viernes, 12 de septiembre de 2014

Compositores y cantantes. Ely Guerra

Ely Guerra, ecléctica roquera
Por Abraham Gorostieta

Elizabeth Guerra Vázquez es una mujer multifacética y prolífica. Dedicada a su trabajo, cantante disciplinada, parece una anomalía en el panorama de lo que se conoce como celebridad.
Recibe en su hogar-estudio-laboratorio a Instantáneas Mexicanas para charlar sobre su música y sus otros talentos. ¿Sabía usted qué Ely Guerra mantiene una pasión por la gastronomía? Pues sí, a la entrada de su casa se puede ver una muy bien dotada cocina. Su persona es ascética. Su hablar es pausado. Ha horneado unas galletas y un panqué y sirve un té para esta entrevista.
Su padre es Alberto Guerra, atleta toda su vida, se dedicó al deporte pues fue futbolista profesional del equipo de Las Chivas y luego fue su entrenador haciendo al equipo campeón. Ely heredo ese gusto por el deporte, pues cuenta que practicó natación, danza, atletismo pero que a los nueve años descubrió una liga con la música: “descubrí la música como una cuestión muy personal y necesaria. A esa edad comencé a componer mis primeras canciones”. Nació en Monterrey pero muy joven sus padres se fueron a vivir primero en San Luis Potosí y finalmente en Guadalajara.

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Es una tarde de febrero en el barrio de Coyoacán, barrio de músicos, pintores y escritores. Su casa-estudio es muy minimalista. En su jardín solo hay piedras de río que lo cubren todo. Las paredes del interior son en blanco y negro. Y solo hay una pintura, un original de Nahui Ollin, la pareja del pintor mexicano Gerardo Murillo, Dr. Atl.
La también compositora explica cómo es su proceso creativo: “Escribir a veces resulta un acto egoísta pues necesitas tu espacio. Pero también es un acto de unión pues cuando escribes y compartes eso trasciende tus sentimientos y entonces resulta que dices algo que toca los sentimientos de los demás, que se ven reflejados en lo que compusiste”. Pero pronto explica: “Cuando hago música es un momento que me cuesta mucho trabajo. Me resisto llegar a ese encuentro. Escribir algo personal siempre me confronta, pues es tan personal y tan auténtico que vaciar mis sentimientos no es tan agradable. Pero cuando me atreví a entrar a ese circulo de intimidad y logro lo que quiero es algo que se transforma en agradable pues es como un logro que sabes que has hecho”.
Ely es también química. Desde hace más de 20 años ella misma produce sus perfumes. Su laboratorio esta aquí y es impresionante. Cuenta: “Tiene mucho más que ver con mi personaje de bruja. Lo hago desde hace mucho tiempo. Tiene la misma importancia que la música, al igual que la cocina. Tengo un gran sentido del olfato. Cuando pruebo algo puedo decirte los ingredientes que tiene”. Reconoce que su mayor privilegio es comer y que entrar a su laboratorio y hacer perfumes es otra forma de concentrarse “de ahí me voy al estudio inspirada de otra manera”.

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La cantante de mirada en sus adentros se concentra, habla de sus inicios: “Todo mejoró desde que comencé. Ahora, la era digital vino a mejorarlo todo. Todo proyecto musical de hoy en día puede ‘armarla’ tenga una disquera o no. Antes nosotros necesitábamos una disquera que tenía una infraestructura y así nosotros podíamos acceder a los medios de comunicación, hacernos publicidad, etc. Ahora realmente no necesitas tanto esto. Existe internet, las redes sociales y el valor que le dan a tu trabajo no viene de los medios de comunicación y las disqueras sino de las personas que se identifican con tu música, del que consume tu música”.
Y es que la cantante esta presente en toda red social y sostiene sin tapujos que Internet le es muy útil: “Nos ayuda mucho a entendernos como independientes. En el inicio de mi carrera era una artista independiente. Mis disqueras me decían ‘Ely, no te comprendemos y no sabemos para dónde vas’. Honestamente nunca me propuse ser otra cosa que me pidieran. No hubo entendimiento y éramos una banda independiente dentro de una disquera, cosa que nos hacía más sarcásticos. Para ellos era sólo un negocio y no nos daban un valor artístico. Las redes sociales nos ayudaron a entendernos con el público. Pues así nos pudimos despedir de las disqueras, de los managers, que tenían más organizadas las cosas y que no convenían a mis intereses”.
Ser encasillado es un atentado contra la libertad, explica el escritor John M. Coetzee. La cantante está de acuerdo con el Nobel de Literatura sudafricano. No le gusta ser encasillada ni que su música se entienda como “comprometida”, pues se explica: “Hay dos maneras de ver las cosas. Una es el compromiso personal: ¿Quién soy yo y a dónde quiero llegar con esto? Esto no se refleja con los estándares que otros quisieran escuchar. Soy honesta y sincera a la hora de escribir mis canciones, eso me permite decir quién soy y que pienso. Pero sabes, hay una responsabilidad con tu trabajo, siendo músicos somos un reflejo de una sociedad, de un momento, de una edad, de un género. Cuando tú renuncias a ese compromiso estas haciendo música por encargo. Haces una formula y lo que quieres es vender”. Mira hacia el panqué que recién horneó. Se queda en silencio. Enseguida agrega: “Ahora, hay espacio para todos y cada quien tiene su lugar. Sería formidable que los músicos comprometidos tuvieran una buena remuneración por su trabajo pero eso es complicado porque no puedes ser masivo, las masas están por otro lado y casi siempre adormiladas”.

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Sus padres Gloria y Alberto la llevaban de niña a Bahía Tenacatita, en Jalisco. La niña Ely entonces esperaba a una señora que traía cubetas, una gran canasta, limones, salsa. Era la señora del ceviche. Desde entonces mantiene una unión con la comida. Ella misma explica: “No tengo carta aborrecida. Todo me gusta. Menos el dulce. Si alguien me dice: ‘Ely, te voy a seducir’. Y viene con rosas, con un pastel o con algo dulce es probable que no tenga éxito. Me seduce la sal. Tengo varios tipos de sal, cocinó con distintos tipos de sal. La sal me asombra. Amo el picante. Me seduce las especias: el comino, cúrcuma, el galangal o jengibre azul, el zacate de limón; también los sabores de los pescados: el atún, el sabor del róbalo, de la quínoa que es un cereal alto en proteínas. Lo probé en ceviche y en risoto, en tabule, mi familia es árabe y hacemos el tabule con trigo pero con quínoa es espectacular”.

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Julia y Renata Franco son diseñadoras de moda mexicana, originarias de Guadalajara, han llevado sus diseños de ropa a las pasarelas más sofisticadas de Europa. Sus diseños parten del estudio del cuerpo, en la experimentación y la investigación así como en la búsqueda de nuevas alternativas en el diseño. Sus críticos aseguran que sus diseños tienen como “objetivo ofrecer piezas funcionales, inteligentes y perfectamente confeccionadas. Prendas que crean lazos con el consumidor”.
Ely es amiga de ellas, hace suyas sus prendas y reconoce: “Julia y Renata, son dos diseñadoras maravillosas que yo amo, respeto y quiero. Me han sofisticado. Me han refinado. Mi relación con la moda está muy alejada de un sinónimo de preocupación, de gasto económico o ser superficial. Mi relación con la moda es expresarme: decir quién soy y sentirme cómoda y necesito sentir que lo que porto es lo que soy. Y ellas me han ayudado a descubrir ese personaje y asentirme cómoda conmigo. Ahora, no es lo mismo empezar una carrera a los 19 años que ahora que tengo 42. El tiempo no pasa en vano, hay un crecimiento y eso se ve en la manera en la que vistes, como hablas, como piensas, como vives. En mi vida ha habido momentos contundentes de transformación. Como visto habla de quien soy, en que momento, la edad que tengo”.

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Recién lee el libro Crónica del pájaro que da cuerda al mundo de Huraki Murakami. “Es genial”. La plástica no es un tema que la apasione. Le gusta la obra de Gabriel Orozco y  Mauricio Alejo “fotógrafo que en mi opinión es un artista de trabajos bellos”. Y explica: “en realidad no tengo una visión de derretirme por el arte, eso lo haría si quisiera una pose. He visitado muchos países y he visto grandes obras que me han conmovido pero por lo que hay detrás, por su historia. No quisiera que se me confunda como alguien que esta inmersa en el arte y que me deshago. Soy un ermitaño que me dedico a crear”.
Antes de finalizar la entrevista la cante reconoce: “Mi mayor miedo es al fracaso personal, de decir ‘no lo hice por temor’. Mi miedo siempre es hacer un nuevo disco porque uno piensa que no vas a superar al anterior. ‘Hice algo bien y ahora como le doy la vuelta a eso’. Me da miedo no poder seguir siendo un músico organizado o reinventar algo”.
Mientras Ely Guerra, sirve de nuevo el té casi de manera ceremonial y consume una galleta, el sol inunda su casa y hace un juego hermoso de luz y sombras.






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