Pedro
Valtierra: En los ojos de un fotógrafo
Por Abraham
Gorostieta
Pedro Valtierra
es un personaje singular en México. Un self
sade man. Casi cuatro décadas de fotografiar a un país que siempre esta en
permanente convulsión. Su lente ha registrado en luces y sombras casi medio
siglo del país a través de personajes de la política, de la cultura, de la
sociedad. La curiosidad, intangible en todo periodista, ha llevado sus pies por
Centroamérica, principalmente Nicaragua, país que se sumergía en la guerrilla
y, en medio de las balas, el jovencito Valtierra, cámara en mano, también
disparaba. No con un fin ideológico sino simplemente registraba un país en el
olvido, pobre y jubilosamente bélico.
La
curiosidad nunca descansa, no duerme. Se apodera del periodista y lo hace mover
de nuevo los pies. Esta vez llega más lejos: la República Árabe Saharaui
Democrática. Desierto y guerra. Escenas de revuelta y rebelión. Curiosidad
maldita que mueve los pies de nuevo. Pedro Valtierra registró a través de su
ojo el éxodo del Mariel en Cuba en 1980.
“El
fotógrafo vive para la cámara”, confesó alguna vez Héctor García. La afirmación
es cierta, contundente. Curiosidad oportuna, a través de sus ojos vimos
reflejadas las imágenes del terremoto que destruyó una parte de la ciudad de
México. En el libro Nada, Nadie de
Elena Poniatowska las historias ahí narradas desgarran el alma, las
fotografías, en su mayoría tomadas por Pedro Valtierra calan más hondo, mueven
al escalofrío.
Curiosidad
que mantiene a la expectativa a un país que despertaba con jaqueca un primero
de enero de 1994. El fotógrafo Valtierra, como pocos, supo que la imagen es
decisiva, irrefutable y es así como consigna la irrupción del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional en la Selva Lacandona.
Curioso
permanente, Valtierra aconseja: “La fotografía se hace con la cabeza y el
corazón y es por eso que la imagen dialoga con el que la mira”.
Voy
a ser fotógrafo no más.
Considerado por
sus amigos, por la crítica y por los académicos como uno de los mejores
promotores de la fotografía documental de México, Pedro Valtierra es
incansable. Fundador de la Fototeca de Zacatecas Pedro Valtierra, ha colaborado en los libros La Batalla por Nicaragua, editado por Unomásuno; Nicaragua, un país propio, editado por la UNAM; El Poder de la Imagen y la Imagen del Poder, editado
por la Universidad Autónoma de Chapingo; Imágenes de La Jornada,
editado por el propio diario; Nicaragua, una noche afuera,
con un texto de Jaime Avilés; Zacatecas, editado
por la Universidad Autónoma de Zacatecas, el Colegio de Bachilleres, el
gobierno del estado de Zacatecas y la agencia Cuartoscuro.
A
lo largo de su trayectoria como fotoperiodista, en México, Canadá, Cuba,
España, Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Venezuela, Ecuador, Guatemala y
Costa Rica, Pedro Valtierra ha montado cerca de 300 exposiciones, individuales
y colectivas.
No es un baby boomer pues nace en 1955, en
Fresnillo, Zacatecas, tierra ganadera y de yacimientos ricos en plata, cobre,
plomo, magnesio, hierro y cinc. Sus padres, campesinos, le hicieron ver que la
cultura del esfuerzo rinde frutos. Valtierra cuenta:
Mi
padre fue un campesino. Hombre trabajador y luchón. Trabajó muchos años en Mica
y de muchas cosas: como carpintero, como albañil, como velador. Yo creo que a
mi padre de veras le gustó mucho ser carpintero. Le gusta mucho trabajar el
tallado de la madera; tiene dotes y cualidades pero las necesidades diarias no
le permitieron ahondar en ellas. Nos tenía que sacar adelante. En estos últimos
años él se dedica a esto de tallar madera. Ahora tiene 86 años.
Pedro Valtierra
está sentado en su escritorio. Atrás de él una pintura enorme abarca casi toda
la pared, su paleta de colores es cargada a los cálidos. Sobre su escritorio,
seis, siete periódicos: Milenio, Reforma, El Universal, El Financiero,
La Jornada, 24 Horas, El País. Hombre
robusto, de hombros macizos y de manos que dan un fuerte apretón. Moreno. Viste
mezclilla, ropa de chamba. De repente, las oficinas de Cuartoscuro, su agencia
fotográfica se llena de olor a café: “Los fotógrafos deben saber hacer un buen
café y lavar su taza” dice y en seguida le da un sorbito a su humeante taza,
apenas si se moja los labios.
Viví
en un rancho hasta los 12 años. Heredé de mis padres el gusto por la chamba y
de él la herencia creativa. Al igual que mi padre también tuve muchos oficios:
fui albañil, mecánico, vendí discos en la calle, vendí ropa en el mercado de
Cartagena con paisanos zacatecanos. En Zacatecas cuidaba chivas, vendía
periódicos en la calle, El Heraldo de
Zacatecas, El Sol de Zacatecas. La
necesidad te hace tener muchos oficios.
Llegó a la
ciudad de México siendo un jovencito, a los 15 años de edad. En 1970, la ciudad
de México tenía una sociedad con heridas frescas que en dos años no
cicatrizaban. Aún así la noticia más
importante en ese entonces era la inauguración de las primeras líneas del
metro. La curiosidad y el temor que causaba abordarlo. A esta ciudad llega el
joven Valtierra y pronto se pone a trabajar como bolero en la residencia
presidencial, Los Pinos.
Ser
bolero me llevo a bolear a Los Pinos, primero afuera y luego, un día faltó el
bolero del Estado Mayor Presidencial y me quede a bolear ahí, adentro, en su
lugar. Le daba bola a los reporteros de la fuente o a periodistas que iban y
muchos de los que estaban ahí, y todavía siguen pues me tocó darles bola.
Pero un mundo
mágico apareció ante sus ojos: la Fotografía. “Un día subí a darle grasa a los
laboratoristas del cuarto oscuro. Empecé como asistente del laboratorio. Poco
después me nombraron conserje de Los Pinos”, cuenta el fotógrafo. En 1973 es
auxiliar de laboratorio “los fines de semana apoyé a los fotógrafos de
Presidencia. Al mismo tiempo inicié mis estudios en el CCH Naucalpan”. Dos años
después se convirtió en fotógrafo de la Presidencia de la República. Valtierra
le da otro sorbo a su café, pasa el trago y narra:
Un
día conocí el laboratorio de fotografía de Los Pinos y vi como revelaban y como
imprimían. El cuarto oscuro. La luz ámbar y me gustó mucho. Me apasionó y ahí
me quede y ahí aprendí el oficio de fotógrafo en el laboratorio de Los Pinos
con Manuel Madrigal, con Leopoldo Morales que eran los laboratoristas, con
Gordoa, con El Chino Pérez. Ellos me
enseñaron pues yo era un joven de 16 años y ahí aprendí el oficio de fotógrafo
y tuve muchas ventajas, pues me enseñaron desde trapear los pisos hasta
preparar los químicos de revelado. No voy a decir que soy bueno en eso pero
aprendí la técnica, digamos, el valor de la hidroquinona y todo eso y así
empecé. Después comencé a agarrar la cámara pero si es muy importante que
conozcas el laboratorio. No hablo bien de mí, sino así es la vida, así es el
trabajo y aprendí gracias a que existían estas gentes que fueron generosas
conmigo.
Cuando termina
el sexenio de Luis Echeverría todo en Los Pinos se renueva. El equipo de
fotografía que llegaba con José López Portillo lo quita como fotógrafo y lo
regresa al laboratorio. Para ese entonces a Pedro Valtierra nadie lo separaría
más de una cámara. Renuncia a su trabajo y se va probar fortuna en El Sol
de México cuyo editor era Benjamín
Wong “ahí empecé a escribir y fotografiar al mismo tiempo”, dice Pedro y
prosigue:
Una
vez que terminé mis estudios en el CCH en Naucalpan, fui a inscribirme a la
Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM. Ahí hice el primer año y nada más.
En 1977 comencé a reportear en El Sol del
mediodía y pues me mandaban a hacer notas de los basureros o de diversos
temas. Al diario le convenía que yo hiciera notas y que tomara fotos. El editor
era Benjamín Wong, luego Ruiz Amieda, Magdaleno Saldivar, Carlos Figueroa.
Carlos Figueroa me apoyaba mucho, me mandaba a hacer reportajes y escribía yo
mis notas y metía mis fotos. En un momento pensé dedicarme a escribir y no
hacer fotos pero lo que a mi me apasionaba era tomar fotos. Fue en El Sol de mediodía donde decidí mi
destino. Tenía órdenes de cubrir conferencias. Notas y fotos. No hacia bien ni
la una ni la otra pues necesitaba estar concentrado para tomar fotos y
necesitaba estar concentrado para escuchar la conferencia y tomar datos.
Entonces se me iban muchos datos o muy buenas fotos. Si yo estaba en el
diarismo era bastante complicado. Eran tres órdenes de fotos y cubrir dos
notas.
Y sin más
decidió seguir sus convicciones y la imagen le gano a la palabra. Pedro
Valtierra tomó la cámara y abandonó las notas. Presente en el ambiente
periodístico de esos años estaba en la mente de todos lo ocurrido en Excélsior. La fotografía tomada por Juan
Miranda ya era legendaria: Julio Scherer saliendo del periódico flanqueado por
Abel Quezada y por Gastón García Cantú. Atrás, todos los reporteros y algunos
editorialistas que estaban y acompañaban al director depuesto. Este hecho, por
sí solo, creo dos proyectos: Proceso
y Unomásuno. Pedro Valtierra se
incorpora al segundo.
Becerra
Acosta es un personaje poco estudiado
El periodista
Raymundo Riva Palacio en uno de sus análisis que hace sobre la prensa mexicana
reflexiona: “Con todo lo simbólico que ha representado el caso Excélsior en las relaciones de la prensa
y el poder en México, aquél no era un proyecto de cambio como lo fue, con
derecho ganado, Unomásuno. No fue Excélsior un periódico que apostó por la
transformación de la sociedad y que reconoció la diversidad de la reconstituida
sociedad mexicana. A diferencia de Unomásuno,
con la excepción de Heberto Castillo. Excélsior
nunca abrió sus puertas a la izquierda, ni introdujo reformas estructurales a
la manera de cómo hacer periodismo”.
Dentro
de las innovaciones de las que habla Riva Palacio, Unomásuno introdujo el tamaño tabloide francés para un diario de
información general pues solo este formato estaba pensado para diarios
deportivos o de nota roja. Rompió también con el criterio anglosajón que
dictaba la norma de tener páginas editoriales fijas, colocando la opinión a lo
largo de sus diferentes secciones. Introdujo elementos interpretativos en los
géneros de noticia y reportaje. Se quitó el pesado conservadurismo del lenguaje
y lo liberó. Y al final, no sin ser tan importante como las anteriores, la
fotografía obtuvo un lugar preponderante, lo cual innovaría el periodismo
fotográfico y crearía una escuela que ha generado talentos reconocidos
internacionalmente.
En
el libro Manuel Becerra Acosta de
Alegría Martínez el propio Becerra dice: “La fotografía cobró más importancia
en nuestro diario, por algo los fotógrafos son mis amigos. Encontraron el
afecto, el aprecio que les solía faltar, la atención hacia su obra, el
estímulo. Un fotógrafo asistía a las juntas de evaluación. Es hasta que llega Unomásuno que se toma en cuenta el trabajo de los
fotógrafos”.
Pedro
Valtierra reflexiona sobre esto:
El Unomásuno es de los primeros periódicos
que le dan esta importancia a la fotografía, de los primero de la época
contemporánea. Hay otras revistas y otros medios que lo hicieron antes, claro,
pero no diario y de manera tan destacada. Fue idea de don Manuel, pues en el Excélsior de Scherer no se practicaba,
por lo menos con está claridad no. Unomásuno
lo practica en una actitud absolutamente periodística sin atender a intereses
del gobierno sino atender a los intereses de la sociedad –de pronto, explicar
esto en la actualidad es complicado-. Becerra Acosta atendía siempre intereses
de la sociedad, no del Estado. Ahora muchos medios atienden intereses del
Estado y no de la sociedad ni de sus lectores.
Pedro Valtierra
va en su tercera taza de café. La revista Foto
Zoom lo nombró el fotógrafo de prensa de la década 1975-85. En 1983 recibe
el Premio Nacional de Periodismo en fotografía. Valtierra trabajaba en el Unomásuno. El legendario director
estimulaba a sus fotógrafos. Pedro recuerda así a Becerra:
Me
hubiera gustado ser su amigo. Le tengo mucha admiración. Trabajé con él. Estoy
muy agradecido porque me dio la oportunidad de estar en el Unomásuno y por haberme apoyado tanto. No solo al ser fotógrafo en
las guerrillas centroamericanas sino también en otros temas que cubrí. Quiero
decir que Manuel Becerra Acosta es un gran personaje no solo para el periodismo
mexicano, es un gran personaje poco estudiado, poco analizado. Siempre he
trabajado con mucho entusiasmo con los reporteros. He fotografiado a muchos
personajes del ámbito político, cultural y social de México y no solo
personajes importantes, que lo son, sino también personajes de la vida,
personajes que realmente tienen mucho que decir y eso me apasionado mucho.
Cuenta Alegría
Martínez sobre Becerra Acosta: “Podía nadar libremente en la mirada del otro y
con lo que descubría su inteligencia y su intuición armaban una suerte de gran
rompecabezas que era su mecanismo para relacionar intenciones y sucesos; todo
eso integraba algo de su ganancia previa. Era parte de su eterno afán lúdico,
pero a veces su estado de ánimo o los acontecimientos le eran adversos, y
entonces el juego dañaba la comunicación: él, empecinado en que uno le dijese
con palabras claras algo difícil de embonar en el lenguaje, le gustaba jugar a
la contra”.
Valtierra
cuenta una anécdota:
Llegue
de mi primer viaje a Nicaragua. Iba con Guillermo Mora Tavares. Nos habían
expulsado del país pues habíamos hecho una entrevista a Sergio Ramírez en Managua
y a Tirado López en Costa Rica. Al regresar a Managua, la policía nos detiene y
nos suben al avión para México. Todo un escándalo. Al llegar a México nos
recibe Becerra Acosta y nos pregunta a Mora Tavares y a mí “Haber, ¿Qué pasó?”.
Le narramos lo sucedido, sobretodo Mora Tavares fue el que habló. Manuel
Becerra lo escucha y luego le dice unas palabras y se despiden. Becerra Acosta,
todo un personaje, un gran hombre, todo un actor histriónico. Me detiene y me
pide que me quede –yo tendría 23 años- y me dice: “Ahora sí, dígame que
sucedió”. Él sabía y él conocía a su gente.
Pedro Valtierra
cubrió para el Unomásuno el conflicto
del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua en 1979. “Fue una
guerra que duró mucho tiempo. Estuve mes y medio. Pero en la guerra el tiempo
es otro. Estaba solo con los otros corresponsales. Tenía que planear mi día,
hacer mi agenda, revelar, imprimir, transmitir mis imágenes. Mi base era
Managua, la capital, pero estuve en León Estelí, y otras ciudades”, cuenta el
fotoperiodista.
El
Jefe de información del Unomásuno en
1979 era Marco Aurelio Carballo y el periodista Rafael Cardona lo sustituía de
vez en cuando. Es Cardona quien lo envía a Nicaragua. “Alguna vez le pregunte
porque me había enviado –cuenta Valtierra- y me dijo, ‘pues porque me gustaba
como trabajabas y las ganas que tenías’. De los ocho fotógrafos que estábamos,
a mí me escogieron y yo tenía ganas de ir”. Valtierra explica como fue que se
decidió irse a un conflicto armado y regístralo en imágenes:
Ahora
no iría a cubrir conflictos armados. Los conflictos armados de ahora son
iguales a los que yo cubrí. Me interesa el tema de la guerra: Sí. Pero me
interesa como cualquier otro tema. ¿Me gusta el tema de la guerra? Sí, me
parece interesante pues hay mayores posibilidades de fotografiar buenas
imágenes en la guerra que en la paz. ¿Qué es lo que me motiva? Pues las ganas
de hacer cosas diferentes, eso no nos convierte en mejores hombres o en
superhéroes. Además había un contexto latinoamericano. Me considero una persona
que se preocupa por su país, por su sociedad, por los seres humanos. Con la
fotografía como fotoperiodista, no digo que se van a resolver las cosas pero
contribuyo a informar lo que a mi me corresponde. Lo que yo veo, lo que yo
pienso.
En 1983, por una
disputa de poder, Unomásuno se
fracturó. El subdirector Carlos Payán; el subdirector editorial, Miguel Ángel
Granados Chapa; la subdirectora de información, Carmen Lira; y del jefe de
redacción, Humberto Mussachio junto con el asesor de la dirección, Héctor
Aguilar Camín salen del diario. Seis días después 45 escritores y
editorialistas renuncian. Doce días más adelante, Fernando Benítez deja el
periódico y la dirección del suplemento Sábado.
La mayoría de los renunciantes, funda el diario La Jornada.
Nunca
he creído en el divisionismo
Valtierra sale
del Unomásuno junto con Miguel Ángel
Granados Chapa, ambos son fundadores del diario La Jornada en donde es jefe de fotografía por dos años. El año de
1984 fue productivo para Valtierra pues organizó y dirigió la Agencia Imagenlatina. En
ese año imparte talleres y conferencias de fotoperiodismo mexicano
contemporáneo a medios de comunicación y universidades. También recibió
el Premio de Adquisición en la Primera y Segunda Bienal de Fotografía del
INBA. La Asociación de Reporteros Gráficos de la Ciudad de México lo
reconoce por la mejor foto del año. Dos años después es editor del suplemento Cuartoscuro del periódico Las Horas Extras,
editado por Víctor Roura. Ese mismo año recibió la Medalla de Plata en Moscú
que otorga la Organización Internacional de Periodistas.
Sobre
esos años Valtierra refiere:
Salgo
del Unomásuno junto con Miguel Ángel
Granados Chapa y un grupo de periodistas y fundamos La Jornada. Va a sonar egocéntrico pero yo fui el único fotógrafo
que salió del Unomásuno cuando se
divide el periódico. Nunca lo había dicho pero lo digo porque de repente pasan
cosas curiosas en este medio o versiones de gente que son apócrifas, hay
fotógrafos que cuentan la historia de la ruptura en Unomásuno y la verdad es que en esa época ni habían nacido. Me
salgo creyendo en el proyecto de Payán, de Granados Chapa, de Mussachio, de
Lira y Aguilar Camín. No estaba del todo convencido del proyecto. Le tenía
mucho cariño y respeto a Becerra Acosta. No estaba muy seguro de lo que íbamos
a iniciar pero me tenía que decidir y me decidí por ese grupo ya convencido de
que uno no puede ser de medias tintas. Fui jefe de fotografía de La Jornada, hice el proyecto en el
diario, junte a la gente necesaria, le di estructura a ese departamento.
Entre 1991 y
1992, La Jornada entra en conflictos
internos. El grupo que lo fundó estaba dividido en distintos bloques y se
enfrentaban entre sí. Pero en sí eran tres grupos: Aguilar Camín comandaba uno,
que se apoyaba en los intelectuales del grupo Nexos que escribían en el diario. Otro era el grupo de Carlos
Payán, que era el más numeroso y el que controlaba más acciones y, un tercer
grupo, que lo encabezaba Miguel Ángel Granados Chapa que, al no ser designado
como director –en una asamblea se modificaron los estatutos para permitir la
reelección de Payán- renunció al diario. Valtierra abunda sobre los
hechos:
En La Jornada estuve dos años pues entramos
en un conflicto interno y me salgo, nuevamente, junto con Granados Chapa. No es
que estuviera reñido con los colegas sino al contrario, yo estaba con todos,
con todos. Nunca he creído en el divisionismo, desde el Unomasuno. En La Jornada
se dividió el grupo y yo hice todo lo posible porque eso no sucediera. Hubo
factores que llegaron y que fueron determinantes para que el grupo se terminara
dividiendo. Yo nunca estuve de acuerdo. Pienso que vale la pena, vale mucho la
pena sacrificar tus proyectos personales con tal de mantener –en el caso del
periódico- la unidad. Me parece que nos hubiera ido mucho mejor, en todo, pues
era una gran propuesta. Salgo junto con Granados Chapa porque teníamos un
proyecto.
En 1990, junto
con Miguel Ángel Granados Chapa fundan la revista Mira en donde es director por dos años. Un año después nace la
revista Cuartoscuro que se apoyaba en
la agencia fotográfica del mismo nombre fundada por Pedro en 1986. En 1994
obtiene el segundo lugar en el concurso “México en la Encrucijada”, celebrado
en Munich, Alemania, y ese mismo año es elegido como el fotógrafo del año en
prensa por la revista La Diosa de la Luz.
El año de 1994 es convulsivo en la vida mexicana y los diarios necesitaban a
experimentados fotoperiodistas que dirigieran sus departamentos de fotografía,
es así que por segunda ocasión, fue coordinador y editor de fotografía en La Jornada hasta el fin del milenio.
El
derecho a reservar tu propia imagen
Un semanario
“para ver, leer y pensar” nace en la ciudad de México el 14 de febrero de 1990.
Mira era su cabezal y en el
directorio estaba Miguel Ángel Granados Chapa, director general y Pedro
Valtierra, director. Este en sí es un acontecimiento, pues era la primera vez
que un fotoperiodista llegaba a ese cargo. La revista Mira se presentó así ante sus lectores: “Estamos persuadidos de que
satisface un tipo especifico de necesidad informativa, la que en la perspectiva
de una semana requiere explicación e interpretaciones, para aliviar
perplejidades o suscitar nuevas incertidumbres. Y estamos también convencidos
de que un amplio y calificado sector del público, formado en la cultura visual,
apreciará el que revaloremos el lenguaje de la imagen como elemento principal y
no accesorio del mensaje que proponemos”.
Si
Pedro no pudo ser amigo de Becerra Acosta si lo fue de Granados Chapa:
Miguel
Ángel fue mi amigo. Un gran comunicador. Estudioso del periodismo entre otras
virtudes. Serio, honesto. Con el que compartí varios proyectos. Primero Unomásuno, luego La Jornada, y la revista Mira.
El primer
contacto del fotoreportero con el periodista lo narra el propio Valtierra: “Oiga, Pedro, permítame felicitarlo por sus fotos,
me dijo con esa voz pausada, suave, nada menos que Miguel Ángel Granados Chapa,
subdirector y coordinador editorial de Unomásuno.
Era 1980; acaba de regresar de la guerra en Nicaragua, donde había permanecido
dos meses y pertenecía a la infantería de la fotografía. Era mi primer cara a
cara con él”. Y agrega: “A Miguel Ángel siempre le gustó mucho la foto, lo cual
contribuyó a que hayamos trabajado juntos. Es poco conocido su apoyo a los
fotoreporteros en las salas de redacción y en la arena pública, como cuando
exigimos el derecho de propiedad intelectual sobre las imágenes que tomamos”.
Uno
de los varios episodios que vivió está publicación fue una fotografía publicada
en portada de uno de los más discretos intelectuales mexicanos: Gabriel Zaid.
El escritor no se dejaba ver públicamente y menos fotografiar.
Nos
narra el propio Valtierra: “Miguel Ángel
me pidió que tomara unas fotos de un encuentro de intelectuales en el Museo de
la Ciudad México. Cuando entré al Museo, en el patio central ya no cabía ni un
alfiler, pero siempre cabe un fotógrafo. Allí estaban Lorenzo Meyer, Jorge
Eugenio Ortiz Gallegos, Arnoldo Martínez Verdugo, Heberto Castillo, Carlos
Fuentes, Carlos Castillo Peraza. Jorge Eugenio Ortiz Gallegos, me dijo: ‘Mire,
Pedro, quiénes están ahí; ahí tiene la foto’. Eran nada menos que Gabriel Zaid
y Carlos Fuentes, en plena charla, gesticulando y moviendo las manos con
énfasis. Pero tenerlo esa noche frente a mí, a menos de un metro, sin pensarlo
mucho, le disparé, ahora sí que a quemarropa, y qué mejor que con Carlos
Fuentes. Cada uno representa dos corrientes ideológicas, me dije. Muy
quietecito, manteniendo la respiración, levanté la cámara y disparé unas tres
ocasiones sin que se dieran cuenta”.
Al día siguiente, Granados Chapa miro las
fotografías y seleccionó una donde aparece Gabriel Zaid, su rostro se
distinguía bien. Una vez publicado el semanario, la respuesta del escritor fue
demandar al par de directores. Además exigía un millón de pesos por haber
publicado la imagen sin su autorización. Un escándalo. Pedro Valtierra sonríe,
es famoso el hecho y abunda en la anécdota:
En
realidad Gabriel Zaid me había dicho que no quería fotos. Hable con él y le
dije que no tenía ni una foto de él en el archivo. No Pedro, me dijo. Me
evadía, pero nunca me dijo, “nunca me tomes una foto, no me gustan”, ni me dio
una explicación, puras evasivas. Siempre me decía: “No, no Pedro, no tengo
tiempo”. Entonces lo vi junto con Carlos Fuentes, le tomo la foto y Miguel
Ángel decide publicarla en Mira y
Zaid nos demanda. Yo no sabía que Gabriel Zaid tenía conflictos con su imagen.
Luego él me dijo: “No Pedro, yo le explique muchas veces que no” y yo le dije
que no, que él nunca me había explicado nada, simplemente decía que no tenía
“tiempo”. Yo no soy un gandalla, si él me explica que no quiere una foto yo lo
entiendo. Ahora si él va a un evento público dónde hay muchos fotógrafos y
espectadores pues se comprende que alguien puede tomarle una foto. Me cae bien
Gabriel Zaid, le tengo cariño y respeto, y el acuerdo de la demanda fue que
nunca más volviéramos a publicar la foto, cosa que respetamos y yo he
respetado. Cuando sucedió el hecho, muchos colegas y periodistas pues se
incomodaron con Zaid y empezaron a publicar la foto de forma retadora.
El efecto espejo I
¿Cómo
se considera usted?
Como un
trabajador persistente, terco. Como fotógrafo me considero un aprendiz. Como
alguien que tiene ganas de hacer las cosas, he aprendido desde que conocí el
oficio de que nunca se termina de aprender y ahora más, pues desde que se
desarrollo la fotografía digital no se termina de aprender. Acabo de terminar
un trabajo y me sorprendió mucho trabajar de tiempo completo con la cámara
digital y hasta la última foto tengo mis dudas y recurro de nuevo al manual y
se aprende y bueno los años si te dan experiencia pero lo rico de la fotografía
es que cada cosa, cada tema, cada momento es diferente y no puedes hacer todo
igual.
¿Cree
en Dios?
No. Creo en una
fuerza superior. No en el Dios que nos presentan. No en el Dios que nos
castiga. No en el Dios que te prohíbe. Creo en una fuerza pero no si es buena o
mala.
¿Cree
en los milagros?
Sí, mucho
¿En
la suerte?
Sí, mucho.
¿En
el destino?
De pronto creo y
de pronto dudo, pero por lo general sí.
Pedro
Valtierra ¿es un hombre de fe y de creencias?
Sí. Lo soy. Es
curiosa la vida y son curiosas las cosas que pasan. Creo más en las costumbres
de los grupos y en las tradiciones, en esa fe que tienen los pueblos de pronto que
tú no la entiendes pero la respetas. Y es ahí donde incluyó los milagros y las
coincidencias que uno no se explica y piensa: ¿Qué pasó? Por ejemplo, cuando
tomo la foto de las mujeres de X’ Oyep, hay muchos empujones, gritos. El
Ejército ahí, la situación es muy tensa, el ambiente, el suelo fangoso, la
lluvia. Estábamos en un salón de baile. Piso de duela y sabes, luego la gente
no entiende eso de los fotógrafos o de los reporteros, piensan que siempre uno
esta en la onda acá’ chida, levitando. De pronto aparece un tronco, me subo y
tomó la fotografía y de repente digo: “no manches, ¿Qué pasó?” En serio, de
repente la perspectiva me cambió y tomé la foto. Fue una foto en picada. La
vida es un misterio.
Que
mi trabajo se estudie y se conserve
Pedro
Valtierra ha sido jurado del Premio Nacional de Periodismo en 1999, 2001 y
2002; en 1998 obtuvo el premio José Pagés Llergo de la revista Siempre!, también el premio Foto
Prensa en la Tercera Bienal de Fotoperiodismo. Ese mismo año, la Agencia EFE y
el Instituto de Cooperación Iberoamericana le otorgaron el Premio Rey de España
por la mejor imagen noticiosa internacional. Fue jurado del Premio Nuevo
Periodismo CEMEX-FNPI, en Cartagena, Colombia, 2004.
En
entrevistas concedidas, Pedro Valtierra ha confesado: “El cuarto oscuro es el
amor de mi vida. Las cámaras digitales es otro amor, pero ya no es igual, ya no
se siente lo mismo. Solía meterme al cuarto oscuro a las dos o tres de la
mañana, escuchaba música y trabajaba toda la noche con los químicos para revelar
imágenes”. Y es que tener un cuarto oscuro es ver nacer la magia, desde el
revelado de los rollos, la exposición de las películas, el olor de los
químicos, el tiempo de exposición de las fotografías, y hay que estar bien
abusados con el papel fotosensible, no encender la luz, porque se vela todo. Un
error y se pierde todo para siempre.
En
México han existido distintas publicaciones cuyo contenido es sólo fotográfico
o mayormente fotográfico. Así encontramos La Semana Ilustrada de 1913, La ilustración Semanal en 1915, Jueves
de Excélsior en 1922, Revistas de Revistas en 1924, Rotofoto en 1938, revista Hoy en 1939, revista Mañana en 1940, revista Siempre! en 1953, Milenio Semanal que publicaba ensayos fotográficos, Letras Libres, lo mismo, Emeequis igualmente. Y desde luego la
revista Cuartoscuro.
La
creación de Cuartoscuro tiene sus
antecedentes, cuenta Valtierra:
Cuando
salgo de La Jornada en 1986 fundó
Cuartoscuro, como agencia fotográfica. Mucho antes, cuando salgo de Unomásuno, funde una agencia que se
llama Imagenlatina. Era un viejo
proyecto que yo tenía y el mismo día que salí del periódico se funda esa
agencia. La creo junto con un grupo que invite en el que estaban Luis Humberto
González, Marco Antonio Cruz, Jesús Carlos. Imagenlatina
la hacemos en mi casa. Este mismo grupo se integra a La Jornada, yo duro dos
años en ese diario y al salir fundo Cuartoscuro
en junio del 1986. Hemos cumplido 27 años.
Valtierra
suspira, frunce el seño. Respira y agrega:
Fue
muy difícil porque no había mercado, había que crearlo. Afortunadamente siempre
he tenido buenas relaciones, buenos contactos, buenos amigos. Los he hecho en
mis viajes. Cuando fundé la agencia nos costó un poquito de trabajo pero lo
logramos. Nuestros primero y mejores clientes fueron El Norte, de Monterrey; Vanguardia,
de Saltillo; El Mañana, de Nuevo
Laredo; El debate (los cuatro Debates), de Sinaloa y en la Ciudad de
México el diario El Día y la revista Punto, de Benjamín Wong, quien había
sido mi jefe. Así empezó Cuartoscuro.
El trabajo fotográfico
de Pedro Valtierra es enorme pues ha fotografiado cuarenta años a todo México.
Su archivo debe ser tan impresionante como el de Casasola. Pedro Valtierra ha
fotografiado a casi todo México. Archivos fotográficos se encuentran en
condiciones lamentables, como el de Héctor García o el de Tina Modotti, o no
hay quien quiera medrar como es el caso con el de Mariana Yampolsky. Valtierra
es enfático sobre el destino de su archivo:
Pues
no lo sé. Se va a quedar aquí para que sea parte del archivo de la UNAM o del
INAH. No aspiro a más sino a que se conserve, se difunda y que se estudié. Lo
que si quiero en mi testamento, es dejar mi archivo desde ahora en una
institución y las que me parecen muy serias son la UNAM o el INAH en la
fototeca nacional. No me gustaría que mi archivo ande deambulando como muchos
otros archivos de fotógrafos que han muerto como el de Héctor García, el de
Walter Reuters, el de Mariana Yampolsky. De muchos fotógrafos que su archivo
esta ahí, al garete. Disperso. Todo mundo pide dinero y al final no trabajan,
viven de los muertos. Lo mejor que le puede pasar a mi trabajo es que desde
ahora empiece a trabajar con cualquiera de esas dos instituciones y es que no
le quiero dejar broncas a mi familia.
En México los libros especializados en fotografía
de prensa son muy pocos. Aún no se estudia y se considera el trabajo de los
fotoperiodistas. A pesar de ello, algunos libros se editan bajo un esfuerzo
sobrehumano de sus editores que en muchas ocasiones son los mismos fotógrafos
que con sus ahorros o tocando demasiadas puertas logran patrocinios. Entre los
pocos libros que se rastrearon son: Historia
Gráfica de la Revolución Mexicana de Gustavo Casasola, con 3 ediciones:
1960, 1973 y 1992 de editorial Trillas. La colección de libros de fotografía Rio de Luz que editó el Fondo de Cultura Económica y que
entre sus libros están los imperdibles Yo,
el ciudadano, de Nacho López y Escribir
con luz, de Héctor García. La Universidad Autónoma de Chapingo edita El poder de la imagen y la imagen del poder.
Y existe el libro Fotografía de Prensa en
México bajo la coordinación y edición fotográfica de Marco Antonio Cruz.
El
efecto espejo II
Empezaría
con un cliché, ¿Canon o Nikon?
No, ninguna de
las dos. La cámara no es importante y mucho menos la marca, es mucho más
importante el fotógrafo.
¿Cómo
se hace agudo un fotógrafo?
Pues dependiendo
de su capacidad para comprender los temas, las cosas y el trabajo. Como en el
periodismo, te vas convirtiendo en una persona aguda dependiendo de tu
capacidad para entender lo que estás haciendo.
Durante
el último par de meses usted ha tenido muchas entrevistas, ¿ha poco sí de veras
es muy redituable el trabajo de ser fotógrafo?
No. Puedo hablar
de cómo a mi me ha ido, creo que es bueno si tienes una buena difusión. Si
tienes un buen aprovechamiento de tu material pero eso ya no depende de ti. Yo
creo que hay fotógrafos muy importantes dentro de los cuales no me incluyo, no
voy a hablar bien de mí. Pero hay fotógrafos muy buenos y muy importantes en
México dentro de todos los géneros. Recién me hacen muchas entrevistas por
haber publicado un libro pero no es representativo de lo que pasa en México en
cuanto a la fotografía y sus fotógrafos.
¿Qué
le exige a sus fotógrafos?
Les exijo que
sean respetuosos, que lean, que aprendan, que procuren hacer imágenes
novedosas, que se pongan abusados, que sorprendan, en sí, que trabajen
básicamente. Eso les exijo a todos, ayer justamente hablábamos de esto. Me
preocupa mucho que la flojera nos pueda ganar, y entonces cuando la flojera
gana pues van y disparan al ton y son, sin pensar, sin encuadrar. Y las fotos
son detalles, son momentos que están ahí y si llega un fotógrafo sin ánimo, sin
ganas pues hará un mal trabajo, podrá tener el mejor equipo –como te decía al
principio- pero sin disciplina o creatividad pues es eso, solo un buen equipo.
Muchos fotógrafos ahora se sienten vendedores de Canon o de Nikon o se sienten
dueños de internet y de lo digital y dicen muchas barbaridades.
¿Los
fotógrafos deben o tienen códigos de ética?
Lo deben de
tener tanto como una cámara.
La polémica que desató el fotoperiodista sudafricano Kevin Carter al no
rescatar a la niña desnutrida de las garras de un buitre volcó la desaprobación
de la opinión pública,
acusándolo de ser el auténtico carroñero de esa escena. Un año después, en
1994, luego de ganar el premio Pulitzer, Carter se suicidó. Hace poco, una
fotografía parecida: en Nueva York, un hombre esta por ser arrollado por el
metro. El fotógrafo dispara su cámara en vez de auxiliarlo. ¿Cómo se resuelven
los conflictos éticos o morales en un momento determinado al tomar una foto?
Esos casos son
extremos. Yo no he estado en esos casos. En ese caso –el del buitre- yo no
condeno al fotógrafo. Es una situación dolorosa. En una situación así en donde tienes que decidir tomar una foto o
salvar una vida, pues salvaría una vida. Pero pienso que si hay una guerra y
hay una represión violenta y salvaje y el fotógrafo toma fotos, hace un
registro. No puede salvar vidas. El fotógrafo no es responsable cómo puede ser
responsable el militar o el sicario o el mercenario que dispara. Mi trabajo es
registrar momentos que digan algo. Si estoy ante el ballet Bolsoi y una
bailarina hace un giro y un salto sorprendentes ¿la debo tomar o no?
Otro
conflicto ético. Yo no estoy de acuerdo con que el fotógrafo cambie o modifique
el sentido de la foto por ahorrase problemas. O que cargue la foto para un
lado. Pero sucede y a menudo, es lamentable. U otra, cuando alguien te da una
lana para que no publiques una foto. Es una circunstancia personal, se resuelve
en gran medida con códigos de ética.
¿Qué
perspectiva tiene sobre lo que sucede en cuanto a fotografía en la llamada
“guerra con el narco”?
Se registra lo
que se puede hacer. Pero no solamente los narcos son violentos. La violencia
esta en todos lados. Lo que creo que se debe hacer por ambas partes, medios y
violencia ya sea por parte de los militares o de los narcos es que deben de
respetar al periodista. Sé que suena romántica esta visión, pero el periodista
solo hace un registro puntual de lo que sucede. Si matan a treinta o a
cincuenta pues ese no es problema del reportero o del fotógrafo. Yo tomo la
foto que desde luego será violenta pero no es culpa mía que suceda eso,
simplemente yo lo registro. Ahora sucede que nos quieren culpar a los
reporteros de la muerte en general y de lo que sucede en el país. Que posición
tan cómoda del Estado. Y también hay medios que no respetan a sus trabajadores
y que prefieren callar y hacerse cómplices del Estado.
Hay
muchas confusiones en torno a la violencia y el periodismo. Se nos hace
responsable de la violencia porque según el Estado nosotros atizamos el asunto.
Y hasta los presidentes nos regañan y los directores de los medios de
comunicación ni protestan, aceptan el regaño de manera sumisa. Paso en el
sexenio de Calderón y pasa en éste.
A
mí me gustaría retratar a puro estudiante trabajador y gente con mucha lana que
se la gasta en ropa, carros y joyas pero pasa que eso no sucede en este país y
entonces registro lo que sucede, no lo que quieren que registre. ¿Qué hubiera
pasado si los fotógrafos no registran el holocausto de la segunda guerra
mundial u otros pasajes de esa fecha tan horrible? Pues nadie tendría pruebas
graficas de lo sucedido. Se podría decir que no, que nunca mataron a los
judíos. Pero no, la labor del fotógrafo, del periodista es registrar. Ahora
registramos como podemos esto del narco en México, desprotegidos por el Estado,
por los propios medios pero hacemos nuestro trabajo. Le guste o no al Estado.
¿Hay
algún periódico que le de importancia a la fotografía como lo hizo el Unomásuno
de Becerra Acosta actualmente?
No. No lo hay.
Los directores de los periódicos, me parece, no saben de fotografía. Sabrán de
muchas otras cosas, pero de fotografía desconocen mucho. No lo digo de manera
peyorativa, pero como desconocen lo que es la fotografía pues no le dan su
lugar. Me parece que es falta de interés de los directores y editores de los
medios, y también, falta de creatividad por parte de los fotógrafos que sueltan
el disparo solo por cumplir. Se le da prioridad –todavía- al texto sobre la
fotografía. Pero ojo, no hay crisis de fotógrafos, ni crisis de periodistas,
sino crisis de los medios en sí.
Es
fundamental que los directores, subdirectores y editores sepan de fotografía.
También y no se de dónde salió, que los fotógrafos de prensa no saben o no
deben de tomar buenas fotografías. ¿No? Los fotógrafos deben de tomar buenas
fotos siempre pero deben estar motivados, para empezar, por jefes que les
exijan pero que sepan que exigirles. Es como cuando una buena nota se hace
literatura, aunque sea una nota de media cuartilla. Si la calidad de la nota no
se mide por el tamaño. Muchos editores lo piensan así.
*Fotografías tomadas por Abraham Gorostieta.
*Fotografías tomadas por Abraham Gorostieta.
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