Ochenta años de esplendor, cien años de historia
Abraham Gorostieta
En una solemne y majestuosa ceremonia
fue inaugurado oficialmente el Palacio de Bellas Artes, un veintinueve de
septiembre de 1934 por el presidente de México Abelardo L. Rodríguez. Se inició
así una nueva etapa en la vida cultural mexicana, una puerta al desarrollo y
expresión artística. Considerado uno de los edificios más bellos de la Ciudad
de México, la historia del Palacio de Bellas Artes fue una de las tareas más
largas y costosas en las obras de construcción de esta ciudad. Treinta años
duro su planeación, diseño y construcción. En síntesis el Palacio es un claro
ejemplo de la evolución tardía de nuestra cultura que es aplazada por periodos
de nuestra historia contemporánea.
Así pues, el
Palacio de Bellas Artes vio el esplendor del Porfirismo, la llegada de la
Revolución Mexicana, las guerras intestinas por el poder de los jefes máximos
de la Revolución, el retiro de los militares del gobierno, la llegada al poder
de los civiles y la llegada de los tecnócratas.
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En el mes de marzo de 1901 el proyecto
le fue encomendado al eminente arquitecto italiano de 30 años de edad, Amado
Boari. Es bien conocida la orientación europeísta que prevaleció durante el
régimen de Porfirio Díaz (1877-1911). Todas las tendencias del arte buscaban la
incorporación de México a la Cultura Universal y “sólo podía” lograrse en los
términos y trayectos de los científicos y artistas europeos. El gobierno del
general Díaz adoptó esta perspectiva a conciencia, la hizo suya. Entonces,
todos los terrenos fueron contagiados por esta “orientación”, la filosofía, la
ciencia y el arte; más aún también lo fueron en el campo de las costumbres
ciudadanas, de la moda y el protocolo oficial. No se podría escapar la
arquitectura de que introdujeran a México los nuevos estilos europeos, e
incluso los materiales de construcción.
En este caso se
trataba, en 1901, de hacer la construcción de un gran Teatro Nacional; pero
desde el principio se contó con poco tiempo para la preparación –sólo nueve
años-, para los festejos programados, en conmemoración del Centenario de la
Independencia; además se pretendía que este Teatro Nacional superara en todos
los sentidos a los mejores teatros europeos.
En aquel año,
Adamo Boari viajó a México para recibir el encargo de construir la magna obra.
El lugar del futuro Teatro Nacional era en el costado oriente del parque de la
Alameda, donde se encontraba el teatro de Santa Anna, construido sesenta años
antes, por el arquitecto Lorenzo de la Hidalga e inaugurado por el presidente
Santa Anna en enero de 1844.
En julio de
1901, cuatro meses después de que Boari hubiese aceptado su encargo, el Teatro
Nacional de Santa Anna fue demolido. Se expropiaron también las casas que
ocupaban el espacio de lo que hoy llega hasta la avenida Juárez y que tapaban
totalmente el acceso a la calle 5 de Mayo. Uno de los propósitos del proyecto
era precisamente hacer transitable una avenida que uniera al Zócalo con el Paseo
de la Reforma.
Adamo Boari fue
entonces comisionado por el gobierno de Díaz para realizar los estudios previos
que considerara necesarios. Dedicó todo lo que quedaba del año 1901 y la
primera mitad de 1902 a recorrer Europa con el objeto como dijo luego en sus
memorias, de “estudiar los principales teatros y proporcionarme así los datos
comparativos necesarios”. Al regreso de su largo viaje definió su elección con
las siguientes palabras:
Un nuevo
movimiento parece iniciarse en los albores del presente siglo, movimiento que
se impone porque ha nacido espontáneamente en varios países preclaros por sus
tradiciones y sentimientos artísticos. Me refiero al arte nuevo. No cabe duda
que el adjetivo ‘nuevo’ refiriéndose a la palabra arte carece de sentido; pero,
como quiera que se llame: Liberty Art, o Arte Florial, o
bien Art Nouveau, tal calificativo, vago pero universal, sirve
perfectamente para traducir las diversas manifestaciones de este movimiento
cosmopolita modernísimo... Lo dicho hasta aquí es sólo un preámbulo para
asentar que la arquitectura exterior del futuro Teatro Nacional de México será,
ciertamente, de las antiguas proporciones clásicas, pero rejuvenecidas con las
nuevas aplicaciones: y en cuanto a la interior, seguirá más libre las huellas
trazadas por el Nuevo Arte Decorativo Moderno.
Adamo Boarí tenía ya pensado su proyecto
y pronto presentaría los planos. En julio de 1092 propuso su primera idea de lo
que sería el Teatro Nacional, ahora Palacio de Bellas Artes: “el edificio podía
considerarse dividido en dos partes: una, como verdadero teatro de ópera; otra,
iluminada con luz directa puede funcionar independientemente de la primera y
permanecer siempre abierta. Albergaría un gran salón para fiestas, que a su vez
pudiera servir para conciertos, reuniones académicas, etc., también tendría un
gran restaurante y un suntuoso hall con entrada independiente para
los carruajes”.
Finalmente en
marzo de 1904, presentaría su proyecto definitivo ante la SCOP (Secretaría de
Comunicaciones y Obras Públicas). Dieciocho planos, dos acuarelas, y una
memoria explícita fueron estudiados por una Comisión compuesta por
los arquitectos Rivas Mercado, Gorozpe, Campos, Fernández Leal y otros.
En sus memorias
el joven arquitecto Boari visualizaba así su obra:
El teatro surge
en el centro de la capital al lado de un vasto y añoso parque. Una pergóla
recubierta de flores tropicales liga y conjuga el antiguo bosque con los nuevos
jardines del teatro. El edificio esta revestido íntegramente en sus cuatro
fachadas, de mármoles italianos y mexicanos. Mide 96 metros de frente y 116 de
largo, y ocupa una superficie de dos hectáreas, incluyendo rampas y escaleras.
Y así seguía describiendo hasta los más
mínimos detalles. El presupuesto de la obra era de 4,190,884.00 pesos y su
duración aproximada de 4 años. Así en el mes de noviembre de 1904 se iniciaron
las obras de excavación. Los trabajos alcanzaron su máxima intensidad entre los
años de 1908 a 1910, vencido ya el plazo originalmente estimado y pisando el
año del Centenario de la Independencia, motivo por el cual fue mandado a
construir.
*******
En ese lapso se avanzó bastante, pero el
Teatro no pudo ser terminado para la fecha prevista. En 1913, tras el asesinato
del presidente Francisco I. Madero y la irrupción en el poder de Victoriano
Huerta, se suspendió la obra y Adamo Boari tuvo que abandonar el proyecto en
1916. La intensidad de aquella época y los grandes cambios políticos y sociales
que vivió el país en ese período, en medio de la gran crisis económica que se
padecía, impidió que se continuara la construcción. El edificio quedo
inconcluso por más de 19 años. Algunos intentos de retomar el trabajo, como el
ordenado por Venustiano Carranza en 1919, fueron fallidos, y no fue sino hasta
1932 cuando se reanudaron las obras. El proyecto de Adamo Boari volvía a cobrar
vida, pero en gran parte sería modificado: eran otros los intereses nacionales
en el campo de la cultura, y nuevas las necesidades que lo revitalizaron.
En el segundo
periodo –el de la terminación-, (1932-1934), la tarea se reorientó en función
de la síntesis del proyecto propuesta por el arquitecto Federico E. Mariscal y
de la idea que tenía el ingeniero Alberto J. Pani, secretario de Hacienda, de
contar con un edificio que albergara una institución nacional de carácter
artístico. Este segundo programa arquitectónico se caracterizó por la
adaptación de los interiores a las nuevas necesidades y por el aprovechamiento
de los espacios que en el proyecto de Boari tenían un sentido únicamente
decorativo.
La nueva
distribución del interior del Teatro Nacional dio lugar a un espléndido museo.
De las paredes interiores del palacio faltan algunas de las esculturas y
adornos propuestos por Boari, pero en cambió se cuenta con obras de los
muralistas José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Jorge
González Camarena y Rufino Tamayo.
La entrada para
carruajes se convirtió en parte del edificio, ampliando su planta. El
originalmente Teatro Nacional, ahora Palacio de Bellas Artes y sede del
Instituto Nacional de Bellas Artes, es resultado de dos épocas, y de muchas
ideologías estéticas y sociales y finalmente de una necesidad. Todos estos
elementos conjugados representan parte importante de la historia cultural de
México, en gran medida refleja la evolución tardía y aplazada por varios
periodos de nuestra historia contemporánea.
FIN FIN.
Datos curiosos:
Estética
en la estructura del Palacio
Se han discutido mucho los valores
estéticos del Palacio de Bellas Artes. En 1930, cuando el arquitecto Mariscal
reconsideró el proyecto de Boari, y más aún en 1932, cuando el ingeniero
Alberto J. Pani, modificó esencialmente su sentido, las opiniones sobre el
Palacio eran despectivas entre arquitectos, críticos, profesores y
artistas.
El
Hundimiento del Palacio de Bellas Artes
Previniendo el enorme peso del edificio
(enorme estructura de acero, estructura adicional de concreto, paramentos de
mármol), Boari encomendó su cimentación a un eminente constructor norteamericano,
el arquitecto W. H. Birlomire, de Nueva York, que, de acuerdo con Boari,
concibió un compacto emparrillado de viguetas, relleno de concreto, lo que se
trataba de una “plataforma flotante”. Dicha cimentación fue realizada en un
término relativamente breve (seis meses). No se calculó bien o se excedió el
peso del edificio en más de dos kilos por centímetro cuadrado. Cuando empezaron
a colocarse los paramentos todo el edificio comenzó a hundirse. La casa
Milliken Brothers, de Nueva York, propuso, y fue aceptado, circundar la
plataforma con ataguía de acero engargolada, e inyectar el terreno con una
mezcla de cemento y lechada de cal grasa. Se aplicaron 20 inyecciones de este
tipo entre 1909 y 1911, y gastando 950 toneladas de cemento. En 1919 por
órdenes de Venustiano Carranza se repitió el tratamiento, pues el hundimiento
siguió. Nuevas inyecciones se realizaron en 1922 y cuando el arquitecto
Mariscal entregó la obra terminada el ingeniero Marte R. Gómez dio por sentado
en su informe que el hundimiento había sido detenido. Años después el
hundimiento siguió. En la década de los sesenta el hundimiento por fin se
detuvo con las nuevas técnicas de inyección.
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