Ely Guerra, ecléctica roquera
Por
Abraham Gorostieta
Elizabeth Guerra
Vázquez es una mujer multifacética y prolífica. Dedicada a su trabajo, cantante
disciplinada, parece una anomalía en el panorama de lo que se conoce como
celebridad.
Recibe
en su hogar-estudio-laboratorio a Instantáneas Mexicanas para charlar
sobre su música y sus otros talentos. ¿Sabía usted qué Ely Guerra mantiene una
pasión por la gastronomía? Pues sí, a la entrada de su casa se puede ver una
muy bien dotada cocina. Su persona es ascética. Su hablar es pausado. Ha horneado
unas galletas y un panqué y sirve un té para esta entrevista.
Su
padre es Alberto Guerra, atleta toda su vida, se dedicó al deporte pues fue
futbolista profesional del equipo de Las
Chivas y luego fue su entrenador haciendo al equipo campeón. Ely heredo ese
gusto por el deporte, pues cuenta que practicó natación, danza, atletismo pero
que a los nueve años descubrió una liga con la música: “descubrí la música como
una cuestión muy personal y necesaria. A esa edad comencé a componer mis
primeras canciones”. Nació en Monterrey pero muy joven sus padres se fueron a
vivir primero en San Luis Potosí y finalmente en Guadalajara.
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Es una tarde de
febrero en el barrio de Coyoacán, barrio de músicos, pintores y escritores. Su
casa-estudio es muy minimalista. En su jardín solo hay piedras de río que lo
cubren todo. Las paredes del interior son en blanco y negro. Y solo hay una
pintura, un original de Nahui Ollin, la pareja del pintor mexicano Gerardo
Murillo, Dr. Atl.
La
también compositora explica cómo es su proceso creativo: “Escribir a veces
resulta un acto egoísta pues necesitas tu espacio. Pero también es un acto de
unión pues cuando escribes y compartes eso trasciende tus sentimientos y
entonces resulta que dices algo que toca los sentimientos de los demás, que se
ven reflejados en lo que compusiste”. Pero pronto explica: “Cuando hago música
es un momento que me cuesta mucho trabajo. Me resisto llegar a ese encuentro.
Escribir algo personal siempre me confronta, pues es tan personal y tan
auténtico que vaciar mis sentimientos no es tan agradable. Pero cuando me
atreví a entrar a ese circulo de intimidad y logro lo que quiero es algo que se
transforma en agradable pues es como un logro que sabes que has hecho”.
Ely
es también química. Desde hace más de 20 años ella misma produce sus perfumes.
Su laboratorio esta aquí y es impresionante. Cuenta: “Tiene mucho más que ver
con mi personaje de bruja. Lo hago desde hace mucho tiempo. Tiene la misma
importancia que la música, al igual que la cocina. Tengo un gran sentido del
olfato. Cuando pruebo algo puedo decirte los ingredientes que tiene”. Reconoce
que su mayor privilegio es comer y que entrar a su laboratorio y hacer perfumes
es otra forma de concentrarse “de ahí me voy al estudio inspirada de otra manera”.
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La cantante de
mirada en sus adentros se concentra, habla de sus inicios: “Todo mejoró desde
que comencé. Ahora, la era digital vino a mejorarlo todo. Todo proyecto musical
de hoy en día puede ‘armarla’ tenga una disquera o no. Antes nosotros necesitábamos
una disquera que tenía una infraestructura y así nosotros podíamos acceder a
los medios de comunicación, hacernos publicidad, etc. Ahora realmente no
necesitas tanto esto. Existe internet, las redes sociales y el valor que le dan
a tu trabajo no viene de los medios de comunicación y las disqueras sino de las
personas que se identifican con tu música, del que consume tu música”.
Y
es que la cantante esta presente en toda red social y sostiene sin tapujos que
Internet le es muy útil: “Nos ayuda mucho a entendernos como independientes. En
el inicio de mi carrera era una artista independiente. Mis disqueras me decían
‘Ely, no te comprendemos y no sabemos para dónde vas’. Honestamente nunca me
propuse ser otra cosa que me pidieran. No hubo entendimiento y éramos una banda
independiente dentro de una disquera, cosa que nos hacía más sarcásticos. Para
ellos era sólo un negocio y no nos daban un valor artístico. Las redes sociales
nos ayudaron a entendernos con el público. Pues así nos pudimos despedir de las
disqueras, de los managers, que tenían más organizadas las cosas y que no
convenían a mis intereses”.
Ser
encasillado es un atentado contra la libertad, explica el escritor John M.
Coetzee. La cantante está de acuerdo con el Nobel de Literatura sudafricano. No
le gusta ser encasillada ni que su música se entienda como “comprometida”, pues
se explica: “Hay dos maneras de ver las cosas. Una es el compromiso personal:
¿Quién soy yo y a dónde quiero llegar con esto? Esto no se refleja con los
estándares que otros quisieran escuchar. Soy honesta y sincera a la hora de
escribir mis canciones, eso me permite decir quién soy y que pienso. Pero
sabes, hay una responsabilidad con tu trabajo, siendo músicos somos un reflejo
de una sociedad, de un momento, de una edad, de un género. Cuando tú renuncias
a ese compromiso estas haciendo música por encargo. Haces una formula y lo que
quieres es vender”. Mira hacia el panqué que recién horneó. Se queda en
silencio. Enseguida agrega: “Ahora, hay espacio para todos y cada quien tiene
su lugar. Sería formidable que los músicos comprometidos tuvieran una buena
remuneración por su trabajo pero eso es complicado porque no puedes ser masivo,
las masas están por otro lado y casi siempre adormiladas”.
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Sus padres Gloria
y Alberto la llevaban de niña a Bahía Tenacatita, en Jalisco. La niña Ely
entonces esperaba a una señora que traía cubetas, una gran canasta, limones,
salsa. Era la señora del ceviche. Desde entonces mantiene una unión con la
comida. Ella misma explica: “No tengo carta aborrecida. Todo me gusta. Menos el
dulce. Si alguien me dice: ‘Ely, te voy a seducir’. Y viene con rosas, con un
pastel o con algo dulce es probable que no tenga éxito. Me seduce la sal. Tengo
varios tipos de sal, cocinó con distintos tipos de sal. La sal me asombra. Amo
el picante. Me seduce las especias: el comino, cúrcuma, el galangal o jengibre
azul, el zacate de limón; también los sabores de los pescados: el atún, el
sabor del róbalo, de la quínoa que es un cereal alto en proteínas. Lo probé en
ceviche y en risoto, en tabule, mi familia es árabe y hacemos el tabule con
trigo pero con quínoa es espectacular”.
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Julia y Renata
Franco son diseñadoras de moda mexicana, originarias de Guadalajara, han
llevado sus diseños de ropa a las pasarelas más sofisticadas de Europa. Sus
diseños parten del estudio del cuerpo, en la experimentación y la investigación
así como en la búsqueda de nuevas alternativas en el diseño. Sus críticos
aseguran que sus diseños tienen como “objetivo ofrecer piezas funcionales,
inteligentes y perfectamente confeccionadas. Prendas que crean lazos con el
consumidor”.
Ely
es amiga de ellas, hace suyas sus prendas y reconoce: “Julia y Renata, son dos
diseñadoras maravillosas que yo amo, respeto y quiero. Me han sofisticado. Me
han refinado. Mi relación con la moda está muy alejada de un sinónimo de
preocupación, de gasto económico o ser superficial. Mi relación con la moda es
expresarme: decir quién soy y sentirme cómoda y necesito sentir que lo que
porto es lo que soy. Y ellas me han ayudado a descubrir ese personaje y
asentirme cómoda conmigo. Ahora, no es lo mismo empezar una carrera a los 19
años que ahora que tengo 42. El tiempo no pasa en vano, hay un crecimiento y
eso se ve en la manera en la que vistes, como hablas, como piensas, como vives.
En mi vida ha habido momentos contundentes de transformación. Como visto habla
de quien soy, en que momento, la edad que tengo”.
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Recién lee el
libro Crónica del pájaro que da cuerda al
mundo de Huraki Murakami. “Es genial”. La plástica no es un tema que la
apasione. Le gusta la obra de Gabriel Orozco y
Mauricio Alejo “fotógrafo que en mi opinión es un artista de trabajos
bellos”. Y explica: “en realidad no tengo una visión de derretirme por el arte,
eso lo haría si quisiera una pose. He visitado muchos países y he visto grandes
obras que me han conmovido pero por lo que hay detrás, por su historia. No
quisiera que se me confunda como alguien que esta inmersa en el arte y que me
deshago. Soy un ermitaño que me dedico a crear”.
Antes
de finalizar la entrevista la cante reconoce: “Mi mayor miedo es al fracaso
personal, de decir ‘no lo hice por temor’. Mi miedo siempre es hacer un nuevo
disco porque uno piensa que no vas a superar al anterior. ‘Hice algo bien y
ahora como le doy la vuelta a eso’. Me da miedo no poder seguir siendo un
músico organizado o reinventar algo”.
Mientras
Ely Guerra, sirve de nuevo el té casi de manera ceremonial y consume una
galleta, el sol inunda su casa y hace un juego hermoso de luz y sombras.
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