gusta. También veo a Adela Micha. Seguía a Ciro Gómez Leyva cuando tenía su noticiero en el desaparecido Canal 40. Por las mañanas veo a Carlos Loret de Mola. Leyendo Reforma, El Universal, Milenio, me gusta el suplemento de El país que es magnifico, Letras Libres, la Revista de la Universidad de México.

¿Y qué piensa de la prensa mexicana actualmente?
La prensa mexicana es mala. Comenzando por que es mal escrita. Una prosa periodística muy pobre, no hay amor por las letras. Los reporteros no están enterados de nada. No hay información escrupulosa y documentada.

Don Froy, ¿qué piensa de lo siguientes periodistas?:
Julio Scherer García: Su pasión periodística. Su gusto por escribir. Su sensibilidad para lo que es noticia.
Carlos Marín: Es un periodista muy logrado porque tiene pasión por lo que hace. Conoce el oficio muy bien desde hace un buen rato y es un hombre talentoso. Julio Scherer lo fue a felicitar dos veces por trabajos que Marín realizó cuando estábamos en Proceso.
Miguel Ángel Granados Chapa: Aquí lo que importa es su información. Basta su cuidado en las precisiones, tomas de posición sobre los hechos, que corresponden a sus intereses, que felizmente son sociales. Es un periodista con mucha devoción y escrúpulos.
Manuel Mejido: Reportero de primera, aunque le faltó la densidad literaria y no agotar los intereses que debe tener un periodista que es informar.
Carlos Ramírez: Ha llevado una ruta muy equivoca, dotado para la escritura y el periodismo hasta donde yo sé ha sido sigzageante y no tiene los escrúpulos ni el respeto a los datos firmes que debe tener un reportero.
Ciro Gómez Leyva: Su formación académica es buena. Tiene el don de saber lo que dice, tiene un espíritu inquisitivo, autónomo pero yo le critico mucho que tenga unas obsesiones anti por ejemplo anticastrista.
Joaquín López Dóriga: Ha ido mejorando con el tiempo su propia biografía. Con conocimiento de lo que pasa en el país ha llegado a la conclusión de que vale mucho la autonomía. Es otro Joaquín y sé que si tuviese otras posibilidades y trabajase en otra empresa lograría más de lo que ya ha logrado.
Gastón García Cantú: Tenía mucha conciencia de la política y de la historicidad de los acontecimientos nacionales pero Gastón como tantas otras personas llegan a situaciones y relaciones que los limitan, les inhiben y llegan a contradicciones. Su retorno a Excélsior fue lamentable, él sale con Julio Scherer de Excélsiory él sabía como pasaron las cosas, no sé como se atrevió a regresar a un lugar así y dirigido por un traidor como Regino.
Abel Quezada: Talentoso pero le ocurrió un mal que inhibe la creación: se volvió muy rico.
Rafael Rodríguez Castañeda: No me merece un juicio respetable. No que no tenga conocimiento del oficio pero es un pobre hombre que no es leal, jugó mal su ambición de ser director y para obtenerlo traicionó, mintió, calumnió.
Regino Díaz Redondo: Me demandó a mí, a Canal Once y a Granados Chapa porque según él manchamos su honor. Yo dije que era ambicioso, enfermo y voraz.

¿Qué es el periodismo?

El periodismo es como la piel superficial pero es clave, es apasionante.

*Fotografía tomada por la Asociación de la Radio del Valle de México



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