viernes, 17 de mayo de 2013

Periodistas. Ignacio Rodríguez Reyna

Ignacio Rodríguez Reyna, la historia de un editor.
Por Abraham Gorostieta

Ignacio Rodríguez Reyna es un periodista de amplia trayectoria. Ha sido reportero, editor, corrector de estilo, Jefe de reporteros de investigaciones especiales y director de distintos semanarios. Es un hombre alto, de cabello entrecano y de amplia sonrisa. Generoso en su tiempo y atento. Cuenta que desde niño fue muy inquieto, de adulto lo sigue siendo. En 2006, como moderno Jasón, emprendió una travesía acompañado de jóvenes reporteros y calados editorialistas –sus argonautas- y juntos formaron una revista cuyo nombre es muy llamativo: Emeequis. Jasón tenía un objetivo claro: el vellocino de oro. Ignacio también: Un periodismo dinámico y responsable que sea útil para sus lectores.
Y así como la aventura de los argonautas tuvo éxito, la aventura de Rodríguez Reyna ha ido cosechando éxitos y galardones. Bajo su dirección, Emeequis ha dado muy buenos reportajes. Sin dudarlo, podemos decir que es la revista más premiada en México: Premio nacional de periodismo 2006, Premio nacional de reportaje sobre biodiversidad 2007, Premio Latinoamericano de periodismo 2007, Premio Latinoamericano de periodismo Biodiversidad 2007, Premio nacional de periodismo 2007, Premio nacional de periodismo cultural Fernando Benítez 2007, Premio nacional de periodismo Rostros de la Discriminación 2008, Primer premio Iberoamericano de periodismo joven 2008, Premio Every Human Has Rights 2008, Premio nacional de periodismo 2008, Premio nacional de periodismo Rostros de la Discriminación 2009, Premio nacional de periodismo 2009, Premio nacional de periodismo 2010, Premio nacional de periodismo y Literatura 2011, Premio nacional de periodismo Rostros de la Discriminación 2011, Premio de periodismo Rey de España 2011, Premio Ortega y Gasset de periodismo 2012, Premio Nacional de Periodismo 2012, XI Premio de Periodismo de investigación en Biotecnología, Premio SIP a la excelencia periodística 2014, entre otros.
Ignacio Rodríguez Reyna es un periodista reconocido por su trabajo, así lo dice el escritor y periodista José Martínez “Ignacio es un hombre que ejerce un periodismo ético. Es muy talentoso, periodista comprometido, audaz, buen reportero con dotes de editor”. El doctor Raúl Trejo Delarbre, uno de los investigadores más serios que analiza desde hace varias décadas a los medios de comunicación opina sobre el director de Emeequis: “Conocí a Ignacio Rodríguez Reyna cuando, muy joven él, era uno de los reporteros en el semanario Punto, una modesta pero en su tiempo leída publicación que dirigía Benjamín Wong Castañeda. Más tarde coincidí con él en La Jornada y seguí su trayectoria en El Universal. Desde entonces me llamó la atención su afán de búsqueda, que se traduciría en el empeño para hacer periodismo de investigación. Esa inquietud ocasionó su salida de El Universal y la fundación de emeequis, que se ha distinguido por tratar de ir más allá de las apariencias en la cobertura de asuntos públicos. Como colaborador que fui de Emeequis puedo dar cuenta de su respeto absoluto hacia los textos que le entregaba y él publicaba. Espero que en su nueva etapa la revista mantenga ese afán por la investigación”.
            Un vistazo a los gustos musicales de Ignacio nos acerca a su personalidad: Jorge Drexler, Yo-yo Ma, Astor Piazzolla, Led Zeppelin, Diana Krall, Depeche Mode, The Cure, The Doors, Janis Joplin, Gustavo Cerati, Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute, Celia Cruz y Deep Purple, entre otros, nos dice algo de este ecléctico periodista.

De psicólogo a reportero.

La sonrisa siempre en el rostro. El periodista no deja de dibujarse una amplia sonrisa. Sentado apoya los codos sobre su –ordenado- escritorio. Junta las manos. Cierra por un instante los ojos y recuerda a su padre, Gabino Rodríguez, ciclista olímpico: “Mi padre fue deportista de alto rendimiento. Jugaba en las olimpiadas, era ciclista. Fue campeón centroamericano y panamericano. Participó en las olimpiadas de Londres”, cuenta Ignacio, a la vez cruza los brazos y se echa para atrás recargándose en su sillón. La sonrisa no se borra de su rostro pero es una sonrisita, apenas dibujada, de orgullo.
Le pido un recuerdo de su infancia. Lo piensa unos instantes y pronto agrega:

Una escena, la recuerdo y es en la que yo cantaba junto con mi padre la canción de ‘Cuando calienta el sol aquí en la playa’ en voz de Javier Solís. Mi padre era un hombre muy reservado. Callado. Poco afectivo. Entonces cuando cantábamos esa canción era muy padre, no la sabíamos completita. Es un recuerdo que aprecio mucho.

“Inquieto”, es lo primero que responde cuando se le pregunta cómo era de niño. Sonríe y continúa: “En la primaria, los maestros y director llamaban a mis padres para decirles los estropicios que había hecho”. Voltea a ver al entrevistador, nuevamente sonríe: “En la secundaria, igual, con reportes de travieso –somos así todos ¿no?-. Al mismo tiempo,  con un buen desempeñó académico (suspira), cosa que alivianaba mis travesuras y que no me expulsarán. Porque muchas veces estuve a punto de ser expulsado”.
            De joven dice haber sido un “estudiante estándar”. Ya había pasado la época en las que las travesuras ocuparan su tiempo.  A final de su paso por la preparatoria empezó a interesarse en el periodismo “a querer ser periodista”. Al final, estudió psicología:

Nuestro sistema educativo no da elementos para que decidamos nuestra vocación. Entonces oscilaba entre periodismo y psicología. ¿Qué hacer? Me esperé hasta el último día para inscribirme y así sellar mi destino. Decidí lo que iba a estudiar a través de un volado: águila o sol. Águila: Periodismo. Sol: Psicología. Así lo decidí. No sabía que estudiar y cómo estaban ya cerrando el límite para entregar la solicitud en el CCH Sur –dónde estudié-, pues eché el volado y cayó en Sol. Y me metí a estudiar psicología.

Pero la inquietud por el periodismo estaba latente durante sus estudios como psicólogo: “Era más que una inquietud: una vocación por el periodismo y entonces lo supe y –bueno, me tardé unos años más porque estudié otra cosa- pero al salir de psicología estudié Comunicación Social en la UAM Xochimilco”, dice Ignacio y vuelve a apoyar sus codos sobre el escritorio.

De la vocación a la profesión.

¿Cómo se inicia en el periodismo?
De forma casual. Estaba en unas vacaciones y la verdad no tenía mucho que hacer. No sabía mucho de periodismo. Empecé a trabajar en el periodismo antes de estudiarlo. Lo primero de periodismo que recibí fue en un taller de periodismo cultural con Víctor Roura y ahí me tocó sentarme junto a alguien que se veía que era buenísimo, que sabía mucho –me parecía- y yo, que no sabía nada de periodismo, pues ese “encuentro” me impactó mucho.
Este chavo hablaba muy bien, con conocimiento o por lo menos así me parecía. Al finalizar el taller me le acerco y le digo: oye, yo quiero ser periodista pero no sé nada, recomiéndame unos libros. Y me recomendó dos libros: Manual de periodismo y Géneros periodísticos de Martín Luis Ugalde. Este chavo ya era reportero de Excélsior y por lo tanto ya sabía mucho más que yo.

¿Dónde fue su primer trabajo?
Mi primera chamba fue en una revista que se llamaba Pie de página. Me contrató una persona que conocí en ese taller. Mi trabajo consistía en hacer pequeñas fichas bibliográficas de libros, mi chamba era estar en la oficina con un altero de libros de todo tipo: científicos, literatura, historia, política, técnicos, de lo que fuera y hacer sus fichas. O lo otro, que era una maravilla, y era irme a pararme a las librerías para ver que novedades había. Y ahí iba con una libretita a la mesa de novedades de la librería del Fondo de Cultura Económica que estaba enfrente de Plaza Universidad, ya no existe. Iba la Gandhi o al Sótano y anotaba los títulos y hacía su ficha bibliográfica pues Pie de página era una revista de libros en el que básicamente era poner todas las novedades editoriales. También hacían reportajes, ahí publiqué mi primer texto. Texto que me lo rechazaron como trece veces hasta que salió. Así empecé.

¿Cómo llega a La Jornada?
Uno de los compañeros con los que trabajaba en Pie de página acababa de entrar a La Jornada que aún estaba fundándose. Entonces me comentó: oye, porque no vas y presentas tu examen. Fui y lo hice para reportero de cultura. Yo creo que lo hice bien pero no pude entrar, de hecho, sé que lo hice bien, saque buen puntaje pero había gente que traía recomendación. No entré, pero mi amigo me dice “pues ya ni modo, aunque sea en la mesa de redacción” y ahí empecé como corrector de galeras en La Jornada.
Ahí conocí a Hugo Cheíks, periodista que me parece entrañable. Yo platicaba de ciclismo con don Hugo y él sabía que yo tenía conocimiento sobre el tema por mi padre y, también sabía que yo conocía a ciclistas. Un día, creo que no tenía reporteros, me dice “Oye, quieres ir a cubrir la vuelta del pacífico”, y le digo “Nunca he escrito un reportaje”. Se me quedo mirando y me dijo: “No importa, tú sabes de ciclismo, mira, tienes que hacer esto y esto y éstas son las instrucciones básicas pero no te vamos a dar viáticos y es más, tienes que poner de tu dinero para tu boleto, lo bueno es que el CREA te da dinero para que comas y el alojamiento. Sí quieres, adelante, ahí está la chamba”.
Y dije que sí luego luego y pedí permiso a la mesa de redacción. Cubrí la Vuelta del Pacifico y la verdad es que sabía de ciclismo pero me empecé a dar cuenta de todos los vicios que hay en una cobertura. Por ejemplo, con los compañeros. Íbamos en una camioneta, ellos tomando cerveza y cotorreando y no atendían nada de la carrera y al final, cómo eran los consagrados de la fuente, pues alguien les daba los datos finales y con base en ello escribían. ¡No habían visto nada en la carrera!, y yo como loco a cada minuto llenando y llenando hojas con notas. Así que mi trabajo era distinto porque yo me acercaba a los ciclistas y conversaba con ellos. Hice crónicas, muchas crónicas. La revista del CREA, su director, me dijo que había visto mis crónicas en La Jornada y me pidió que publicara algo para ellos. Eventualmente hice algo en la sección de deportes con don Hugo pero lo hacía en mi día de descanso porque no me dejaban en La Jornada salirme de la mesa de redacción.

Reportero free lance.

El 19 de septiembre de 1985, la Ciudad de México fue devastada por un terremoto que dejó poco más de seis mil muertos, cerca de 1,500 escuelas destruidas, hospitales y edificios en ruinas y numerosos edificios históricos en escombros. El reportero Ignacio Rodríguez Reyna hizo notas y notas sobre el siniestro. A pesar de ello no consiguió la planta de reportero en La Jornada. Emigró entonces a otros medios de menor impacto. El director de Emeequis lo recuerda así:

Era un reportero principiante de un pequeño semanario llamado Punto, al que había llegado buscando una oportunidad para escribir que me había sido negada sistemáticamente en La Jornada, donde me habían bloqueado desde el sindicato porque yo había apoyado a una planilla contraria a la que ganó la primera elección de su sindicato. Gané el concurso para ocupar una plaza de auxiliar en la redacción, lo que me permitiría tratar de ser reportero, pero cuando gané congelaron la plaza en dos ocasiones. La congeló Manuel Meneses, jefe de información, en común acuerdo con la subdirectora de Información, cargo ocupado en ese entonces por Carmen Lira. Todo porque nos identificaban con el grupo de Miguel Ángel Granados Chapa.

Así llego al semanario Punto, cuyo director era el periodista Benjamín Wong. Ahí comenzó a escribir con mucho más frecuencia y comenzó a cubrir las elecciones de 1988. Los candidatos eran Carlos Salinas de Gortari, del poderosísimo PRI y Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del ex presidente Lázaro Cárdenas, quien competía en una coalición de partidos opositores al régimen.
El jefe de campaña de Cuauhtémoc Cárdenas, Francisco Javier Obando se mostraba inquieto, nervioso conforme se acercaba el día de la elección. Ignacio Rodríguez Reyna detectó tan inusual comportamiento y buscó entrevistarse con el Jefe de campaña. La razón del nerviosismo de Francisco Javier Obando era que al recopilar información en sus recorridos –acompañando a su candidato por todo el país- había encontrado demasiadas anomalías y tenía miedo de hacerlas publicas ya que el PRI tenía un férreo control de las instituciones de justicia del país.
Ignacio Rodríguez se entrevisto con Obando en la oficina que éste tenía en la colonia Nápoles, en el centro de la ciudad. En esa entrevista el Jefe de campaña le confesó al reportero su zozobra frente a numerosas amenazas telefónicas. Todas a raíz de las anomalías descubiertas durante la campaña hechas por el candidato del PRI. De eso dejo testimonio ante el reportero y le entrego una serie de documentos inéditos sobre el fraude electoral que se avecinaba. En la entrevista, Obando denuncia a los que lo estaban siguiendo, hablaba sobre el acoso y su miedo de vigilar el proceso electoral, recuerda el periodista: “me expresaba su miedo a que lo mataran; tenía mucho miedo y me lo transmitió. De hecho, responsabilizó a Luis Martínez Villicaña, entonces gobernador de Michoacán, si algo le llegaba a pasar”.
Pronto Ignacio se puso a chambear sobre la reveladora entrevista y sobre los documentos obtenidos. Con el trabajo realizado llego a las oficinas del semanario Punto, el director Benjamín Wong al ver la contundencia del material  y revisar los detalles de la historia, concluyó que era muy arriesgado salir con una publicación así. El reportero defendió su trabajo. El director simplemente giraba su cabeza a ambos lados y archivo el reportaje. La revista Punto, como muchas otras en esa época, no tenía un tiraje significativo, por lo tanto, sus ingresos provenían de la pauta publicitaría, que a su vez, toda la publicidad provenía del Gobierno Federal. Para el propio Ignacio, esa fue la razón: “Yo creo que Wong no quería publicarla porque tenía contratos de publicidad con el gobierno de Michoacán”.
A pocos días de la elección Francisco Javier Obando y su asistente personal fueron secuestrados en la misma oficina donde estuvo el reportero. Varios días después, los dos cuerpos aparecieron sin vida, abandonados. Rodríguez Reyna llevo su historia a La Jornada. Los directores del diario vieron la contundencia del reportaje: “Cuando asesinaron a Francisco Javier Obando, quedé paralizado, me pesó mucho. Y entonces busqué que la publicaran en La Jornada. Granados Chapa vio el texto y se lo llevó a Carlos Payán. Se publicó con una llamada en la primera plana. Eran los días inmediatos a la elección que le robaron a Cuauhtémoc Cárdenas. Pasó más o menos desapercibida, aunque yo me contenté con que se supiera que Obando ya tenía miedo de que lo mataran e identificaba a los posibles asesinos”.
El reportaje no se llevo las ocho columnas, las cuales fueron para el gran titular de ese día: Carlos Salinas de Gortari había resultado ganador por mayoría absoluta. La nota secundaria del diario fue el reportaje de Ignacio, que tuvo un gran impacto y que metió en dificultades al reportero.
La Procuraduría General de la República, en voz de Renato Sales, llamó al reportero para interrogarlo. Durante varias horas la autoridad judicial presionó al reportero para hacerlo declarar sobre una tesis que no era cierta y que se alejaba del asesinato político y que jalaba la investigación hacia un crimen delictivo:
-          Entonces, ¿el Jefe de campaña, dijo que tenía miedo de que fuera el narcotráfico quien lo amenazaba? – preguntaba el funcionario.
-          No. A mí me dijo otra cosa. Sentía que era por su actividad política y que la gente de Carlos Salinas podía ser la autora de las amenazas- afirmo el reportero.
-          Pero recuerda que sostuvo que eran asaltantes los que amenazaban…
-          No, eso no me dijo.
Ignacio Rodríguez Reyna se rehusó a firmar la declaración de su interrogatorio: “Renato Sales (el padre) quería que yo declarara que Obando me había dicho que tenía miedo de los narcos. Por supuesto, me negué. Me quedó claro que era un asesinato político”. La Procuraduría no lo volvió a molestar por el caso. Quince años han pasado y la Procuraduría no ha dado con los responsables de los homicidios.

¿Cómo permanece en usted el caso de Francisco Javier Obando?, le preguntamos a Ignacio Rodríguez.
Me pesa hoy, como entonces. Lo asesinaron porque quería cambiar al país. Eso no se me olvida.

Sobre el periodismo.

Denos una definición del oficio de periodista.
El oficio de periodista es de una persona enamorada de su profesión. Comprometida con la realidad que lo rodea, con el país, con la sociedad, con la localidad. Yo si creo que somos un elemento, un interlocutor entre la sociedad y el gobierno. Tenemos una tarea importante que cumplir. El periodista es una gente que vibra, que se emociona y que esta comprometida con la realidad del país. Es una persona con un compromiso personal y con un compromiso social.

¿Cómo se hace un semanario?
Pues son apuestas que uno hace. Ante tanta información hay una desinformación. La saturación de la información cotidiana impide reflexionar, tener una opinión crítica. Impide pensar. La labor de un semanario es tratar de rebasar la superficie y hacer apuestas sin discriminar temas o qué tema es el que estamos trabajando nosotros, es decir, no competir con los diarios.
Competir con los diarios implica subirse a coberturas de información que esta sumamente manejada y que los enfoques no van a ser distintos a los demás y yo creo que lo que tiene que ser un semanario es buscar en el mar de información, temas, preocupaciones de fenómenos que están ocurriendo en la calle, que no son manejados por los diarios y darles una visión, una profundidad, darles un enfoque fresco, una presentación atractiva, una escritura impecable y, por supuesto, sin despegar un ojo de la coyuntura y lo que esta ocurriendo en la vida nacional. Ir mucho más allá de lo que sacan los diarios, esa es una premisa básica de un semanario. Estar por encima de los diarios.

¿Cuáles son los vicios periodísticos en un semanario?
Seguimos haciendo un periodismo viejo para un México viejo. Un periodismo para un México viejo implica enfoques muy ortodoxos, muy aburridos, sumamente solemnes. También implica una relación desigual con los lectores, una relación unidireccional, es decir, que los periodistas se sientan por encima de los lectores y ellos son los que determinan que se lee, que se informa y los lectores solamente están colocados como un elemento pasivo.
En un país distinto como ahora es México, más democrático, más activo, moderno, no puede tolerar una relación así, tan desigual, tan sumisa, subordinada. Ahora se hace un periodismo para el poder, la mayor parte de lectores de los diarios son políticos, empresarios, grupos que están en el gobierno o grupos económicos y se ha dejado de lado al lector común y por eso la lectura de los medios cae, cae, cae porque nuestros medios no están hechos para los ciudadanos ni para la sociedad sino para los grupos de poder que pueden ser 30 o 50 mil pero somos 110 millones de mexicanos.
Entonces, ¿qué lee toda esa gente que se siente excluida por los propios medios? Mucha gente lee tvnotas, 700 mil y, yo antes de criticarlos o satanizarlos me preguntaría: ¿qué les da tvnotas que no le damos nosotros? ¿por qué a ellos si los leen y a nosotros –que somos medios más serios- no? ¿en dónde esta la falla? ¿es por que las revistas light cuestan menos? No, igual la gente se gasta sus quince, veinte, veinticinco pesos semanales, que para gente que no tiene dinero, es un gasto fuerte. Mucha gente dice que el país tiene un nivel educativo con muchos rezagos, analfabetas. Pues sí pero hay 700 mil personas leyendo tvnotas o sea si leen.
Lo que yo creo es que tipo de información les estamos dando que no les es atractiva. Por eso te decía lo de la relación desequilibrada. A parte de que les damos cosas viejas, aburridas, con temas que nos les importan, todavía queremos que gasten su dinero. ¡Puta! ¿Por qué van a gastar su dinero si no les damos nada a cambio? Nada que les resulte interesante. Nada que tenga que ver con sus preocupaciones inmediatas. Nada que ellos sientan que les ayude a tener una visión sensata de lo que ocurre en el país.
Ese un vicio, seguir haciendo periodismo para pequeños grupos y no entender que, sí hay futuro para los medios de comunicación impresos, y creo que hay que recuperar lo que en un principio debemos ser: un interlocutor de los ciudadanos ante los grupos de poder.
Otro vicio es el acartonamiento de los medios. Somos muy aburridos. ¡Cómo si el mundo fuera aburrido! Yo creo que es al contrario. Si algo tenemos como país es la capacidad para reír, somos divertidos y eso no se refleja en los medios porque creemos que si somos divertidos ya no “somos” ni “hacemos” periodismo serio.

¿Y eso se enseña en las escuelas de comunicación? ¿qué piensa de los egresados de la carrera de comunicación?
Uy, para empezar no leen. Pueden hablar dos o más idiomas pero no los utilizan. El trabajo de reportar debe hacerse lo más exhaustivo posible, textos equilibrados. No elaborar un texto para golpear a nadie. Se tienen que reportar los hechos como son, sin consigna de golpear o favorecer. Los egresados tienen que esforzarse en ser profesionales, que sean tenaces, que consigan datos, que busquen, que investiguen la información. En un esquema ideal, creo que se hace muy buen periodismo. Con recursos se pueden hacer grandes cosas, sino no.
En México, diarios sólidos, fuertes como El Reforma, Grupo Milenio, El Universal, no tienen disculpa. Tienen recursos para investigar, para capacitar a sus reporteros, para exigirles que investiguen. De nuevo, que la agenda no la marquen los políticos sino que seamos nosotros los que retomemos los temas, las cosas que importan, las que ocurren.

El Financiero, Reforma, Milenio, Larevista

De la revista Punto sale molesto porque su trabajo no era valorado: “Llegó un momento en que estaba harto de Punto, cuyo director se especializaba en humillar y aplastar a los reporteros. Me llegó a decir que ‘mejor me dedicara a vender Biblias’ porque yo no servía para el periodismo. Era muy mezquino”. Y pronto se enroló en las filas de diario El Financiero: “Así que busqué cómo salir. No hallé otra vía más que irme como corrector de planas a El Financiero. Hice mi examen y quedé. De hecho, cosa que pocos saben, yo estuve en El Financiero como cuatro años trabajando en los talleres, revisando las planas, en una jornada que normalmente terminaba a las tres o cuatro de la mañana. Era extenuante y muy duro”.
            En ese diario conoce a un periodista, Carlos Ramírez quien se desempeñaba como jefe de redacción: “me acerqué a Carlos Ramírez, y le pedí chance de pasarme. La única opción era que hiciera dos tareas: que en la mañana reporteara en fuentes no muy importantes para el periódico (educación, por ejemplo) y que luego de eso llegara a la redacción para que tomara por teléfono los adelantos y las notas de los reporteros. Luego de eso, ya tenía que escribir mis notas y en muchas ocasiones quedarme a la guardia de noche”.
Y así estuvo cerca de un año, que fue cuando le quitaron la guardia y pudo dedicarse a reportear.
Fue corresponsal del periódico El Financiero cuando era dirigido por don Rogelio Cárdenas. En Los Ángeles, California, Ignacio Rodríguez Reyna estudió una maestría en periodismo investigativo en la University of Southern California. Ahí aprendió a investigar un dato y seguirle la pista. Era lo que bastaba, una pista y después de semanas de trabajo ya se contaba con un perfil completo sobre un personaje, el periodista lo recuerda así: “Debo decir que tengo un agradecimiento especial para Carlos Ramírez porque me mantuvo el sueldo mientras estudiaba, para lo cual fungí como corresponsal del diario en Los Angeles. Mis dos hijos eran muy chicos y no hubiese podido ir sin el apoyo económico del diario” y agrega sobre sus estudios: “en la University of Southem California, me inscribí en muchas materias que tenían que ver con periodismo de investigación. El mundo se me abrió cuando vi lo que los periodistas de allá eran capaces de hacer con metodología, rigor, profesionalismo, etc. Me involucré mucho con eso. Durante varios años fui a seminarios y la reunión anual de IRE (InvestigativeReporters and Editors), en donde era posible escuchar a Premios Pulitzer y ver cómo se habían hecho trabajos increíbles”.
Al terminar su maestría regresa a México y de inmediato forma un equipo de investigaciones especiales en el diario El Financiero:

Yo me dije que quería hacer algo así cuando regresara. A mi regreso a El Financiero, presenté un proyecto para crear una unidad de reportajes especiales a partir de la experiencia y el conocimiento que adquirí allá. Me dijeron que sí, pero que no había dinero ara contratar a gente, así que los compañeros que no eran queridos en alguna sección u otros que andaban medio sueltos, se incorporaron al equipo. Disfruté mucho esa experiencia. Demostramos qué se podían hacer reportajes increíbles, hicimos muchos y eso nos dio una solidez a un periódico que, además, pasaba por uno de sus mejores momentos. Realmente disfruté mucho, aunque no dejaba de haber resistencias de periodistas que cuando yo iba en primaria ya eran reporteros y ahora no veían con agrado que alguien mucho más joven fuera su jefe. Fue una etapa increíble. Muy enriquecedora profesionalmente. Creo que duré un par de años al frente de la unidad hasta que me fui a Reforma.

Al poco tiempo de su llegada a la ciudad (1994) Ignacio y el equipo que lideraba se ganaba las ocho columnas del diario. En las páginas de ese diario se destaparon, por ejemplo, por primera vez los vínculos del Presidente y su familia con algunos capos del narcotráfico mexicano, en especial con los jefes de los cárteles del Golfo y de Ciudad Juárez. Bajó su dirección, apareció en las páginas del rotativo un artículo titulado, “el señor de los cielos”, el cual presentaba ante la sociedad a un señor llamado Amado Carrillo y que era el jefe del Cártel de Juárez. Aparecía la foto, la historia del personaje y sus vínculos con el poder, lo revelaban así documentos entregados por la DEA.
La unidad de investigación del diario rastreó las propiedades de familiares y allegados, colaboradores del presidente Salinas de Gortari. Ahí también desfilaron las impactantes confesiones de la ex pareja sentimental de Raúl Salinas, la cual mandaba documentos y datos precisos a las oficinas del diario. Y ahí también se documentó la historia del señor “Mister ten Per cent” como se conocía a Raúl Salinas y que se ganó el mote gracias a que pedía un 10 por ciento de ganancias a cualquier cosa en la que él participaba o “gestionaba” mediante su hermano.
            En el diario El Financiero, Ignacio estuvo al frente de ese equipo poco más de dos años. Del entonces dueño y director del diario, Rogelio Cárdenas, el periodista recuerda:

Creo que era un gran director y una gran persona. Personalmente, le llegué a tomar mucho afecto. Era sensible. Hoy puedo entender la gran responsabilidad y las enormes presiones que sufría de parte del gobierno de Salinas de Gortari. Era muy complicado verlo frecuentemente, pero a veces me recibía y me invitaba un cigarrito en su oficina. Me quedó una gratísima impresión de él. Cuando me fui a despedir de él porque e iba a Reforma, se portó como un caballero, me deseó mucha suerte, me habló con mucho afecto y me dijo que seguramente nos encontraríamos más adelante. Por desgracia, ya no fue posible. El día que me enteré que murió me dolió mucho, a pesar de que yo era un simple reportero y él era el director.

Su paso por el diario Reforma dio grandes reportajes.
De ahí pasa a fundar un semanario que a la postre se convertiría en uno de los medios periodísticos más sólidos y fuertes del país: Milenio. Claro, primero fue un semanario y entrando el año 2000 creció y se hizo un diario. En el diario los responsables eran los periodistas Federico Arreola, Raymundo Riva Palacio y Carlos Marin. En el semanario estaba Ignacio Rodríguez Reyna. Bajo su dirección el semanario se consolido y en un tiempo le hizo frente –en lo periodístico- a la revista proceso. Pero las pugnas internas en el grupo editorial fracturaron el proyecto e Ignacio Rodríguez Reyna salió del grupo. En su lugar quedaría Raymundo Riva Palacio al frente de la revista Milenio

Mi salida de Milenio tuvo que ver con una apuesta personal. Estaba como director en jefe de la revista y, para mí, era importante consolidarla, había sido tan importante que sirvió para el nacimiento del diario. En la empresa no se consideró así y se puso toda la energía al diario y se descuidó la revista. Paso a un segundo, tercer, cuarto plano de recursos de gente, de atención, de importancia y la verdad no me importaba estar en una revista en la que nadie le echaba ganas y que estaba destinada a la muerte. Decidí ya no formar parte de ese grupo.

De Milenio llega a El Universal, haría lo mismo que  en El Financiero, Reforma y Milenio. Periodismo de investigación. El dueño del diario, Juan Francisco Ealy Ortiz, le propone hacer una revista que se insertaría en el diario cada semana. El proyecto llevaría por nombre Larevista y el cual duro poco más de dos años estando Ignacio Rodríguez Reyna al frente de la publicación. En el número uno de Larevista arrancaba con tres portadas distintas y en el editorial, escrito por Ignacio se lee:

Somos diferentes a los demás… Somos plurales y no nos casamos con nadie… En éstas páginas encontrarás apuestas al mayoreo: por la originalidad, por la innovación, por la ciencia, por la calidad plástica y periodística de las fotos, por la cultura, por el desenfado, por un humor del siglo XXI, por las crónicas que buscan el equilibrio perfecto entre literatura y periodismo, por la frivolidad, por la moda, por los textos críticos sobre quienes ejercen el poder en todos los niveles, por el diseño… Así que buscamos los ojos distintos de los mexicanos que están convencidos de que la conducción de este país es una tarea de todos y de que todos podemos y debemos intervenir en la discusión pública sobre lo que nos afecta como nación.

Y el propósito empeñado desde el número uno, el periodista Ignacio Rodríguez trato de cumplirlo a fidelidad. En el número 81 (de 129 números que tuvo como vida ésta revista) Ignacio Rodríguez Reyna dejo de ser el director. Nuevamente, diferencias de criterios periodísticos entre el director del semanario y el dueño del diario.
En el libro, Los Watergates latinoamericanos, escrito por los periodistas Fernando Cárdenas y Jorge González narran que Juan Francisco Ealy Ortiz, uno de los representantes de más calibre dentro del comité de liderazgo de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y dueño de El Universal no estaba del todo de acuerdo con los trabajos que venía realizando y publicando Ignacio y su equipo. Así lo escriben:

El equipo de Rodríguez Reyna –en concreto Rodolfo Montes y Daniel Lizárraga- tenían listos dos informes que salpicaban el aspecto bonachón del presidente Vicente Fox, pero que no pudieron ser publicados por órdenes superiores. La medida se mofaba de los códigos establecidos  por este medio escrito: “El Universal y sus periodistas mantienen su absoluta independencia editorial respecto a intereses económicos, políticos, religiosos y de cualquier otro orden, para estar libre de obligaciones y presiones que obstruyan su misión periodística”.
El primero de los reportajes, que iba a ser publicado el domingo 10 de julio de 2005, revelaba los permisos de apuestas y salas de sorteo entregados a dedo por el ex secretario de Gobernación, Santiago Creel, que privilegiaban al empresario Olegario Vázquez Raña, hombre de la cuerda de la esposa del presidente, Martha Sahagún. El segundo, que nunca apareció en la página 14 de la edición del 1º de agosto, prometía una revisión exhaustiva de los “expedientes oficiales muertos”, que investigaban unos negocios paralelos y privados del mandatario durante su periodo presidencial”. 

Al venir la orden superior de no publicar los textos, Ignacio Rodríguez Reyna renuncia al diario y con él cerca de treinta colaboradores entre reporteros, diseñadores y colaboradores. Así lo recuerda el propio Ignacio:

Mi salida de larevista fue algo congruente, consecuente. Pocas veces uno tiene en la vida la toma de decisiones que lo comprometan más con uno mismo. Fue eso. Todos los días tomamos decisiones en lo personal y en lo profesional pero uno debe ser fiel a uno mismo. Pocas veces lo tenemos a nivel profesional. En mi caso estaba encargado de la dirección de larevista y, como pocas veces, me pareció que ya no podía ejercer el periodismo como lo había hecho o tratado de hacerlo y sería una traición a mi y una traición a los lectores y esto puede sonar muy desmesurado pero también sería una traición a este país y este país ya cambió.

Y subraya:

A veces los propietarios, y no creo que tanto los propietarios, sino los altos directivos de éstos medios no entienden que este país ya cambió. Que ya no se valen las mismas reglas de antes con el poder. Ya no se vale hacer negocios al amparo del poder o con el poder buscar canonjías. Los dueños y altos directivos de los medios de comunicación no han entendido que somos parte ahora sí de un proyecto de nación. Para lograr eso se necesitan medios pero que estén comprometidos con los ciudadanos y con los lectores no con el poder.

Se le pregunta al periodista si él cree que: su salida de larevista se pudo haber visto, bajo la óptica de que el dueño del El Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz quería entrar en los medios de comunicación electrónicos y que por lo tanto no querían que tocaran a la pareja presidencial, después de su salida El Universal hace trabajos informativos para Canal 40…
Sí, yo creo que había varios intereses de negocios o proyectos empresariales –contesta Rodríguez Reyna-. Él consideró que el trabajo que hacíamos en su revista podían afectar esos “negocios”. Los reportajes que íbamos a publicar: lo de el fideicomiso de Fox, las concesiones de centros de apuestas a Vázquez Raña, los trabajos de Anabel Hernández, el extracto de su libro La pareja presidencial, pues, él consideró que lo iban a perjudicar. Entonces pensó que estos trabajos iban a hacer ruido en sus negociaciones y que eso le daba menor margen de maniobra en sus proyectos que él mismo ha dicho sobre su interés en estar en medios de comunicación audiovisual como estaciones de radio y televisión. Yo creo que lo mal aconsejaron Tengo que decirte que tengo la impresión personal, subjetiva, de que él hizo esfuerzos los últimos años para modernizar el periódico y larevista era parte de este esfuerzo por superar esta vieja relación con el poder pero tiene mucha gente a su alrededor que tiene una visión muy vieja y que le han de haber dicho, “no, no, no jefe, ya no nos conviene tener larevista, tenemos otros proyectos importantes y negocios y éstos nos los pueden entorpecer”, pero se equivocaron estos consejeros pues ningunos de los negocios que se tenían en mente se han logrado; estas aspiraciones empresariales que se habían dicho ni una ha salido. Yo les diría a estos consejeros pues “te equivocaste, no era por ahí, esa no era la ruta”. Yo creo que se pueden hacer negocios legítimamente y que El Universal tiene todo el derecho de ser un concesionario de la radio, pero con reglas claras sobre la mesa, es decir, El Universal siendo un medio de comunicación importante, con la plataforma, el dinero y la gente sería lógico que buscara concesiones de radio y televisión pero por encima dela mesa. Es decir, ser un concesionario que impusiera un modelo de empresario de la comunicación.

Emeequis

Al salir de El Universal y de la dirección de larevista, ésta quedo en manos del periodista Raymundo Riva Palacio quien la dirigió hasta el número 129, cuando el semanario dejó de publicarse.
La treintena de trabajadores que se solidarizaron con Ignacio Rodríguez se aventuraron a formar una publicación independiente y entre todos buscaron accionistas para solventar al nuevo semanario que llevaría en nombre de Emeequis. Así el primer número de esta nueva empresa vio la luz el y en su primer número se lee un editorial bajo el título ¿Quiénes somos?:

Somos un equipo consolidado, joven, profesional, curtido en lo individual en medios nacionales e internacionales, como La Jornada, Proceso, Milenio, Reforma, TIME , Radio Fórmula, WRadio, Dpa y CNI Canal 40, entre otros. En enero de 2004, convocados por Ignacio Rodríguez Reyna desarrollamos el proyecto de larevista de El Universal , cuyo primer número salió a la venta semanas más tarde, en marzo.
Durante año y medio trabajamos bajo criterios de calidad e independencia, hasta que, a fines de julio de 2005, directivos del más alto nivel de esa compañía editorial decidieron intervenir y darle un giro de 180 grados al contenido del semanario: ordenaron no publicar material que incluso ya se encontraba impreso, listo para su distribución. Durante agosto y principios de septiembre la presidencia del citado diario impidió la pulicación de tres trabajos de portada. Los temas objeto de censura estaban relacionados con la Presidencia de la República y con empresarios cercanos a Marta Sahagún, como Olegario Vázquez Raña.
…Ante la imposibilidad de seguir haciendo periodismo en larevista, la mayor parte de los editores, reporteros, columnistas, diseñadores y fotógrafos decidimos renunciar.
…A fines de septiembre de 2005 nos reagrupamos con la idea de crear espacios informativos que respondieran exclusivamente al interés público, y no a intereses comerciales, políticos o de cualquier otra índole. Así emprendimos la nada fácil tarea de fundar una empresa multimedia que rompiera con las limitaciones que impone el depender de un solo dueño.
…Con el respaldo de más de 30 mexicanos destacados en distintos ámbitos de la sociedad exhortamos a la ciudadanía a creer en este proyecto y la convocamos a invertir y ser parte activa en la construcción de medios nuevos, diferentes.

Y más adelante explican las razones para fundar este proyecto periodístico:

¿Por qué un nuevo proyecto?
Porque hace más de dos décadas que no hay una iniciativa que involucre a la gente en la construcción de un medio de comunicación.
Porque las circunstancias extremas orillan --en el peor de los casos-- o estimulan --en el mejor-- a la búsqueda de opciones. Así ocurrió con Proceso y con La Jornada. Y las razones que forzaron el nacimiento de esas dos publicaciones aún prevalecen.
Porque mientras los ciudadanos hemos aprendido a organizarnos y a hacernos escuchar, mientras hemos impulsado las transformaciones políticas, sociales y culturales, en gran parte de los medios de comunicación aún existen condiciones que no corresponden con el nuevo país en que se ha convertido México: en la mayoría los cambios siguen siendo producto de voluntades individuales, intereses turbios y circunstancias temporales.
Porque los medios de comunicación suelen ser considerados por sus dueños como una herramienta para conseguir ventajas y canonjías de gobiernos y de grupos económicos diversos.
Porque los gobiernos, independientemente de qué nivel sean o de que partido provengan, creen que todos los medios pueden ser susceptibles de coacción y/o seducción.
Porque muchas veces a los medios colocan por delante la agenda de los partidos políticos, en demérito de asuntos vinculados directamente con el interés de la gente.
Porque hoy los medios contribuyen a formar generaciones de mexicanos que detestan la política, y por ende no les importa informarse, debatir, críticar y actuar.
Porque la sociedad merece medios de comunicación que de verdad contribuyan a que este país sea menos desigual, más incluyente y más tolerante.
Porque creemos en la libertad de expresión.
Porque se requiere de un periodismo atractivo, fresco, que vea la realidad con ojos distintos, que no excluya a los ciudadanos comunes y corrientes, sino los involucre. ? Porque es preciso derrumbar el mito de que es imposible que los ciudadanos organizados emprendan tareas complejas y exitosas.

El semanario fundado por Rodríguez Reyna acumula numerosos premios debido a su calidad periodística y van en la edición 298 y contando.

¿Qué le ofrece al lector tu semanario?
El reto es aportar que la gente recupere el gusto por leer. Que la gente se interese por su país. Que los que estudian medicina, historia, sociología, las amas de casa, comerciantes, obreros, se interesen por su realidad. Ese es nuestro desafío. Si logramos hacerlo, aunque sea un poco, estamos satisfechos. Hacer que la gente vuelva a sentirse como un ciudadano. Hacerle ver que los ciudadanos que somos los jefes de los políticos, que las personas retomen la conciencia de que son ciudadanos. Cómo ciudadano tiene que estar interesado en los asuntos públicos, tiene que saber que los gobernantes son empleados de nosotros, que los ciudadanos tenemos que empezar a articular nuestra ciudadanía, que tenemos que reformarnos como ciudadanos, reivindicarnos como ciudadanos y entonces si exigir rendiciones de cuentas. Para quienes están en el poder entiendan que no somos un voto más. Que somos una sociedad que poco a poco se puede ir organizando para empezar a construir cambios.

¿Emeequis es un semanario nacional? Es decir, no que su cobertura sea nacional, sino que sus temas que barca se ocupen de todos los rincones del país. Uno compra semanarios y al cabo de un año, puedes hacer una revisión de ésos 52 números y te das cuenta que información sobre estados no aparecen e historias hay en todo el país pero no son registradas…
En los medios  de comunicación impresa tenemos esa vocación, somos muy centristas. El reto de Emeequis es no ser así, cambiar. Me interesa lo que pasa en los estados. Tenemos otro vicio como periodismo y es que creemos de que de aquí, Distrito Federal, sale todo, se genera todo. Cuando estuve en Milenio y en Larevista busque mucho el registro de fenómenos sociales. Casi ningún semanario pone casos sociales en la portada. Nosotros sí. Estamos asumiendo temas nacionales que no son muy frecuentes. Emeequis trata de ser fiel a su idea, a su identidad. Puedes checar la revista, no hay personajes –casi no- en nuestras portadas.
Las portadas de Emeequis son temas que crucen el país, temas sociales: discriminación, nuestros muertos, el campo, etc. Cada semanario tiene una visión, un enfoque, en esto, no se vale canibalizar, que es una cosa que hacemos, no se vale ser mezquinos, cada uno tiene una apuesta, cada uno tiene su papel y hay espacio para todos, hay millones de gente que no lee, entonces yo no voy a ir a montarme sobre tal o cual semanario y a descalificarlos, tengo diferencias profesionales, discrepancias de cómo hacen su trabajo pero son discrepancias profesionales.
Emeequis es fiel a lo que ha buscado: darle un giro distinto y una identidad muy propia a lo que hacemos. Hacer periodismo de investigación, no superficial. Buscar las historias que hay detrás de ciertas noticias. No hacer periodismo epidérmico.

Cómo director y editor ¿qué le pide a sus reporteros?
Varias cosas. Excelencia. Que siempre imaginen como lo vamos a hacer distinto, atractivo, como vamos a enriquecer un tema con nuestros medios periodísticos. Calidad en el lenguaje, en la estructura, en la forma de ver las cosas, en los ángulos.

¿Qué es lo que nunca vamos a ver en Emeequis?
Portadas pagadas. Nunca las vas a ver. Materiales disfrazados. No los vas a ver. Textos que tengan como propósito favorecer o golpear a alguien. No los vas a ver. No vas a ver que sea un proyecto sectario. No vas a ver que deje de ser un proyecto plural, crítico, Y, espero, que no vean textos de mala calidad.

Me da su opinión sobre el trabajo profesional de Raymundo Riva Palacio como director de Larevista –lo que duró-.
No me gustó.

De Federico Arreola
Fue el artífice de un grupo editorial que no existía. Es muy talentoso. Un hombre muy polémico –y en lo personal- yo no hubiera tomado muchas decisiones que él tomo cuando era director de Milenio diario.

Francisco González
Empresario de medios con una virtud: siendo un hombre con muchos recursos y con un grupo empresarial muy sólido, -hablo por lo que yo lo conocí-, tenía respeto por las decisiones editoriales de sus subordinados, no es sencillo que suceda eso.

Roberto Rock
Jajajaja. Quieres que me madree con todos cabrón. Pues él tiene muchos años en El Universal.

Rafael Rodríguez Castañeda
Hay una relación personal, lo respeto y aprecio mucho el respeto que tiene él hacia mi trabajo aunque podamos tener visiones distintas.
Creo que los que deberían tener una opinión sobre los trabajos de cada uno son los lectores. Es sano que uno tenga diferencias profesionales, en el país deberíamos ser más tolerantes ante la diversidad de opiniones. Como personas son tan respetables como puedo serlo yo. Todos hacen su esfuerzo y tienen su visión y creo que a mi no me corresponde juzgar su trabajo.

Juan Francisco Ealy Ortiz.

Nooo, no, jajajaja, no jajajaja, me salto esta pregunta.

*Fotografías tomadas de fotos.mexico.lainformacion.com









Periodistas. Elvira García



Las Miradas de Elvira
Por Abraham Gorostieta

Elvira García es una periodista harto conocida por ser una entrevistadora nata; con una larga trayectoria –que abarca cuatro décadas- ha visto la transformación del país y de los medios. La primera impresión que se tiene al conocer a María Elvira García Espinosa de los Monteros –su nombre completo-, con su vestir distinguido y esmerado es de una mujer que se toma el tiempo para escoger cada prenda que lleva puesta. Al hablar con ella reafirmamos esta impresión de que la periodista es una persona meticulosa: Elvira escoge cada palabra, así como una artesana del tejido escoge el tono preciso para un bordado. De alguna forma eso es Elvira García: una moderna Penélope que va tejiendo historias, bordando palabras. Eligiendo verbos, calificativos, predicados.
Su voz es amable, pero de vez en vez habla muy quedito. Mirando a la nada, como para sus adentros. Su platicar es pausado. Tez morena, mujer jovial. Se dice que los ojos son el alma del hombre, no lo sé. Así, sentado frente a ella, se le puede observar detenidamente. Me fijo en sus labios: delgados y más bien pequeños, nariz delgada y ese brillo en sus ojos al hablar sobre su trabajo y el periodismo. De repente cambia algo en sus ojos, miran hacia adentro: habla de su padre, el cronista Melesio Melitón García:

“Mi padre fue un autodidacta. Lo admiré mucho. Siendo joven, tuve muchos conflictos con él. Un hombre de carácter fuerte –que le heredé- y a los catorce años empecé con los encontrones y choques. Siempre lo respeté. A los dieciocho años me independizó por la relación difícil con él. Con el tiempo, está experiencia me permite valorarlo. Entender que sacó una familia adelante. Que fue un hombre que se esforzó mucho por salir adelante y que tenía una frase que nos transmitía: ‘no quiero que ustedes pertenezcan al reino de los ganapanes’, es decir, que sólo vas a un trabajo a ganarte el pan y ya. Mi padre fue un buen hombre que tuvo 10 hijos y que sacó una familia adelante. Que curso hasta quinto año de primaria y que provenía de una familia de campesinos. Ya más adulto tomó distintos cursos y aprendizajes. Que se hizo sólo. Tuvo avidez por la lectura, aprendió a leer, buscaba todo tipo de libros”.

Su padre tuvo muchos oficios, entre ellos fue periodista. Estudió periodismo en la Universidad Obrera cuando Vicente Lombardo Toledano estaba al frente de la Institución. Elvira enfatiza: “nunca perteneció a algún diario sin embargo trabajó en Excélsior, Novedades y El Día. Con el tiempo se hizo el cronista del pueblo de Contreras. Lo admiro mucho”. La periodista recuerda y se pierde un instante en su mirada, junta las manos, las aprieta y dice: “Mi padre me introdujo a la lectura, sí, pero más que a la lectura y a los libros me abrió el mundo del periodismo”.
De mirada más bien fija y quieta, la de Elvira García se detiene cuando habla de su vida, sus palabras siguen saliendo en tono pausado como quien camina sobre un paisaje con un lago de aguas pasivas. Esa tranquilidad debe venirle de la disciplina oriental –Yoga- que practica todas las mañanas. Cuando habla de su infancia dice que la palabra niñez le remite a otra palabra: juego. Tiene siete hermanas y dos hermanos. Ríe cuando habla de sus hermanas, la mirada es juguetona, los recuerdos vívidos. La familia de su madre estaba posicionada económicamente en Contreras, cuenta Elvira. En sus labios se dibuja una leve sonrisita y expresa:

“Mi madre amaba los libros. La admiro. Teniendo tantos hijos y tantas responsabilidades nos dio mucho amor y mucha paciencia. Nos dejaba jugar. Jugar es muy importante porque a partir de ahí creas mundos. Tenía una veta musical, mi abuelo tocaba la mandolina y mi tío compuso el vals del monte azul. Ella cantaba. Yo no le herede eso –confiesa y ríe-, ni en la regadera. Bailaba muy bien cosa que sí le herede”.

Nace el 25 de enero de 1952, en la Ciudad de México: “nací en un pueblo que se llama Contreras. Fui y vine varias veces a ese lugar y ahora vivo ahí. Es un lugar que me encanta. Puedo trabajar, hay silencio”. Estudió danza clásica en la UNAM: “nunca fui bailarina, pero estudié más tiempo danza que periodismo, incluso ya casada y con hijos”, cuenta Elvira y agrega:

“Era joven y quería ser bailarina y mi padre me aconsejó que estudiará otra cosa aparte, me dijo que eso de querer ser bailarina estaba bien pero seguramente los bailarines se mueren de hambre –también los periodistas- . Pero tenía razón, la vida profesional de los bailarines es relativamente corta. Estudié danza por mí misma, por capricho o por querer cumplirme un deseo. Fue gratificante. Me dio una conciencia de mi espacio, de mi físico y de mi cuerpo.”


Inicios.

En 1971 publicó su primera entrevista y desde 1973 ha colaborado en distintos diarios como Excélsior, Unomásuno, La Jornada, El Financiero, La Crónica de Hoy y El Universal, así como en distintas revistas, entre ellas: Revista de Revistas, Geografía Universal, Proceso, Tierra Adentro, Zócalo y Este País. A partir de 1979 y hasta el 2009 fue directora y entrevistadora de cinco series radiofónicas para Radio UNAM. Durante cuatro décadas de ejercer el periodismo, ha conversado con grandes artistas nacionales y sus entrevistas son un referente fundamental de la cultura mexicana. Por ejemplo, durante su estancia laboral en Radio UNAM  entrevistó cerca de 300 personalidades, entre pintores, fotógrafos, literatos, bailarines, etcétera, todos nacidos entre las décadas de los 20, 30, 40 y del siglo XIX. Memorables entrevistas a Alí Chumacero, Rufino Tamayo, Carlos Mérida, Elías Nandino, Héctor García, Cordelia Urueta, Blas Galindo, Luis Herrera De la Fuente y un largo etcétera. Éste trabajo se puede encontrar en la Fonoteca Nacional, en un acervo llamado: Elvira García.
            Inició su trayectoria periodística en la revista La Familia, una revista para amas de casa. Hacía notas sobre tejidos en punto de cruz y sobre manteles. Pronto se aburrió: “Entre a trabajar en la revista La Familia. Lucy Trejo –a la cuál todavía veo- era la directora. Ella me dio la oportunidad de trabajar ahí. A Lucy le tengo gran cariño y con la cuál me siento responsable, la veo, la cuido. Ahora Lucy tiene 83 años y me parece que si algo tiene valioso el ser humano es el agradecimiento. Yo le agradezco a Lucy Trejo”. Y en seguida recrea la redacción de la revista:

“Veía a las señoritas que trabajan ahí: desde que entraban a trabajar sólo esperaban a que dieran las tres de la tarde y mientras esperaban se ponían unas chanclitas, cómodas para trabajar y hacer el diagrama, el diseño. Antes de las tres, se arreglaban, se pintaban, se cambiaban de ropa y se iban con el novio. Entonces a mi me llamaba mucho la atención que para ir al trabajo estabas en chanclas y para salir a dar la vuelta te arreglaras. Me daba la impresión que para ellas el trabajo no era importante”.

La revista La Familia versaba sobre labores domésticas como bordados, tejidos, tips de cómo servir bien la mesa, “una revista muy, muy convencional pero bien hecha, bonita” dice Elvira García y agrega: “una revista que fue dirigida –en algún tiempo, antes de mi ingresó-, por Cristina Pacheco, ahí empezó ella”. En esa revista la periodista García empezó a ganar sus primeros salarios y empezó a entender que ese no era su lugar: “no me sentía en ese mundo, no estaba a gusto y no es que viniera de un gran mundo deslumbrante pero no me reconocía en La Familia”.
Aún no concluía sus estudios en la Septién pero enfrente de las oficinas de La Familia estaban las oficinas de otra revista: Sucesos para todos. Su director y dueño era Gustavo Alatriste. Elvira lo recuerda así:

Sucesos para todos estaba enfrente de las oficinas de La Familia y me llamaba mucho la atención que Sucesos era la contraparte. Era actividad pura. Ir y venir, ir y venir, estaba llena de hombres –todos muy guapos, por cierto-. Entonces yo los veía pasar a su oficina desde mi ventana. Todo era movimiento mientras yo estaba en la mía donde todo era tranquilidad. Yo no soy tranquila. Entonces me arme de valor y fui y a pedir trabajo. Dije que estaba estudiando periodismo, que quería trabajar, que trabaja en la revista de enfrente, que quería una oportunidad. Hablé con el director, Gustavo Alatriste –que era un hombre muy imponente- y bueno me atreví. Creo que mi personalidad arrojada es lo que me ha abierto muchas puertas. Soy atrevida. Voy y pido la entrevista que nadie hace. Así empecé a trabajar en Sucesos. Me dieron el trabajo y deje La Familia”.

Elvira García respira. En el yoga es muy importante la respiración. No es espontánea sino voluntaria, lo que obliga a controlar el ritmo respiratorio. De alguna forma imperceptible hay una tranquilidad en su mirada, en su hablar. Han brotado varias preguntas sobre sus inicios. Amable, la periodista cuenta una anécdota sobre Sucesos para todos:

“Salgo de la Septién muy chavita y no sabía hacer nada. Nada, nada, nada, no sabía ni poner una hoja en una máquina de escribir pero era muy atrevida y obcecada. Quiero algo y lo consigo –y su mirada se endurece-. No sabía hacer nada pero yo creo que le pareció simpática mi actitud al director y que me vendí diciendo que lo sabía hacer todo. Entre como secretaría-asistente y, la-que-pasaba-en-limpio-las-notas. Es lo que hacía yo y sin saber escribir en máquina. Me preguntaron: ¿Sabes escribir? Sí. ¿Sabes redactar? Sí. ¿Sabes hacer notas? Sí. Según yo, sabía hacer todo. Pero fui atrevida y, eso me forzó a aprender hacer todo pues había dicho una gran mentira”.

El periodista Miguel Ángel Granados Chapa escribió sobre Elvira García y dijo que “tiene el don de la palabra” y que es una periodista “especializada en entrevistas, que ofreció su trabajo a las redacciones donde su tarea fuera apreciada”. Así llegó a la redacción de Revista de Revistas dirigida entonces por el joven escritor Vicente Leñero. Al mismo tiempo trabajó en las oficinas de prensa de la UNAM: “Ahí hice boletines, reportajes universitarios, fue una gran experiencia y me di cuenta que me encantaba mi trabajo”, cuenta la periodista y abunda sobre el gozoso estilo periodístico que es tener siempre curiosidad y no parar de hacer preguntas: “Me encanta entrevistar, me gusta investigar. Platicar con la gente. En la UNAM buscaba más allá de la nota que tenía que cubrir. Entonces hacia mis notas y me quedaba más tiempo, platicando con investigadores, académicos, tratando de saber quiénes eran”.

Dejando testimonio: los libros.

La labor del periodista llega a complementarse y completarse cuando su trabajo –por riguroso y bien realizado- se transmuta en forma de libros. Elvira García ha visto el fruto de su trabajo materializado en varios libros. Buscó y conoció a ese personaje que hizo de la fantasía un juego lúdico y que hizo maravillosas canciones infantiles: Francisco Gabilondo Soler. Pronto se impuso la tarea de biografiar al músico y escribió: De lunas garapiñadas. Poco tiempo después junto las entrevistas que había realizado a distintos cartonistas mexicanos, hizo otras, las trabajó y publicó el libro La caricatura en trazos, entrevistas con diez cartonistas políticos.
Durante mucho tiempo buscó a la poetiza Pita Amor que se negó una y otra vez a concederle una entrevista a la periodista, es más le advirtió: “ni por todo el oro del mundo me vas a sacar una palabra” y no hubo oro ni nada que convenció a la poetiza. No importó. La periodista se dio a la tarea de entrevistar a las personas cercanas a Pita y así construir una biografía que llamó Redonda soledad, la vida de Guadalupe Amor. Y poco tiempo después apareció el libro Cuando los grandes eran chicos, que son las memorias de la infancia de cincuenta artistas mexicanos.
El año pasado apareció Ellas tecleando su historia. Conversaciones con mujeres periodistas de tres generaciones. Son 14 reporteras retratadas: Ana Lilia Pérez, Lilia Saúl Rodríguez, Beatriz Pereyra, Marcela Turati, Anabel Hernández, Dolia Estévez, Adriana Malvido, Alicia Salgado, Blanche Petrich, Sara Lovera, Ximena Ortúzar, Anne Marie Mergier, Dolores Cordero, Stela Calloni y una más: Elvira García que es entrevistada por el periodista Miguel Ángel Granados Chapa quien prologa el libro.
Es un libro que es un retrato de un lado del periodismo al que se le pone poca atención: las reporteras, sus historias de vida. En el libro las periodistas entrevistadas por Elvira platican los conflictos y sinsabores que han sorteado, que han tenido al desempeñarse como reporteras. En las distintas entrevistas el lector se entera, por ejemplo, que Carmen Lira expulsó de La Jornada a los accionistas fieles a Carlos Payán. Que al consejo editorial de Proceso no le interesaba cubrir el plebiscito que finalmente terminó con el régimen de Pinochet. Que el periodista Carlos Marín no quería publicar la información del toallagate foxista, pues argumentaba que no era nota. Que Ana Lilia Pérez le dio a Andrés Manuel López Obrador los documentos que probaban los negocios de Juan Camilo Mouriño en Pemex y que por los cuales más tarde ella empezó a recibir amenazas de muerte.
En una entrevista que Elvira concedió a Eve Gil le dijo respecto a su último libro: “El hilo conductor de estas entrevistas es mi admiración hacia ellas, hacia su trabajo y sus personas. Me dicen que no es común que entre periodistas se admiren, no había pensando en ello, pero siento mucha satisfacción de ser periodista, tengo mi miedo bajo control y no tengo problema en reconocer a otras colegas que han venido tecleando e investigando por años”. Elvira esta orgullosa de su trabajo. No es para menos.

Qué buen libro es este Elvira, que envidia caray, desde hace rato las periodistas se han mostrado más sagaces que sus pares masculinos ¿no le parece? 
Mira, el libro es un asunto personal con el periodismo y las mujeres periodistas que están ahí. Es verdad, los libros más audaces y arriesgados de los últimos años han sido escritos por mujeres. Dice Marcela Turati, que “la mujer periodista tiene que llegar a extremos para ser respetada. Ellas optan por explorar las entretelas de las decisiones políticas que repercuten en hechos sangrientos como los que vivimos actualmente. Son las que se introducen en las consecuencias de tales decisiones. Generalmente nadie nos lo pide, pero nos empeñamos en demostrar qué tan capaces somos.”

Oiga, hay ausencias, ¿no cree?
Hay ausencias, seguramente.

¿A poco se le negaron algunas reporteras? por ejemplo, no está Carmen Lira, directora de La Jornada.
Sí se negó. Carmen se negó a la entrevista, no quiso ser entrevistada. A ella no le gusta ser entrevistada. Hay declaraciones de ella en La Jornada cuando son los aniversarios del diario pero ella no da entrevistas. La busque cuatro veces y me mando a decir que no quería ser entrevistada y es grave, porque aunque no es la primera mujer enfrente de un medio si es la única que está ahora enfrente de un diario y de los más importantes en México, sí, cuestionado pero un diario importante que ha descubierto muchas cosas.

Tengo la impresión que –desde antes- pero en 2000 las mujeres periodistas hacen un trabajo más destacado que sus pares masculinos, son más combativas, hacen un periodismo más revelador. Pienso que es una manera de reafirmar el género dentro del medio que ha sido muy masculino. ¿Cómo lo ve usted?
Sí, es cierto. En mi libro lo digo. En los años setenta las mujeres se abrieron paso en el periodismo. Uno de los periódicos que más le dieron cabida a la mujer fue El Día. Si tu revisas en la hemeroteca ese diario –no ahora, que prácticamente ya no existe- verás que fue un gran periódico y de ahí salieron muchas periodistas, por ejemplo: Carmen Lira, Sara Lovera, María Luisa La China Mendoza. Mujeres pioneras del periodismo en temas de género, internacionales. Mujeres muy preparadas. Cuando yo empecé en esto no había mujeres en el periodismo, contadas, algunas. Sucesos para todos no tenía reporteras. Y las que estaban eran las novias de los reporteros. Luego a mediados de los setenta, toda una generación de la Septién García entramos en los diarios. Pero aclaro, no tengo esa pasión por el feminismo, no ha sido mi intención en mi trabajo hacer periodismo de género. Aunque hice trabajos en los años setenta sobre la virginidad, la libertad sexual, el derecho a decidir, la píldora anticonceptiva. Era mi tiempo, mi contexto. Pero no soy activista del feminismo per sé.
En mi último libro hablo sobre 14 mujeres periodistas. La dignidad que tienen. La valentía que tienen. El talento, su trabajo que han venido haciendo desde hace tantos años. Son tres generaciones de periodistas. La más joven tiene 33 años. Algunas han sido maestras de las más jóvenes, no sólo en las aulas sino en la experiencia, en las redacciones. Por ejemplo: Dolores Cordero ha formado a Sara Lovera, a Adriana Malvido.
Te decía, en los años setenta las mujeres empezamos a preguntarnos: ¿por qué las noticias sólo tienen que ver con hombres?. Las mujeres sólo éramos noticia pues si te llamabas Elizabeth Taylor o si habías sido asesinada. Las mujeres no opinaban y si estaban no hablaban. El hombre era generador de la noticia y él mismo que la cubría. Esta apertura de que las mujeres somos noticia y podemos cubrir noticias lo hacen las periodistas de los setenta, Sara por ejemplo y antes que ella La china Mendoza. Para hacer un libro puntual pues deberíamos de pensar en por lo menos cien entrevistas.

¿Cómo fue la selección de sus entrevistadas? Tengo entendido que la periodista Sanjuana Martínez se negó o que quiso censurarla.
Sí. Sanjuana no se negó a la entrevista. Fue una de las periodistas que más trabajo me costó convencerla a que me diera una entrevista, es decir, que sus tiempos y los míos coincidieran. Ella vive en Monterrey. Finalmente la entreviste en una ocasión en la que ella vino a presentar uno de sus libros, al final de su presentación. Tuvimos una larga plática. Esto ocurrió cuando ella ya no trabajaba con Carmen Aristegui, había un rompimiento temporal con La Jornada, no estaba en Milenio, en ese momento ella no tenía medio. Tenía una demanda. Había demandado a Proceso y Proceso a ella. Entonces estaba en un bache, no tenía trabajo aunque ella me decía que sí.
La entrevista que le hice giro sobre eso. ¿Qué pasa contigo que te peleas con los medios donde estás? ¿Por qué sales así? ¿Por qué terminas de pleito en dónde trabajas? ¿Qué factor o factores determinan eso? Ella me pidió que no quería platicar de la demanda de Proceso porque estaba en trámite. Lo podemos platicar pero no lo publiques, dijo. Muy bien, -de hecho no platicamos gran cosa-. Yo le pregunté ¿cuál es el futuro de Sanjuna Martínez de seguir así? Yo creo que no le gustó la entrevista. No le gustó sentirse cuestionada, quizá pensó que iba a ser una entrevista laudatoria.
En el libro de Ellas tecleando su historia, sí, reconozco la trayectoria y el valor del trabajo de las entrevistadas pero también soy crítica. Entonces pienso que la entrevista no le gustó o cómo fui encaminado la entrevista y entonces me pidió que se la enviara para que ella autorizará su publicación. Para que ella la revisará. Y le dije que en los años que llevaba en este trabajo –más que ella- nunca me habían dicho tal cosa y que me parecía más molesto viniendo tal petición de una colega: “¿A ti Sanjuana te han pedido eso? ¿lo has hecho? ¿no te parece ofensivo? Si te parece ofensivo, imagínate como lo estoy viendo yo”.
Termine diciéndole que no se la iba a mandar. Me dijo: desde ahora espera una demanda si sale publicada, tú decides. Y decidí. En ese tiempo yo publicaba con más frecuencia en la revista Zócalo. Publicó ahí desde hace ocho años. Ahí publique buena parte de las entrevistas que conforman el libro, extractos. Sanjuana Martínez se comunicó con Carlos Padilla, director de la revista para decirle que no la publicará y que la entrevista no estaba autorizada y que si lo hacían serían demandados. Entonces lo que ella hizo fue reafirmar lo que yo le preguntaba: que era conflictiva. Y decidí que no publicaría su entrevista porque no quería que se hiciera publicidad, promoción a través de mi trabajo o a través de la demanda. Pero que sepa que yo tengo esa entrevista y que sepa que yo sabré cuando publicarla.

Tampoco esta Lydia Cacho ¿Y qué opinión profesional tiene de Lydia Cacho?
Mi opinión esta tácitamente en el hecho de que no la busque para mi libro. No está. No la busqué porque no me gusta contribuir a los engaños. Hacer estás figuras de humo que se respaldan en un periodista o de un dizque periodismo y se encumbran y uno se pregunta ¿bueno, esta mujer de dónde salió? Y todo mundo la aplaude, todo mundo la considera víctima, le dan premios que no se merece. Todo eso me parece un engaño. Yo tengo 40 años en los medios y la mayoría de las colegas que están en peligro, nos conocemos, llevamos años en esto, escribiendo en los diarios, revistas, en la radio. Si no nos conociéramos, pues alguna de nosotras estaría mintiendo y Lydia Cacho llego a nuestras vidas hace media hora y llegó con un periodismo que no tiene deontología, haciéndose de un prestigio a través de un escándalo de una cosa tan delicada como el tema de trata de personas y de la prostitución infantil y agarrándose de ahí para hacerse víctima. Partes de esa historia que no son conocidas en los medios y que no soy yo la persona que deba de platicarlas pero que yo sé y sé que no son éticas. No me parece ético hacerte fama a costa de las víctimas que luego abandonas o hacerte fama de una situación. Yo no la incluí, no soy cómplice del engaño. En mi libro sólo hay periodistas.

De las entrevistas que hizo, ¿cuál la impresionó más?
Híjoles… Marcela Turati, no sé. Cada una, todas. El valor de Marcela Turati que en sus reportajes y libros ha retratado la violencia y el salvajismo de soldados, policías y narcotraficantes. De lo difícil que es vivir en Ciudad Juárez, en las ciudades del norte del país. Ella me cuenta que quería ser misionera y de alguna manera lo es, del periodismo. Es un periodismo muy a flor de piel el que ella hace. Quería ayudar a los demás y lo hace, recién sacó un libro sobre las víctimas de la guerra contra el narcotráfico, es una mujer que se toma muy en serio su trabajo de periodista.
También Dolores Cordero porque ella encuentra en el periodismo una razón para no suicidarse, parece una bobada pero si te pones a pensar, el periodismo le salva la vida. Sara Lovera es una mujer que ha trabajado muchísimo. Ana Lilia Pérez, una jovencita de voz dulcísima y rostro inocente que destapó, literalmente, la caja de Pandora del emporio gasero Grupo Zeta. Es para mí como una hija, la adopté. La veo desprotegida pero es una imagen que ella proyecta porque es una mujer muy fuerte; si no lo fuera no haría ese trabajo que ella hace, ni se metería en lo que se mete. Se requiere una gran fortaleza de carácter y una gran conciencia de lo que es el periodismo o para qué debe de ser el periodismo y Ana Lilia parece quebrase en cada instante y yo la mamá que la quiere proteger, jajajajaja. Admiro mucho a todas.


De regreso a la radio.

En 2002 ingresa a Radio Red estación cuyos dueños son la Familia Aguirre. Trabaja al lado de otro gran periodista: Humberto Musacchio. Juntos hacen el programa: La República de las Letras:

Trabajamos Humberto y yo cerca de diez años. En el año 2002 nos llamó la familia Aguirre de Radio Red. Gutiérrez Vivó tenía cerca de un año de haber salido de Radio Red. Los Aguirre reestructuran toda la emisora a la salida de Gutiérrez Vivó y entonces quedaban muchos espacios libres y no sólo porque Gutiérrez Vivó se fue. En esos años, alguien les vendió –a los señores Aguirre- la peregrina idea de crear una barra sólo deportiva. Todos los sábados y domingos sólo se hablaba de deportes. Pronto se dan cuenta de ese error, los números no los dejaban ver otra cosa. Cambian de opinión y entonces hay espacios los fines de semana. Empezaron a buscar gente. Yo quería estar en Radio Red desde hace muchos años. Empecé en 1979 en radio UNAM, luego en radio educación hice algunas cosas y en la radio de la universidad de Guadalajara. Es decir, tenía experiencia. En esa época los que habíamos buscado un espacio lo encontramos en Radio Red”.

El programa La República de las letras pronto se posicionó en el gusto de los radioescuchas. Era un programa versátil, donde el tema principal era La Cultura. Y en dónde ambos entrevistaron a un gran número de artistas y escritores. Recuerda Elvira: “Humberto entra proponiendo La República de las letras y como Humberto no tenía experiencia en radio pues me proponen a mí para que trabajásemos juntos, como una pareja radiofónica. Nos juntan y fue una experiencia interesante”. El programa duró al aire por diez años pero no fue fácil y la periodista relata:

“Conocí a Humberto desde hace varios años. Tenemos amigos en común pero no éramos amigos y esta experiencia nos hizo acercarnos y conocernos, imagínate, convivir durante diez años. Fue un reto muy grande porque de la noche a la mañana acoplarse a tener una pareja radial, a hacer una dupla no es fácil. No es fácil que te respeten, no es fácil respetar, no es fácil darle continuidad a las ideas. Al principio fue muy complejo, para que pudiéramos hacer una buena pareja, para tener un diálogo y decirle algo a los oyentes. Pasados los diez años estoy muy satisfecha de lo que logramos. Pienso que el reto lo cumplimos muy bien. Y después, los Aguirre me ofrecieron un espacio para mí, que es el que tengo actualmente y estoy contenta”.

En junio de 2012 Elvira dejó La república de las letras. Actualmente, Elvira García cuenta con su propio programa, Entre Nos, en la misma estación de radio. Se transmite los viernes a las 10 de la noche y en ella hace gala de sus dotes para entrevistar. A la par del programa que tuvo con Mussachio, Elvira escribía una columna en El Universal dónde trataba distintos temas, todos ellos conectados por el análisis sobre los medios de comunicación. Pero en 2006 El Universal la despidió después de que Elvira escribió sobre los hijos de Martha Sahagún y su enriquecimiento “sospechoso” e inmediato.

Me dan las gracias y les doy las gracias. Me invitaron en el año 2000 a hacer una columna que se llamó Medios de por medio. Desde 1985 habló y escribo sobre medios de comunicación, quizá a la par de Fátima Fernández o Raúl Navarro. Tiempo después hice una columna de medios para La Jornada. Soy fundadora de La Jornada, de alguna forma, y de ahí publicó en distintos medios. En el 2000 entré a El Universal con una columna sobre medios y empiezo a hablar de los problemas políticos que hay en los medios o problemas financieros o lo que los medios detonan con respecto a problemas políticos. En ese momento estaba lo de los hijos de Martha Sahagún y escribo sobre ello. Entonces el director del periódico, Roberto Rock me dice que yo estaba en una sección cultural y que me tenía que remitir solo a los temas de medios culturales. ‘No lo quieres hacer, la puerta es muy ancha’ y pues fue una cosa en que tres ocasiones me censuraron mi columna. Por hablar sobre Vicente Fox o Martha Sahagún o un problema sobre una radiodifusora. Evidencié la administración de Dolores Beistegui en el IMER. Con documentos demostré que se estaba manejando mal el presupuesto y con el tiempo confirme que ella era protegida de Santiago Creel. Me llamaron de la dirección de El Universal. No me interesó trabajar más ahí”.

En 2005 se integra al Canal 22. En 2009, 2010 y 2011 diseña y dirige las series documentales: Miguel Ángel Granados Chapa: Palabra en libertad y, Julio Scherer García: El periodismo, mi segunda piel, como homenaje en vida a esos comunicadores. Y también una entrevista al periodista Jacobo Zabludowsky.


Granados Chapa, Scherer, Zabludowsky y El Güero Tellez

El quehacer periodístico de Elvira García le ha merecido siete galardones, entre los que destacan: En 1988, el Primer Premio a la Mejor Serie Cultural (Del Plato a la Boca), otorgado por el jurado del Mercado Latinoamericano de Radio y Televisión. En 1993, la Mención Honorífica, de manos de la Asociación Latinoamericana de Mujeres Periodistas y Escritoras, por su entrevista con el poeta Jaime Sabines. En 2006, el Premio Nacional de Periodismo en la categoría: Mejor Columna Cultural por su columna Medios de por medio. En 2010, Mención Honorífica del Certamen Nacional de Periodismo por su documental: Miguel Ángel Granados Chapa: Palabra en Libertad. En 2011, el premio Pantalla de Cristal por Mejor Investigación Iconográfica, por su serie: Julio Scherer García: El periodismo, mi segunda piel.
En más de seis ocasiones ha sido jurado en certámenes internacionales de periodismo radiofónico y televisivo. Lo cierto es que la periodista García ha estado cerca de iconos del periodismo mexicano.

Háblenos de Miguel ángel Granados Chapa
A Miguel Ángel Granados Chapa lo admiro mucho. Lo conocí en la fundación de Proceso. Yo trabajaba en Revista de Revistas que dirigió Vicente Leñero. Estaba casada con Rogelio Cuellar, fundador también de Proceso. Yo no estuve el 8 de julio de 1976, pero al enterarnos de que don Julio ya no estaba en Excélsior y que Vicente Leñero ya no estaba en Revista de revistas pues nos salimos también. No conocí a Miguel Ángel Granados Chapa en Excélsior sino en la fundación de Proceso. Ahí empecé a tratarlo. Luego me invita a hacer radio en Radio Educación cuando él era director pero no entré a Radio Educación porque tenía a mis hijos chicos.
Un año después entró a Radio UNAM. Y empezamos a vernos en distintos momentos de nuestras vidas. Nos vemos de nuevo en la fundación de Unomásuno. Y luego en la fundación de La Jornada y bueno nos encontramos en distintos lados, hicimos amistad y creo que la mejor etapa que tuve con él fue a partir de los años noventa. En radio UNAM tuve un programa Solo para periodistas y Miguel Ángel Granados Chapa fue mi padrino. Lo entrevistó ahí y ahí habla de sus aspiraciones como gobernador de Hidalgo.
Al final estuve cerca de él con el programa, el documental sobre él.

¿A quién se le ocurrió el documental?
El documental se me ocurre por que admiraba mucho a Miguel Ángel, siempre lo leí. En algunos momentos le hable por teléfono para decirle “oye, me pasa esto” y entonces él me decía que hacer, me daba posturas éticas. Un hombre con mayor conciencia, un hombre incólume en lo ético –lo fue para mí- y me daba consejos. Cuando el cáncer ya es evidente yo me sentí mal, triste, cuando sé que le dan la medalla Belisario Domínguez y yo lo veo mermado de salud, disminuido; ¡ay!, me entró la angustia de saber que se iba a morir y de inmediato pensé que Miguel Ángel Granados Chapa no se podía morir sin ver, sin sentir que la televisión pública le rendía un homenaje, un reconocimiento.
Miguel Ángel Granados Chapa no necesitaba el reconocimiento de la prensa escrita ni de la radio, ya lo tenía. Faltaba el de la televisión pública. Por iniciativa mía lleve a Miguel Ángel Granados Chapa a canal 22 y el código de ética de ese medio tiene el esqueleto, la idea de Miguel Ángel Granados Chapa. Me parecía un acto de generosidad hacerle un homenaje, un reconocimiento a Miguel Ángel, se lo propuse a Jorge Volpi y aceptó en seguida. Me llevo mucho tiempo hacerlo. Primero Miguel Ángel Granados Chapa estaba muy mal, después de la Belisario el ingresa al hospital y se pasa un buen tiempo ahí. Y luego le digo que lo quiero entrevistar, que estoy haciendo un trabajo sobre él y me dice: “permíteme, me quiero recuperar, estoy muy agotado”. Y esperamos y el programa salió. Me siento bien, Miguel Ángel Granados Chapa vio el programa y fue para mí como decirle que lo respetaba mucho.

Y sobre la serie sobre Julio Scherer, ¿está satisfecha?
Sí, lo estoy. Mi punto de referencia es que don Julio Scherer está enojado conmigo.

¿No cree que faltaron las voces disidentes?
Sí, claro. Las busque, las quise incluir, pero todas esas voces disidentes me dijeron no, los tengo grabados. “No”, no quisieron. A todos los tengo grabados con sus no’s. No quería que me dijera Carlos Marín que no lo busque, o Froylán López Narvaez que él si quería contar cosas y que yo no le di la oportunidad o Vicente Leñero. Todos me dijeron que no. Y tengo grabado el no de Julio Scherer. No puede decir que quise pasar por encima de él. Recién había hecho el programa sobre Miguel Ángel Granados Chapa, y sabes, en el caso de Miguel Ángel todo mundo decía que sí. Con Scherer fue el no. Eso me sorprendió.
Cuando hice el trabajo sobre Julio Scherer se me cayó una parte de admiración que le tenía. Me di cuenta de que Julio Scherer es muy poderoso, muy poderoso. Ejerce tal presión, tal apabullamiento sobre las gentes que están a favor de él o en su contra. La mayoría estaba aterrada. Incluso los que me dijeron sí, tardaron mucho tiempo en decidirse. Fue una labor ardua de convencimiento. Te digo, los tengo grabados y los porqués, que da material para hacer un libro pero todo fue off the record y hay que ser respetuosos de los no’s de las personas y sus razones.
Me llamo mucho la atención el poder de don Julio. Que muchas personas le tenían que pedir permiso para hablar.
A Julio le avise, le pedí una entrevista, sabiendo que no da entrevistas, sabiendo –también- que ya dio una y que será un libro. Yo sí lo busque. Cuando me dijo que no le avise que “lo haría hablar a través de sus libros” y “quiero que lo sepa y quiero que este de acuerdo”, le dije. “Ya lo sé Elvira y estoy de acuerdo –me respondió-, puede hacer lo que quiera, confió en usted”. A partir de eso hice mi trabajo. Respeto a Julio.

¿Con que se queda después de haber hecho este trabajo?
Con que me quedo –Elvira piensa su respuesta-, con un hombre muy valiente. Con un hombre que vive fascinado con el poder. Más a los niveles de don Julio. Es un personaje en sí, es un hombre culto, simpático, que lee, es un seductor. Sedujo al poder y el poder lo seduce. Como Carlos Salinas de Gortari que es un hombre seductor que fue seducido por Julio Scherer y viceversa. No ha habido ningún director de un periódico como Julio Scherer.
Es un hombre que le seduce el  poder, no es que quiera hacerse rico con lo que le dan los poderosos. Es un hombre honesto, dice lo que le regalan en sus libros. Hay otros periodistas que no toman nada y luego nos enteramos que tienen unos caserones. Vive bien, se lo ha ganado. Es un periodista seductor, cuando platicas con él tienes que ir bien agarrado del piso, saber a que vas y que quieres porque sino te cambia la jugada.
No quede al cien porciento satisfecha porque la disidencia no esta ahí pero estoy tranquila porque los busque y se negaron, trate de hacer un trabajo equilibrado. No es una hagiografía, sino un retrato. Hay crítica: está Eduardo Dechamps hablando de Julio, reportero. Pero bueno, los no’s también dicen mucho del gremio en nuestro país.

Después de hacer un trabajo sobre Granados Chapa y Scherer ¿qué la llevo a hacer uno sobre Jacobo Zabludowsky?
La otra cara del periodismo. Fue un gran reto. Yo no propuse a Jacobo, lo propuso el canal 22, Jorge Volpi. Al principio dije que no, pensé que iba a ensuciar el trabajo de Julio Scherer, de Granados Chapa. Pero luego lo pensé. Y un amigo al que consulté me dijo: ¿Tú sabías que Julio Scherer y Jacobo Zabludowsky fueron grandes amigos y se terminaron peleando por pugnas periodísticas? Este amigo me dio datos. Vi que era cierto. Que en algún tiempo ambos periodistas coincidieron. Y en seguida acepté hacer el trabajo sobre Jacobo Zabludowsky porque no podía dejar de reconocer que del otro lado de la forma de pensar y hacer periodismo, esta Jacobo Zabludowsky.
Yo tuve que ver que no podía tergiversar –de la forma más inocente si quieres- la historia del periodismo, de una forma de hacer periodismo que empezó en 1950 y sigue vigente. Empecé a investigar quien es Jacobo Zabludowsky, a adentrarme en el periodista y quede fascinada. Otro gran personaje y vi a un Jacobo desconocido por muchos que fue el que quise retratar. Fue un reto grande, porque uno no puede olvidar tantos años de “ese” periodismo de Jacobo Zabludowsky en Televisa.
A veces pensé que no iba a poder con el reto pero lo logré. Me preparé mucho para entrevistarlo. Leí cerca de 200 entrevistas que ha concedido y me interesaba mucho en las respuestas que daba. Me di cuenta de que nunca respondió algo que lo sacara de sus bases. Si había preguntas incómodas él sabía como salirse. No conseguí al cien por ciento lo que yo quería, lo que me propuse, vi que tiene tres, cuatro veces el colmillo retorcido y me dio la vuelta en algunas preguntas que le hice. Jacobo es un hombre que creo escuela, formó muchos periodistas. Formó a muchas periodistas. Creo un estilo. Un formato. Fue un creativo, un creador.

Oiga, sé que fue amiga del periodista Eduardo Téllez Vargas, El güero Téllez…
Fue mi maestro, muy amigo de mi padre, por él lo conocí. Cuando estaba muy chavita el me formó, me pedía que le enseñara mis escritos. Entonces iba dos veces por semana al sindicato nacional de redactores de La prensa, él era secretario general. Un hombre muy educado. Me pedía reportajes y yo se los entregaba. Me regañaba –yo no sabía escribir-, me ponía como camote. Fue mi maestro. Pasaron los años. A el güero Téllez le paso algo terrible, tengo muchas deudas con él. Quiero averiguar qué le pasó. Sí lo sé, pero quiero saber el por qué. En los primeros años de la década de los ochenta lo atropelló un auto que venía en reversa a toda velocidad. Es raro eso. Cuando te echas en reversa no lo haces a toda velocidad. Le rompieron la columna, estuvo sin movimiento. Su recuperación tardó muchos años y ahí empezó su deterioro. Él alguna vez me dijo que sospechaba que en su “accidente” estaba involucrado el narcotráfico.
Él había publicado sobre el tema de corrupción de policías y narcotraficantes en El Grafico. Tengo un pendiente con él, tengo que investigar. Lo dejé de ver y luego lo busqué, lo encontré en condiciones lamentables. Él que había sido reconocidísimo, que se subía a los aviones presidenciales, que era un reporterazo, acabo muy mal: viviendo en un cuarto, abandonado, divorciado, conservó su biblioteca y sus expedientes y lo único que tenía era su pensión. La primera vez que me despidieron de El Universal fue porque publiqué que “El Universal tenía que responder y ver en que condiciones estaba el güero Téllez, ese reportero que le entregó años de vida y que tuvo grandes éxitos para esa casa editorial en la sección de policía”. Al día siguiente me despidieron. Los últimos días de él fueron terribles.
Él le entregaba su pensión a la persona que le rentaba el cuarto a cambio de que le dieran de comer y que le compraran su tanque de oxígeno. Dos días antes de morir me pidió que me llevara sus archivos y dos días después ya no existían, sólo algunas carpetas. A la semana me trate de comunicar y el número de teléfono ya no existía ni las personas que le rentaban.

Periodismo

La mirada y voz de Elvira ha cambiado. Mujer disciplinada en su trabajo comenta que no escribe en las mañanas sino por las tardes. “En las mañanas estoy muy lenta porque estoy desvelada, duermo poco, soy noctámbula por costumbre” y ríe al contarlo. Abunda: “Mis hijos ahora ya están grandes pero antes pues era de darles de desayunar, llevarlos a la escuela, y luego ha hacer reportajes pero después había que ir por ellos, darles de comer, ver la tarea y dormirlos, entonces trabajaba ya en la noche”. Lectora voraz, tiene temas favoritos: periodismo, novelas e historia. “Ahora ya no escribo de noche pero no se me quita el hábito de dormir tarde. Leo mucho en las noches. Es lo que me alimenta”.
            Escribe en su estudio, una ventana permite la entrada de luz que baila conforme avanza el sol. “Mi estudio tiene una enorme ventana que permite que entre mucha luz, la ventana da a un lugar muy tranquilo. No puedo escribir con música”. En las mañanas hace ejercicio: como rutina camina y practica yoga “es fundamental para mí”. Lee la prensa en las mañanas. Y después de la comida “me pongo a escribir y resuelvo correos, veo mi facebook”.
            Cuenta que es difícil ser free lance pero a la vez “muy liberador”. Se confiesa admiradora de la periodista italiana Oriana Fallaci, célebre por sus duras entrevistas.
            Sobre su último libro de entrevistas, Elvira explica que una intensión fue “narrar la parte humana de las periodistas, la que nadie ve, las de las mujeres y madres” y sin excepción, todas sus entrevistadas, por su trabajo ejercido, han sido demandadas. “También es una especie de reconocimiento a una vocación que hace falta en el país, porque, de forma paulatina, poco a poco los jóvenes han dejado de lado el periodismo de investigación buscando en seguida convertirse en locutores famosos, reconocidos pero sin buscar ser talentosos, y en ese mal enfoque que tienen los muchachos, los que hacemos periodismo tenemos una responsabilidad”.

¿Podrías darnos una definición de periodismo?
El periodismo está lleno de claroscuros, así es el periodismo nuestro. A veces el periodismo mexicano me decepciona. Gente que se dice periodista me avergüenza, columnistas que se dicen “buenos periodistas” no los querría como amigos, y no los quiero. No los respeto. El periodismo mexicano, a veces, se ha prestado para canonjías, para hacer negocios, para calumniar, para hacerse de poder. Pero también el periodismo mexicano se ha utilizado o es hecho para decir la verdad o lo que uno cree que es la verdad, para que la sociedad esté informada y tome mejores decisiones. Es importante que no dejemos morir al periodismo escrito porque en ese periodismo está la reflexión, el análisis; se reivindica la investigación que es el sustento fundamental de todo comunicador.

¿Esta escribiendo algo ahora, otro libro quizá?
Sí. Llevo rato en una biografía sobre Elena Garro. Un amigo que trabajaba en el archivo general de la nación me dio unos documentos desclasificados y leí que la escritora sí fue espía. Yo tenía otra historia y éstos documentos me obligan a rehacer todo el trabajo y a investigar más. Ahora, si tengo un libro que escribir me encierro en mi estudio. No voy al cine mientras lo hago o al teatro. No salgo. Y es un proceso en el que me divierto mucho y en el que sufro mucho, porque me cuestionó de que ya lo tengo que terminar… porque me estoy tardando tanto… porque no escribo bien. Me regaño mucho.

Y la mirada de Elvira García se vuelve a perder en sus adentros.


*Fotografía de belelu.com