Las
Miradas de Elvira
Por Abraham Gorostieta
Elvira García es una periodista harto conocida
por ser una entrevistadora nata; con una larga trayectoria –que abarca cuatro
décadas- ha visto la transformación del país y de los medios. La primera
impresión que se tiene al conocer a María Elvira García Espinosa
de los Monteros –su nombre completo-, con su vestir distinguido y esmerado es
de una mujer que se toma el tiempo para escoger cada prenda que lleva puesta.
Al hablar con ella reafirmamos esta impresión de que la periodista es una
persona meticulosa: Elvira escoge cada palabra, así como una artesana del
tejido escoge el tono preciso para un bordado. De alguna forma eso es Elvira
García: una moderna Penélope que va tejiendo historias, bordando palabras.
Eligiendo verbos, calificativos, predicados.
Su voz es amable, pero de vez en vez habla muy quedito. Mirando a la
nada, como para sus adentros. Su platicar es pausado. Tez morena, mujer jovial.
Se dice que los ojos son el alma del hombre, no lo sé. Así, sentado frente a
ella, se le puede observar detenidamente. Me fijo en sus labios: delgados y más
bien pequeños, nariz delgada y ese brillo en sus ojos al hablar sobre su
trabajo y el periodismo. De repente cambia algo en sus ojos, miran hacia
adentro: habla de su padre, el cronista Melesio Melitón García:
“Mi
padre fue un autodidacta. Lo admiré mucho. Siendo joven, tuve muchos conflictos
con él. Un hombre de carácter fuerte –que le heredé- y a los catorce años
empecé con los encontrones y choques. Siempre lo respeté. A los dieciocho años
me independizó por la relación difícil con él. Con el tiempo, está experiencia
me permite valorarlo. Entender que sacó una familia adelante. Que fue un hombre
que se esforzó mucho por salir adelante y que tenía una frase que nos transmitía:
‘no quiero que ustedes pertenezcan al reino de los ganapanes’, es decir, que
sólo vas a un trabajo a ganarte el pan y ya. Mi padre fue un buen hombre que
tuvo 10 hijos y que sacó una familia adelante. Que curso hasta quinto año de
primaria y que provenía de una familia de campesinos. Ya más adulto tomó
distintos cursos y aprendizajes. Que se hizo sólo. Tuvo avidez por la lectura,
aprendió a leer, buscaba todo tipo de libros”.
Su padre tuvo muchos oficios, entre
ellos fue periodista. Estudió periodismo en la Universidad Obrera cuando
Vicente Lombardo Toledano estaba al frente de la Institución. Elvira enfatiza:
“nunca perteneció a algún diario sin embargo trabajó en Excélsior, Novedades y El Día. Con el tiempo se hizo el
cronista del pueblo de Contreras. Lo admiro mucho”. La periodista recuerda y se
pierde un instante en su mirada, junta las manos, las aprieta y dice: “Mi padre
me introdujo a la lectura, sí, pero más que a la lectura y a los libros me abrió
el mundo del periodismo”.
De mirada más bien fija y quieta, la de Elvira García se detiene cuando
habla de su vida, sus palabras siguen saliendo en tono pausado como quien
camina sobre un paisaje con un lago de aguas pasivas. Esa tranquilidad debe venirle
de la disciplina oriental –Yoga- que practica todas las mañanas. Cuando habla de
su infancia dice que la palabra niñez le remite a otra palabra: juego. Tiene
siete hermanas y dos hermanos. Ríe cuando habla de sus hermanas, la mirada es
juguetona, los recuerdos vívidos. La familia de su madre estaba posicionada
económicamente en Contreras, cuenta Elvira. En sus labios se dibuja una leve
sonrisita y expresa:
“Mi madre amaba
los libros. La admiro. Teniendo tantos hijos y tantas responsabilidades nos dio
mucho amor y mucha paciencia. Nos dejaba jugar. Jugar es muy importante porque
a partir de ahí creas mundos. Tenía una veta musical, mi abuelo tocaba la
mandolina y mi tío compuso el vals del monte azul. Ella cantaba. Yo no le
herede eso –confiesa y ríe-, ni en la regadera. Bailaba muy bien cosa que sí le
herede”.
Nace el 25 de enero de 1952, en la
Ciudad de México: “nací
en un pueblo que se llama Contreras. Fui y vine varias veces a ese lugar y
ahora vivo ahí. Es un lugar que me encanta. Puedo trabajar, hay silencio”. Estudió danza clásica en la UNAM:
“nunca
fui bailarina, pero estudié más tiempo danza que periodismo, incluso ya casada
y con hijos”, cuenta Elvira y agrega:
“Era joven y
quería ser bailarina y mi padre me aconsejó que estudiará otra cosa aparte, me
dijo que eso de querer ser bailarina estaba bien pero seguramente los
bailarines se mueren de hambre –también los periodistas- . Pero tenía razón, la
vida profesional de los bailarines es relativamente corta. Estudié danza por mí
misma, por capricho o por querer cumplirme un deseo. Fue gratificante. Me dio
una conciencia de mi espacio, de mi físico y de mi cuerpo.”
Inicios.
En 1971 publicó su primera entrevista y desde 1973
ha colaborado en distintos diarios como Excélsior,
Unomásuno, La Jornada, El Financiero,
La Crónica de Hoy y El Universal, así como en distintas revistas,
entre ellas: Revista de Revistas, Geografía Universal, Proceso, Tierra Adentro, Zócalo y Este País. A partir de 1979 y hasta el
2009 fue directora y entrevistadora de cinco series radiofónicas para Radio UNAM.
Durante cuatro décadas de ejercer el periodismo, ha conversado con
grandes artistas nacionales y sus entrevistas son un referente fundamental de
la cultura mexicana. Por ejemplo, durante su estancia laboral en Radio UNAM entrevistó cerca de 300 personalidades, entre
pintores, fotógrafos, literatos, bailarines, etcétera, todos nacidos entre las
décadas de los 20, 30, 40 y del siglo XIX. Memorables entrevistas a Alí Chumacero,
Rufino Tamayo, Carlos Mérida, Elías Nandino, Héctor García, Cordelia Urueta, Blas
Galindo, Luis Herrera De la Fuente y un largo etcétera. Éste trabajo se puede
encontrar en la Fonoteca Nacional, en un acervo llamado: Elvira García.
Inició su
trayectoria periodística en la revista La Familia, una revista para amas
de casa. Hacía notas sobre tejidos en punto de cruz y sobre
manteles. Pronto se aburrió: “Entre a trabajar en la revista La Familia. Lucy Trejo –a la cuál todavía veo- era la directora. Ella
me dio la oportunidad de trabajar ahí. A Lucy le tengo gran cariño y con la
cuál me siento responsable, la veo, la cuido. Ahora Lucy tiene 83 años y me
parece que si algo tiene valioso el ser humano es el agradecimiento. Yo le
agradezco a Lucy Trejo”. Y en seguida recrea la redacción de la revista:
“Veía a las
señoritas que trabajan ahí: desde que entraban a trabajar sólo esperaban a que
dieran las tres de la tarde y mientras esperaban se ponían unas chanclitas,
cómodas para trabajar y hacer el diagrama, el diseño. Antes de las tres, se
arreglaban, se pintaban, se cambiaban de ropa y se iban con el novio. Entonces
a mi me llamaba mucho la atención que para ir al trabajo estabas en chanclas y
para salir a dar la vuelta te arreglaras. Me daba la impresión que para ellas
el trabajo no era importante”.
La revista La Familia versaba sobre labores domésticas como bordados, tejidos,
tips de cómo servir bien la mesa, “una revista muy, muy convencional pero bien
hecha, bonita” dice Elvira García y agrega: “una revista que fue dirigida –en
algún tiempo, antes de mi ingresó-, por Cristina Pacheco, ahí empezó ella”. En
esa revista la periodista García empezó a ganar sus primeros salarios y empezó
a entender que ese no era su lugar: “no me sentía en ese mundo, no estaba a
gusto y no es que viniera de un gran mundo deslumbrante pero no me reconocía en
La Familia”.
Aún no concluía sus estudios en la Septién pero enfrente
de las oficinas de La Familia estaban
las oficinas de otra revista: Sucesos
para todos. Su director y dueño era Gustavo Alatriste. Elvira lo recuerda
así:
“Sucesos para todos estaba enfrente de
las oficinas de La Familia y me
llamaba mucho la atención que Sucesos
era la contraparte. Era actividad pura. Ir y venir, ir y venir, estaba llena de
hombres –todos muy guapos, por cierto-. Entonces yo los veía pasar a su oficina
desde mi ventana. Todo era movimiento mientras yo estaba en la mía donde todo
era tranquilidad. Yo no soy tranquila. Entonces me arme de valor y fui y a
pedir trabajo. Dije que estaba estudiando periodismo, que quería trabajar, que
trabaja en la revista de enfrente, que quería una oportunidad. Hablé con el
director, Gustavo Alatriste –que era un hombre muy imponente- y bueno me
atreví. Creo que mi personalidad arrojada es lo que me ha abierto muchas
puertas. Soy atrevida. Voy y pido la entrevista que nadie hace. Así empecé a
trabajar en Sucesos. Me dieron el trabajo y deje La Familia”.
Elvira García respira. En el yoga es muy
importante la respiración. No es espontánea sino voluntaria, lo que obliga a
controlar el ritmo respiratorio. De alguna forma imperceptible hay una
tranquilidad en su mirada, en su hablar. Han brotado varias preguntas sobre sus
inicios. Amable, la periodista cuenta una anécdota sobre Sucesos para todos:
“Salgo de la
Septién muy chavita y no sabía hacer nada. Nada, nada, nada, no sabía ni poner
una hoja en una máquina de escribir pero era muy atrevida y obcecada. Quiero
algo y lo consigo –y su mirada se endurece-. No sabía hacer nada pero yo creo
que le pareció simpática mi actitud al director y que me vendí diciendo que lo
sabía hacer todo. Entre como secretaría-asistente y,
la-que-pasaba-en-limpio-las-notas. Es lo que hacía yo y sin saber escribir en
máquina. Me preguntaron: ¿Sabes escribir? Sí. ¿Sabes redactar? Sí. ¿Sabes hacer
notas? Sí. Según yo, sabía hacer todo. Pero fui atrevida y, eso me forzó a
aprender hacer todo pues había dicho una gran mentira”.
El periodista Miguel Ángel Granados
Chapa escribió sobre Elvira García y dijo que “tiene el don de la palabra” y
que es una periodista “especializada en entrevistas, que ofreció su
trabajo a las redacciones donde su tarea fuera apreciada”. Así llegó a la
redacción de Revista de Revistas dirigida entonces por el joven escritor
Vicente Leñero. Al mismo tiempo trabajó en las oficinas de prensa de la UNAM: “Ahí
hice boletines, reportajes universitarios, fue una gran experiencia y me di
cuenta que me encantaba mi trabajo”, cuenta la periodista y abunda sobre el
gozoso estilo periodístico que es tener siempre curiosidad y no parar de hacer
preguntas: “Me encanta entrevistar, me gusta investigar. Platicar con la gente.
En la UNAM buscaba más allá de la nota que tenía que cubrir. Entonces hacia mis
notas y me quedaba más tiempo, platicando con investigadores, académicos,
tratando de saber quiénes eran”.
Dejando
testimonio: los libros.
La labor del periodista llega a complementarse y
completarse cuando su trabajo –por riguroso y bien realizado- se transmuta en
forma de libros. Elvira García ha visto el fruto de su trabajo materializado en
varios libros. Buscó y conoció a ese personaje que hizo de la fantasía un juego
lúdico y que hizo maravillosas canciones infantiles: Francisco Gabilondo Soler.
Pronto se impuso la tarea de biografiar al músico y escribió: De lunas garapiñadas. Poco tiempo
después junto las entrevistas que había realizado a distintos cartonistas
mexicanos, hizo otras, las trabajó y publicó el libro La caricatura en trazos, entrevistas con diez cartonistas
políticos.
Durante mucho tiempo buscó a la
poetiza Pita Amor que se negó una y otra vez a concederle una entrevista a la
periodista, es más le advirtió: “ni por todo el oro del mundo me vas a sacar
una palabra” y no hubo oro ni nada que convenció a la poetiza. No importó. La
periodista se dio a la tarea de entrevistar a las personas cercanas a Pita y
así construir una biografía que llamó Redonda
soledad, la vida de Guadalupe Amor. Y poco tiempo después apareció el libro
Cuando los grandes eran chicos, que
son las memorias de la infancia de cincuenta artistas mexicanos.
El año pasado apareció Ellas tecleando su historia. Conversaciones
con mujeres periodistas de tres generaciones. Son 14 reporteras retratadas:
Ana Lilia Pérez, Lilia Saúl Rodríguez, Beatriz Pereyra, Marcela Turati,
Anabel Hernández, Dolia Estévez, Adriana Malvido, Alicia Salgado, Blanche Petrich,
Sara Lovera, Ximena Ortúzar, Anne Marie Mergier, Dolores Cordero, Stela Calloni
y una más: Elvira García que es entrevistada por el periodista Miguel Ángel
Granados Chapa quien prologa el libro.
Es un libro que es un retrato de un lado del periodismo al que se le pone
poca atención: las reporteras, sus historias de vida. En el libro las
periodistas entrevistadas por Elvira platican los conflictos y sinsabores que
han sorteado, que han tenido al desempeñarse como reporteras. En las distintas
entrevistas el lector se entera, por ejemplo, que Carmen Lira expulsó de La Jornada a los accionistas fieles a
Carlos Payán. Que al consejo editorial de Proceso
no le interesaba cubrir el plebiscito que finalmente terminó con el régimen de
Pinochet. Que el periodista Carlos Marín no quería publicar la información del toallagate foxista, pues argumentaba que
no era nota. Que Ana Lilia Pérez le dio a Andrés Manuel López Obrador los
documentos que probaban los negocios de Juan Camilo Mouriño en Pemex y que por
los cuales más tarde ella empezó a recibir amenazas de muerte.
En una entrevista que Elvira concedió a Eve Gil le dijo respecto a su
último libro: “El hilo conductor de estas entrevistas es mi admiración hacia
ellas, hacia su trabajo y sus personas. Me dicen que no es común que entre
periodistas se admiren, no había pensando en ello, pero siento mucha
satisfacción de ser periodista, tengo mi miedo bajo control y no tengo problema
en reconocer a otras colegas que han venido tecleando e investigando por años”.
Elvira esta orgullosa de su trabajo. No es para menos.
Qué buen libro es este Elvira, que envidia
caray, desde hace rato las periodistas se han mostrado más sagaces que sus
pares masculinos ¿no le parece?
Mira, el libro es un asunto personal con
el periodismo y las mujeres periodistas que están ahí. Es verdad, los
libros más audaces y arriesgados de los últimos años han sido escritos por
mujeres. Dice Marcela Turati, que “la mujer periodista tiene que llegar a
extremos para ser respetada. Ellas optan por explorar las entretelas de las
decisiones políticas que repercuten en hechos sangrientos como los que vivimos
actualmente. Son las que se introducen en las consecuencias de tales
decisiones. Generalmente nadie nos lo pide, pero nos empeñamos en demostrar qué
tan capaces somos.”
Oiga,
hay ausencias, ¿no cree?
Hay ausencias, seguramente.
¿A
poco se le negaron algunas reporteras? por ejemplo, no está Carmen Lira,
directora de
La Jornada.
Sí se negó. Carmen se negó a la
entrevista, no quiso ser entrevistada. A ella no le gusta ser entrevistada. Hay
declaraciones de ella en La Jornada
cuando son los aniversarios del diario pero ella no da entrevistas. La busque
cuatro veces y me mando a decir que no quería ser entrevistada y es grave,
porque aunque no es la primera mujer enfrente de un medio si es la única que
está ahora enfrente de un diario y de los más importantes en México, sí,
cuestionado pero un diario importante que ha descubierto muchas cosas.
Tengo
la impresión que –desde antes- pero en 2000 las mujeres periodistas hacen un
trabajo más destacado que sus pares masculinos, son más combativas, hacen un
periodismo más revelador. Pienso que es una manera de reafirmar el género
dentro del medio que ha sido muy masculino. ¿Cómo lo ve usted?
Sí, es cierto. En mi libro lo digo. En
los años setenta las mujeres se abrieron paso en el periodismo. Uno de los
periódicos que más le dieron cabida a la mujer fue El Día. Si tu revisas en la hemeroteca ese diario –no ahora, que
prácticamente ya no existe- verás que fue un gran periódico y de ahí salieron
muchas periodistas, por ejemplo: Carmen Lira, Sara Lovera, María Luisa La China Mendoza. Mujeres pioneras del
periodismo en temas de género, internacionales. Mujeres muy preparadas. Cuando
yo empecé en esto no había mujeres en el periodismo, contadas, algunas. Sucesos para todos no tenía reporteras. Y las que estaban eran las novias
de los reporteros. Luego a mediados de los setenta, toda una generación de la
Septién García entramos en los diarios. Pero aclaro, no tengo esa pasión por el
feminismo, no ha sido mi intención en mi trabajo hacer periodismo de género.
Aunque hice trabajos en los años setenta sobre la virginidad, la libertad
sexual, el derecho a decidir, la píldora anticonceptiva. Era mi tiempo, mi
contexto. Pero no soy activista del feminismo per sé.
En mi último
libro hablo sobre 14 mujeres periodistas. La dignidad que tienen. La valentía
que tienen. El talento, su trabajo que han venido haciendo desde hace tantos
años. Son tres generaciones de periodistas. La más joven tiene 33 años. Algunas
han sido maestras de las más jóvenes, no sólo en las aulas sino en la
experiencia, en las redacciones. Por ejemplo: Dolores Cordero ha formado a Sara
Lovera, a Adriana Malvido.
Te decía, en los
años setenta las mujeres empezamos a preguntarnos: ¿por qué las noticias sólo
tienen que ver con hombres?. Las mujeres sólo éramos noticia pues si te
llamabas Elizabeth Taylor o si habías sido asesinada. Las mujeres no opinaban y
si estaban no hablaban. El hombre era generador de la noticia y él mismo que la
cubría. Esta apertura de que las mujeres somos noticia y podemos cubrir
noticias lo hacen las periodistas de los setenta, Sara por ejemplo y antes que
ella La china Mendoza. Para hacer un
libro puntual pues deberíamos de pensar en por lo menos cien entrevistas.
¿Cómo
fue la selección de sus entrevistadas? Tengo entendido que la periodista
Sanjuana Martínez se negó o que quiso censurarla.
Sí. Sanjuana no se negó a la entrevista.
Fue una de las periodistas que más trabajo me costó convencerla a que me diera
una entrevista, es decir, que sus tiempos y los míos coincidieran. Ella vive en
Monterrey. Finalmente la entreviste en una ocasión en la que ella vino a
presentar uno de sus libros, al final de su presentación. Tuvimos una larga
plática. Esto ocurrió cuando ella ya no trabajaba con Carmen Aristegui, había
un rompimiento temporal con La Jornada,
no estaba en Milenio, en ese momento
ella no tenía medio. Tenía una demanda. Había demandado a Proceso y Proceso a ella.
Entonces estaba en un bache, no tenía trabajo aunque ella me decía que sí.
La entrevista
que le hice giro sobre eso. ¿Qué pasa contigo que te peleas con los medios
donde estás? ¿Por qué sales así? ¿Por qué terminas de pleito en dónde trabajas?
¿Qué factor o factores determinan eso? Ella me pidió que no quería platicar de
la demanda de Proceso porque estaba
en trámite. Lo podemos platicar pero no lo publiques, dijo. Muy bien, -de hecho
no platicamos gran cosa-. Yo le pregunté ¿cuál es el futuro de Sanjuna Martínez
de seguir así? Yo creo que no le gustó la entrevista. No le gustó sentirse
cuestionada, quizá pensó que iba a ser una entrevista laudatoria.
En el libro de Ellas tecleando su historia, sí,
reconozco la trayectoria y el valor del trabajo de las entrevistadas pero
también soy crítica. Entonces pienso que la entrevista no le gustó o cómo fui
encaminado la entrevista y entonces me pidió que se la enviara para que ella
autorizará su publicación. Para que ella la revisará. Y le dije que en los años
que llevaba en este trabajo –más que ella- nunca me habían dicho tal cosa y que
me parecía más molesto viniendo tal petición de una colega: “¿A ti Sanjuana te
han pedido eso? ¿lo has hecho? ¿no te parece ofensivo? Si te parece ofensivo,
imagínate como lo estoy viendo yo”.
Termine
diciéndole que no se la iba a mandar. Me dijo: desde ahora espera una demanda si
sale publicada, tú decides. Y decidí. En ese tiempo yo publicaba con más frecuencia
en la revista Zócalo. Publicó ahí
desde hace ocho años. Ahí publique buena parte de las entrevistas que conforman
el libro, extractos. Sanjuana Martínez se comunicó con Carlos Padilla, director
de la revista para decirle que no la publicará y que la entrevista no estaba
autorizada y que si lo hacían serían demandados. Entonces lo que ella hizo fue
reafirmar lo que yo le preguntaba: que era conflictiva. Y decidí que no
publicaría su entrevista porque no quería que se hiciera publicidad, promoción
a través de mi trabajo o a través de la demanda. Pero que sepa que yo tengo esa
entrevista y que sepa que yo sabré cuando publicarla.
Tampoco
esta Lydia Cacho ¿Y qué opinión profesional tiene de Lydia Cacho?
Mi opinión esta tácitamente en el hecho
de que no la busque para mi libro. No está. No la busqué porque no me gusta
contribuir a los engaños. Hacer estás figuras de humo que se respaldan en un
periodista o de un dizque periodismo y se encumbran y uno se pregunta ¿bueno,
esta mujer de dónde salió? Y todo mundo la aplaude, todo mundo la considera
víctima, le dan premios que no se merece. Todo eso me parece un engaño. Yo
tengo 40 años en los medios y la mayoría de las colegas que están en peligro,
nos conocemos, llevamos años en esto, escribiendo en los diarios, revistas, en
la radio. Si no nos conociéramos, pues alguna de nosotras estaría mintiendo y
Lydia Cacho llego a nuestras vidas hace media hora y llegó con un periodismo
que no tiene deontología, haciéndose de un prestigio a través de un escándalo
de una cosa tan delicada como el tema de trata de personas y de la prostitución
infantil y agarrándose de ahí para hacerse víctima. Partes de esa historia que
no son conocidas en los medios y que no soy yo la persona que deba de
platicarlas pero que yo sé y sé que no son éticas. No me parece ético hacerte
fama a costa de las víctimas que luego abandonas o hacerte fama de una
situación. Yo no la incluí, no soy cómplice del engaño. En mi libro sólo hay
periodistas.
De
las entrevistas que hizo, ¿cuál la impresionó más?
Híjoles… Marcela Turati, no sé. Cada
una, todas. El valor de Marcela Turati que en sus reportajes y libros ha
retratado la violencia y el salvajismo de soldados, policías y
narcotraficantes. De lo difícil que es vivir en Ciudad Juárez, en las ciudades
del norte del país. Ella me cuenta que quería ser misionera y de alguna manera
lo es, del periodismo. Es un periodismo muy a flor de piel el que ella hace.
Quería ayudar a los demás y lo hace, recién sacó un libro sobre las víctimas de
la guerra contra el narcotráfico, es una mujer que se toma muy en serio su
trabajo de periodista.
También Dolores
Cordero porque ella encuentra en el periodismo una razón para no suicidarse,
parece una bobada pero si te pones a pensar, el periodismo le salva la vida. Sara
Lovera es una mujer que ha trabajado muchísimo. Ana Lilia Pérez, una jovencita de voz dulcísima y rostro inocente que destapó,
literalmente, la caja de Pandora del emporio gasero Grupo Zeta. Es para mí como
una hija, la adopté. La veo desprotegida pero es una imagen que ella proyecta
porque es una mujer muy fuerte; si no lo fuera no haría ese trabajo que ella
hace, ni se metería en lo que se mete. Se requiere una gran fortaleza de
carácter y una gran conciencia de lo que es el periodismo o para qué debe de ser
el periodismo y Ana Lilia parece quebrase en cada instante y yo la mamá que la
quiere proteger, jajajajaja. Admiro mucho a todas.
De
regreso a la radio.
En 2002 ingresa a Radio Red estación cuyos dueños
son la Familia Aguirre. Trabaja al lado de otro gran periodista: Humberto
Musacchio. Juntos hacen el programa: La
República de las Letras:
“Trabajamos Humberto y yo cerca de
diez años. En el año 2002 nos llamó la familia Aguirre de Radio Red. Gutiérrez
Vivó tenía cerca de un año de haber salido de Radio Red. Los Aguirre
reestructuran toda la emisora a la salida de Gutiérrez Vivó y entonces quedaban
muchos espacios libres y no sólo porque Gutiérrez Vivó se fue. En esos años,
alguien les vendió –a los señores Aguirre- la peregrina idea de crear una barra
sólo deportiva. Todos los sábados y domingos sólo se hablaba de deportes.
Pronto se dan cuenta de ese error, los números no los dejaban ver otra cosa.
Cambian de opinión y entonces hay espacios los fines de semana. Empezaron a buscar
gente. Yo quería estar en Radio Red desde hace muchos años. Empecé en 1979 en
radio UNAM, luego en radio educación hice algunas cosas y en la radio de la
universidad de Guadalajara. Es decir, tenía experiencia. En esa época los que
habíamos buscado un espacio lo encontramos en Radio Red”.
El programa La República de las letras pronto se posicionó en el gusto de los
radioescuchas. Era un programa versátil, donde el tema principal era La
Cultura. Y en dónde ambos entrevistaron a un gran número de artistas y
escritores. Recuerda Elvira: “Humberto entra proponiendo La República de las letras y como Humberto no tenía experiencia en
radio pues me proponen a mí para que trabajásemos juntos, como una pareja
radiofónica. Nos juntan y fue una experiencia interesante”. El programa duró al
aire por diez años pero no fue fácil y la periodista relata:
“Conocí a
Humberto desde hace varios años. Tenemos amigos en común pero no éramos amigos
y esta experiencia nos hizo acercarnos y conocernos, imagínate, convivir
durante diez años. Fue un reto muy grande porque de la noche a la mañana
acoplarse a tener una pareja radial, a hacer una dupla no es fácil. No es fácil
que te respeten, no es fácil respetar, no es fácil darle continuidad a las
ideas. Al principio fue muy complejo, para que pudiéramos hacer una buena
pareja, para tener un diálogo y decirle algo a los oyentes. Pasados los diez
años estoy muy satisfecha de lo que logramos. Pienso que el reto lo cumplimos
muy bien. Y después, los Aguirre me ofrecieron un espacio para mí, que es el
que tengo actualmente y estoy contenta”.
En junio de
2012 Elvira dejó La república de las
letras. Actualmente, Elvira García cuenta con su propio programa, Entre
Nos, en la misma estación de radio. Se transmite los viernes a las 10 de la
noche y en ella hace gala de sus dotes para entrevistar. A la par del programa
que tuvo con Mussachio, Elvira escribía una columna en El Universal dónde trataba distintos temas, todos ellos conectados
por el análisis sobre los medios de comunicación. Pero en 2006 El Universal la despidió después de que
Elvira escribió sobre los hijos de Martha Sahagún y su enriquecimiento
“sospechoso” e inmediato.
“Me
dan las gracias y les doy las gracias. Me invitaron en el año 2000 a hacer una
columna que se llamó Medios de por medio.
Desde 1985 habló y escribo sobre medios de comunicación, quizá a la par de
Fátima Fernández o Raúl Navarro. Tiempo después hice una columna de medios para
La Jornada. Soy fundadora de La Jornada, de alguna forma, y de ahí
publicó en distintos medios. En el 2000 entré a El Universal con una columna sobre medios y empiezo a hablar de los
problemas políticos que hay en los medios o problemas financieros o lo que los
medios detonan con respecto a problemas políticos. En ese momento estaba lo de
los hijos de Martha Sahagún y escribo sobre ello. Entonces el director del periódico,
Roberto Rock me dice que yo estaba en una sección cultural y que me tenía que
remitir solo a los temas de medios culturales. ‘No lo quieres hacer, la puerta
es muy ancha’ y pues fue una cosa en que tres ocasiones me censuraron mi
columna. Por hablar sobre Vicente Fox o Martha Sahagún o un problema sobre una
radiodifusora. Evidencié la administración de Dolores Beistegui en el IMER. Con
documentos demostré que se estaba manejando mal el presupuesto y con el tiempo
confirme que ella era protegida de Santiago Creel. Me llamaron de la dirección
de El Universal. No me interesó
trabajar más ahí”.
En 2005 se integra al Canal 22. En 2009, 2010 y
2011 diseña y dirige las series documentales: Miguel Ángel Granados Chapa: Palabra en libertad y, Julio Scherer García: El periodismo, mi
segunda piel, como homenaje en vida a esos comunicadores. Y también una
entrevista al periodista Jacobo Zabludowsky.
Granados
Chapa, Scherer, Zabludowsky y El Güero Tellez
El quehacer periodístico de Elvira García le ha
merecido siete galardones, entre los que destacan: En 1988, el Primer Premio a
la Mejor Serie Cultural (Del Plato a la Boca), otorgado por el jurado del
Mercado Latinoamericano de Radio y Televisión. En 1993, la Mención Honorífica,
de manos de la Asociación Latinoamericana de Mujeres Periodistas y Escritoras,
por su entrevista con el poeta Jaime Sabines. En 2006, el Premio Nacional de
Periodismo en la categoría: Mejor Columna Cultural por su columna Medios de por medio. En 2010, Mención
Honorífica del Certamen Nacional de Periodismo por su documental: Miguel
Ángel Granados Chapa: Palabra en Libertad. En 2011, el premio
Pantalla de Cristal por Mejor Investigación Iconográfica, por su serie: Julio
Scherer García: El periodismo, mi segunda piel.
En más de seis ocasiones ha sido
jurado en certámenes internacionales de periodismo radiofónico y televisivo. Lo
cierto es que la periodista García ha estado cerca de iconos del periodismo
mexicano.
Háblenos
de Miguel ángel Granados Chapa
A Miguel Ángel Granados Chapa lo admiro
mucho. Lo conocí en la fundación de Proceso.
Yo trabajaba en Revista de Revistas
que dirigió Vicente Leñero. Estaba casada con Rogelio Cuellar, fundador también
de Proceso. Yo no estuve el 8 de
julio de 1976, pero al enterarnos de que don Julio ya no estaba en Excélsior y que Vicente Leñero ya no
estaba en Revista de revistas pues
nos salimos también. No conocí a Miguel Ángel Granados Chapa en Excélsior sino
en la fundación de Proceso. Ahí
empecé a tratarlo. Luego me invita a hacer radio en Radio Educación cuando él
era director pero no entré a Radio Educación porque tenía a mis hijos chicos.
Un año después
entró a Radio UNAM. Y empezamos a vernos en distintos momentos de nuestras
vidas. Nos vemos de nuevo en la fundación de Unomásuno. Y luego en la fundación de La Jornada y bueno nos encontramos en distintos lados, hicimos
amistad y creo que la mejor etapa que tuve con él fue a partir de los años
noventa. En radio UNAM tuve un programa Solo
para periodistas y Miguel Ángel Granados Chapa fue mi padrino. Lo
entrevistó ahí y ahí habla de sus aspiraciones como gobernador de Hidalgo.
Al final estuve cerca de él con el
programa, el documental sobre él.
¿A
quién se le ocurrió el documental?
El documental se me ocurre por que
admiraba mucho a Miguel Ángel, siempre lo leí. En algunos momentos le hable por
teléfono para decirle “oye, me pasa esto” y entonces él me decía que hacer, me
daba posturas éticas. Un hombre con mayor conciencia, un hombre incólume en lo
ético –lo fue para mí- y me daba consejos. Cuando el cáncer ya es evidente yo
me sentí mal, triste, cuando sé que le dan la medalla Belisario Domínguez y yo
lo veo mermado de salud, disminuido; ¡ay!, me entró la angustia de saber que se
iba a morir y de inmediato pensé que Miguel Ángel Granados Chapa no se podía
morir sin ver, sin sentir que la televisión pública le rendía un homenaje, un
reconocimiento.
Miguel Ángel
Granados Chapa no necesitaba el reconocimiento de la prensa escrita ni de la
radio, ya lo tenía. Faltaba el de la televisión pública. Por iniciativa mía
lleve a Miguel Ángel Granados Chapa a canal 22 y el código de ética de ese
medio tiene el esqueleto, la idea de Miguel Ángel Granados Chapa. Me parecía un
acto de generosidad hacerle un homenaje, un reconocimiento a Miguel Ángel, se
lo propuse a Jorge Volpi y aceptó en seguida. Me llevo mucho tiempo hacerlo.
Primero Miguel Ángel Granados Chapa estaba muy mal, después de la Belisario el
ingresa al hospital y se pasa un buen tiempo ahí. Y luego le digo que lo quiero
entrevistar, que estoy haciendo un trabajo sobre él y me dice: “permíteme, me
quiero recuperar, estoy muy agotado”. Y esperamos y el programa salió. Me
siento bien, Miguel Ángel Granados Chapa vio el programa y fue para mí como
decirle que lo respetaba mucho.
Y sobre
la serie sobre Julio Scherer, ¿está satisfecha?
Sí, lo estoy. Mi punto de referencia es
que don Julio Scherer está enojado conmigo.
¿No
cree que faltaron las voces disidentes?
Sí, claro. Las busque, las quise
incluir, pero todas esas voces disidentes me dijeron no, los tengo grabados. “No”,
no quisieron. A todos los tengo grabados con sus no’s. No quería que me dijera
Carlos Marín que no lo busque, o Froylán López Narvaez que él si quería contar
cosas y que yo no le di la oportunidad o Vicente Leñero. Todos me dijeron que
no. Y tengo grabado el no de Julio Scherer. No puede decir que quise pasar por
encima de él. Recién había hecho el programa sobre Miguel Ángel Granados Chapa,
y sabes, en el caso de Miguel Ángel todo mundo decía que sí. Con Scherer fue el
no. Eso me sorprendió.
Cuando hice el
trabajo sobre Julio Scherer se me cayó una parte de admiración que le tenía. Me
di cuenta de que Julio Scherer es muy poderoso, muy poderoso. Ejerce tal
presión, tal apabullamiento sobre las gentes que están a favor de él o en su
contra. La mayoría estaba aterrada. Incluso los que me dijeron sí, tardaron
mucho tiempo en decidirse. Fue una labor ardua de convencimiento. Te digo, los
tengo grabados y los porqués, que da material para hacer un libro pero todo fue
off the record y hay que ser
respetuosos de los no’s de las personas y sus razones.
Me llamo mucho
la atención el poder de don Julio. Que muchas personas le tenían que pedir
permiso para hablar.
A Julio le
avise, le pedí una entrevista, sabiendo que no da entrevistas, sabiendo
–también- que ya dio una y que será un libro. Yo sí lo busque. Cuando me dijo
que no le avise que “lo haría hablar a través de sus libros” y “quiero que lo
sepa y quiero que este de acuerdo”, le dije. “Ya lo sé Elvira y estoy de
acuerdo –me respondió-, puede hacer lo que quiera, confió en usted”. A partir
de eso hice mi trabajo. Respeto a Julio.
¿Con
que se queda después de haber hecho este trabajo?
Con que me quedo –Elvira piensa su
respuesta-, con un hombre muy valiente. Con un hombre que vive fascinado con el
poder. Más a los niveles de don Julio. Es un personaje en sí, es un hombre
culto, simpático, que lee, es un seductor. Sedujo al poder y el poder lo
seduce. Como Carlos Salinas de Gortari que es un hombre seductor que fue
seducido por Julio Scherer y viceversa. No ha habido ningún director de un
periódico como Julio Scherer.
Es un hombre que
le seduce el poder, no es que quiera
hacerse rico con lo que le dan los poderosos. Es un hombre honesto, dice lo que
le regalan en sus libros. Hay otros periodistas que no toman nada y luego nos
enteramos que tienen unos caserones. Vive bien, se lo ha ganado. Es un
periodista seductor, cuando platicas con él tienes que ir bien agarrado del
piso, saber a que vas y que quieres porque sino te cambia la jugada.
No quede al cien
porciento satisfecha porque la disidencia no esta ahí pero estoy tranquila
porque los busque y se negaron, trate de hacer un trabajo equilibrado. No es
una hagiografía, sino un retrato. Hay crítica: está Eduardo Dechamps hablando
de Julio, reportero. Pero bueno, los no’s también dicen mucho del gremio en
nuestro país.
Después
de hacer un trabajo sobre Granados Chapa y Scherer ¿qué la llevo a hacer uno
sobre Jacobo Zabludowsky?
La otra cara del periodismo. Fue un gran
reto. Yo no propuse a Jacobo, lo propuso el canal 22, Jorge Volpi. Al principio
dije que no, pensé que iba a ensuciar el trabajo de Julio Scherer, de Granados
Chapa. Pero luego lo pensé. Y un amigo al que consulté me dijo: ¿Tú sabías que
Julio Scherer y Jacobo Zabludowsky fueron grandes amigos y se terminaron
peleando por pugnas periodísticas? Este amigo me dio datos. Vi que era cierto.
Que en algún tiempo ambos periodistas coincidieron. Y en seguida acepté hacer
el trabajo sobre Jacobo Zabludowsky porque no podía dejar de reconocer que del
otro lado de la forma de pensar y hacer periodismo, esta Jacobo Zabludowsky.
Yo tuve que ver
que no podía tergiversar –de la forma más inocente si quieres- la historia del
periodismo, de una forma de hacer periodismo que empezó en 1950 y sigue
vigente. Empecé a investigar quien es Jacobo Zabludowsky, a adentrarme en el
periodista y quede fascinada. Otro gran personaje y vi a un Jacobo desconocido
por muchos que fue el que quise retratar. Fue un reto grande, porque uno no
puede olvidar tantos años de “ese” periodismo de Jacobo Zabludowsky en
Televisa.
A veces pensé
que no iba a poder con el reto pero lo logré. Me preparé mucho para entrevistarlo.
Leí cerca de 200 entrevistas que ha concedido y me interesaba mucho en las
respuestas que daba. Me di cuenta de que nunca respondió algo que lo sacara de
sus bases. Si había preguntas incómodas él sabía como salirse. No conseguí al
cien por ciento lo que yo quería, lo que me propuse, vi que tiene tres, cuatro
veces el colmillo retorcido y me dio la vuelta en algunas preguntas que le
hice. Jacobo es un hombre que creo escuela, formó muchos periodistas. Formó a
muchas periodistas. Creo un estilo. Un formato. Fue un creativo, un creador.
Oiga,
sé que fue amiga del periodista Eduardo Téllez Vargas, El güero Téllez…
Fue mi maestro, muy amigo de mi padre,
por él lo conocí. Cuando estaba muy chavita el me formó, me pedía que le
enseñara mis escritos. Entonces iba dos veces por semana al sindicato nacional
de redactores de La prensa, él era
secretario general. Un hombre muy educado. Me pedía reportajes y yo se los
entregaba. Me regañaba –yo no sabía escribir-, me ponía como camote. Fue mi
maestro. Pasaron los años. A el güero Téllez le paso algo terrible,
tengo muchas deudas con él. Quiero averiguar qué le pasó. Sí lo sé, pero quiero
saber el por qué. En los primeros años de la década de los ochenta lo atropelló
un auto que venía en reversa a toda velocidad. Es raro eso. Cuando te echas en
reversa no lo haces a toda velocidad. Le rompieron la columna, estuvo sin
movimiento. Su recuperación tardó muchos años y ahí empezó su deterioro. Él
alguna vez me dijo que sospechaba que en su “accidente” estaba involucrado el
narcotráfico.
Él había
publicado sobre el tema de corrupción de policías y narcotraficantes en El Grafico. Tengo un pendiente con él,
tengo que investigar. Lo dejé de ver y luego lo busqué, lo encontré en
condiciones lamentables. Él que había sido reconocidísimo, que se subía a los
aviones presidenciales, que era un reporterazo, acabo muy mal: viviendo en un
cuarto, abandonado, divorciado, conservó su biblioteca y sus expedientes y lo
único que tenía era su pensión. La primera vez que me despidieron de El Universal fue porque publiqué que “El Universal tenía que responder y ver
en que condiciones estaba el güero Téllez,
ese reportero que le entregó años de vida y que tuvo grandes éxitos para esa
casa editorial en la sección de policía”. Al día siguiente me despidieron. Los
últimos días de él fueron terribles.
Él le entregaba
su pensión a la persona que le rentaba el cuarto a cambio de que le dieran de
comer y que le compraran su tanque de oxígeno. Dos días antes de morir me pidió
que me llevara sus archivos y dos días después ya no existían, sólo algunas
carpetas. A la semana me trate de comunicar y el número de teléfono ya no
existía ni las personas que le rentaban.
Periodismo
La mirada y
voz de Elvira ha cambiado. Mujer disciplinada en su trabajo comenta que no
escribe en las mañanas sino por las tardes. “En las mañanas estoy muy lenta
porque estoy desvelada, duermo poco, soy noctámbula por costumbre” y ríe al
contarlo. Abunda: “Mis hijos ahora ya están grandes pero antes pues era de
darles de desayunar, llevarlos a la escuela, y luego ha hacer reportajes pero
después había que ir por ellos, darles de comer, ver la tarea y dormirlos,
entonces trabajaba ya en la noche”. Lectora voraz, tiene temas favoritos:
periodismo, novelas e historia. “Ahora ya no escribo de noche pero no se me
quita el hábito de dormir tarde. Leo mucho en las noches. Es lo que me alimenta”.
Escribe
en su estudio, una ventana permite la entrada de luz que baila conforme avanza
el sol. “Mi estudio tiene una enorme ventana que permite que entre mucha luz,
la ventana da a un lugar muy tranquilo. No puedo escribir con música”. En las mañanas
hace ejercicio: como rutina camina y practica yoga “es fundamental para mí”. Lee
la prensa en las mañanas. Y después de la comida “me pongo a escribir y resuelvo
correos, veo mi facebook”.
Cuenta que es difícil ser free lance
pero a la vez “muy liberador”. Se confiesa admiradora de la periodista italiana
Oriana Fallaci, célebre por sus duras entrevistas.
Sobre su último libro de
entrevistas, Elvira explica que una intensión fue “narrar la parte humana de
las periodistas, la que nadie ve, las de las mujeres y madres” y sin excepción,
todas sus entrevistadas, por su trabajo ejercido, han sido demandadas. “También
es una especie de reconocimiento a una vocación que
hace falta en el país, porque, de forma paulatina, poco a poco los jóvenes han
dejado de lado el periodismo de investigación buscando en seguida convertirse
en locutores famosos, reconocidos pero sin buscar ser talentosos, y en ese mal
enfoque que tienen los muchachos, los que hacemos periodismo tenemos una
responsabilidad”.
¿Podrías darnos una definición de periodismo?
El periodismo está lleno de claroscuros,
así es el periodismo nuestro. A veces el periodismo mexicano me decepciona.
Gente que se dice periodista me avergüenza, columnistas que se dicen “buenos
periodistas” no los querría como amigos, y no los quiero. No los respeto. El
periodismo mexicano, a veces, se ha prestado para canonjías, para hacer
negocios, para calumniar, para hacerse de poder. Pero también el periodismo
mexicano se ha utilizado o es hecho para decir la verdad o lo que uno cree que
es la verdad, para que la sociedad esté informada y tome mejores decisiones. Es importante que no dejemos morir al periodismo escrito
porque en ese periodismo está la reflexión, el análisis; se reivindica la
investigación que es el sustento fundamental de todo comunicador.
¿Esta escribiendo algo ahora, otro libro quizá?
Sí. Llevo rato en una biografía sobre
Elena Garro. Un amigo que trabajaba en el archivo general de la nación me dio
unos documentos desclasificados y leí que la escritora sí fue espía. Yo tenía
otra historia y éstos documentos me obligan a rehacer todo el trabajo y a
investigar más. Ahora, si tengo un libro que escribir me encierro en mi
estudio. No voy al cine mientras lo hago o al teatro. No salgo. Y es un proceso
en el que me divierto mucho y en el que sufro mucho, porque me cuestionó de que
ya lo tengo que terminar… porque me estoy tardando tanto… porque no escribo
bien. Me regaño mucho.
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