Distintas maneras de ver a Tania
Libertad
Por
Abraham Gorostieta
Tania Libertad
es la intérprete –no cantante, pronto aclara ella- más sobresaliente de
Latinoamérica. Su voz ha viajado desde el Perú, su tierra natal y ha
conquistado la India, China, Japón. Hace tres años fue nombrada embajadora de
la cultura de Perú. Festejo los 50 años de su carrera en un concierto en las
legendarias tierras del Machú Pichú. Amiga y compañera de cantantes,
compositores, pintores, poetas y escritores. De políticos y empresarios como
Carlos Slim. Tania Libertad es un ser muy singular. Nos recibe en la intimidad
de su estudio, prepara un nuevo disco acompañada de las intérpretes Eugenia
León y Guadalupe Pineda que muy pronto estará a la venta. Al fondo una
colección de instrumentos de viento, una batería, varias guitarras, sobre la
pared una pintura del famoso pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, Tania
Libertad se sienta sobre su sillón y comienza a platicar.
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Su padre, don
Carlos, era un bohemio que gustaba de tocar la guitarra y dárselas de
compositor, explica Tania con una ligera sonrisa mirando a su pasado y agrega:
“Tocaba muy bien la guitarra y se la pasaba dando serenata a otras mujeres que
no eran mi madre” y, ríe, con aire de nostalgia. Frunce el seño, se acomoda
varias veces en su asiento y continúa platicando con esa voz ronca que la
caracteriza: “Tuve una relación muy extraña con mi padre, gracias a él tengo la
ideología y los ideales que tengo pero mi padre fue muy duro con migo y mis 15
hermanos, fue muy necio, muy autoritario”.
Anarquista
peruano, a su padre le gustaba escribir sobre las revoluciones de izquierda que
ocurrían en esos tiempos, lector del ruso Mijaíl Aleksandrovich Bakunin, padre
del anarquismo, don Carlos escribía en todo periódico obrero bajo el seudónimo
de Solrac, cosa que lo metió en diferentes problemas. A Tania le brillan los
ojos cuando recuerda esto y nos cuenta: “Tuvimos una serie de problemas por los
escritos de mi padre, y entonces a él lo castigaba mucho su sindicato y lo
mandaban lejos, lejos a radicar, a ver si así dejaba de meterse en problemas,
pero nunca dejó de hacerlo”.
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Nace en la
tierra de Zaña, Perú, en la provincia de Chiclayo de la región Lambayeque
fundada en 1563. Nace ahí debido a uno de los “correctivos” que su padre
recibe. A Tania le vuelven a brillar los ojos cuando habla de sus raíces:
“México y Perú son las dos grandes culturas de nuestro pasado. Los dos pilares
de nuestra América: Los Incas y los Mexicas. Sumamente creativos, nos dieron
cultura, texturas, identidad, música, fuerza, y cuando llega el mestizaje, la
fusión de culturas es tan grande que lo tenemos todo, y lo que teníamos, se
refuerza a grados inimaginables”.
Y
continúa: “Tenemos los grandes tesoros artesanales, la comida, pero la música
es una fusión maravillosa, tengo una intuición –se acerca al que esto escribe
para confesarle un secreto- en el Perú la música es más sincopada que en los
otros ritmos negros en otros lados que son mas pegados a la tierra, son más
cuadrados, sin embargo la música peruana no ha llegado a ser tan popular como
el vallenato, o la bachata o la cumbia”, explica en secreto y continua su
platica.
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Su padre nació
en la selva peruana, su abuelo en Manaos, Brasil, su madre en Jayanca. Su padre
siendo un adulto se roba a su madre que tenía 15 años. Zaña es el único poblado
negro que hay en la costa del Perú. Tanía dice que es una ferviente creyente
del destino. “Yo soy costa, es decir, nací en tierras negras y españolas”,
explica la cantante. Se le pregunta sobre Dios y rápido contesta: “Creo en una
especie de Dios, la música es un Dios, el amor es un Dios, el sentimiento que
me inspira es una forma de Dios” y se sonríe y juega un poco con sus manos.
Sus
dedos están inquietos, se le pregunta sobre una de sus pasiones: la comida. Le
gusta preparar ceviche de Guitarra, papa a la guancaina, el arroz con pato, ají
de gallina, lomo salteado. “Preparo toda esa comida muy a mi estilo, porque yo
aprendí a cocinar estando una vez en México, no en el Perú, pero toda esa
comida y más, la preparo a mi forma para recibir a mis amigos, como lo hacía
con Mercedes Sosa o Gabriel García Márquez, o con Saramago, o con mi adorado
Manzanero”.
Pronto
explica: “La guitarra es un pescado que no existe acá, ni siquiera en Lima,
pero es un pescado que lo secan con sal y lo hacen en tiritas, entonces lo
remojas para quitarle el exceso de sal, picas cebolla morada muy finita,
jitomate, y un poco de ajo, cilantro si gustas, lo revuelves todo, le agregas
jugo de limón y condimentas. Tienes preparadas unas tostadas bien fritas y
secas y les untas mayonesa y una rodaja de aguacate y listo, tienes ceviche de
Guitarra”.
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Conoció a José
Saramago en 1997, mientras daba un concierto en homenaje a Rafael Alberti en
Madrid que le había pedido la Unesco. Saramago la escuchaba en primera fila y
Tania cantaba el poema La Paloma que también canta Joan Manuel Serrat. Saramago
aún no era premio Nobel, tres meses después Tanía musicaliza los poemas de
Mario Benedetti (la vida, ese
paréntesis) con el apoyo de Editorial Alfaguara. Pero ahí surgió la amistad y
cada vez que Tania viajaba a España tenía que llevar muchos discos suyos y
Saramago le confesaba: “No sé por qué, pero todo mundo me roba tus discos”.
Cuando
Tania termina el disco sobre Benedetti, le pide al propio Mario un prólogo a lo
que contesta el poeta: “No puedo Tania, me da mucha vergüenza tener que
autoelogiarme”, Tania rememora esa experiencia: “y yo medio en broma y medio en
serio le digo a Alfaguara que se lo pidamos a Saramago y se lo pedimos y dijo
que sí, pero a la semana lo nombran premio Nobel y yo pensé que ya no me lo
haría, pero él escribió el prólogo en el trayecto de Lanzarote a Lisboa, en
pleno vuelo y se lo agradezco mucho por todas las cosas hermosas que él escribe
sobre mi trabajo”.
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Creyente del
destino, Tania no vacila en contar que él fue quien la ha llevado a ser amiga
de tantos y tan reconocidos escritores: Mario Vargas Llosa, José Saramago,
Gabriel García Márquez, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Elena
Poniatowska, Milan Kundera, entre otros, pero Tania tiene bien presente en su
memoria a Juan Gonzalo Rose, ese gran poeta peruano, que ganó tres veces el
premio nacional de poesía, que fue deportado de su tierra y quien fue quien la
llevo de la mano por el camino de las letras latinoamericanas. Así conoció a
Chabuca Granda.
Tanía
recuerda sobre Chabuca: Tengo tanto que decir sobre ella, era una mujer
sumamente sabía. Uno de joven es muy aventado y todos los cantantes jóvenes le
reclamamos una vez el por qué se había ido a cantar a Chile si estaba Pinochet
y ella me dijo algo, que hasta ahora conservó como una gran frase: “Mira Tania,
yo mis amistades las hago por afecto, no por ideología”, y me decía otra cada
vez que yo le reclamaba algo o la jalaba para algún movimiento: “Estas pecando
de joven”, fue una gran maestra.
Tanía
se pone un poco melancólica y recuerda: “A Mercedes Sosa yo le aprendí mucho.
Cuando se muere La negra Sosa yo inicié mi participación en las redes sociales.
Para mi fue la muerte de una era y el comienzo de otra, me dolió en el alma la
muerte de mi Negra. Para mi en la música latinoamericana no habrá nadie como
Mercedes Sosa por su trayectoria, su fuerza, el color de su voz, su compromiso,
una mujer que supo disfrutar de la vida, hicimos una linda amistad, en su casa
de Buenos Aires, a México, en esta casa venía mucho a comer la comida peruana
que yo le hacía. Yo quería que Mercedes grabará un disco de Huapangos con
mariachi, una vez que vino a mi casa yo quise que grabara unas canciones y
rápidamente me di a la tarea de conseguir un mariachi, solo pude conseguir 4
músicos del mariachi Gama Mil, y mi Mercedes estaba fascinada y no canto
huapangos, sino cantó como 20 veces la canción Mucho corazón de José Alfredo
Jiménez”.
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“Conocí a Serrat
en el Perú, en 1975, y a Benedetti, en 1968 a Manzanero, yo le abría sus
conciertos”. A los 9 años graba su primer disco. A los 11 canta en Guayaquil
con Marco Antonio Muñiz y Carmen Salinas, pero Manzanero fue especial. “Creo
mucho en el destino” repite otra vez, “una vez me leyeron los caracoles en Río
de Janeiro, Brasil, y me dijeron que mi nombre estaría vinculado con muchas
personas que su apellido o su nombre estuviera vinculado con la letra M, y sí,
y sabes, tengo mucha afinidad con el numero 13, las letras de mi nombre suman
trece y así con muchas cosas y el 13 es un numero que me ha seguido en mi vida”.
Se
le pregunta a Tanía por otro icono musical latinoamericano: Víctor Jara, en
seguida responde con ese brillo en los ojos y en su mirada perdida en el tiempo.
“Yo canté con el en el campo de Marte en Lima, el último concierto que dio,
estoy conversando con él en el camerino y yo estaba muy sacada de onda porque
no era muy aceptada por la izquierda peruana pero la derecha peruana ya me
aborrecía, así somos los peruanos, no sabemos tener un centro, muy radicales y
pasionales somos, no hay medias tintas. Y yo le platicaba a Víctor Jara esto.
Estaba muy joven yo. Aún no profundizaba en lecturas de izquierda y marxistas,
pero Víctor todo amor me daba grandes consejos y me abrazaba”.
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Los cantantes
nos retiramos cuando ya no podemos en todos los sentidos, cuando la voz no da,
el movimiento no da, las condiciones físicas no dan, explica Tania al que esto
escribe, y aclara: “Hay una diferencia entre cantante e interprete, yo soy
interprete, cantante hay muchos y te puedes poner a estudiar y si tienes una
voz bonita y estudias puedes llegar a ser cantante, pero ser interprete es muy
difícil: saber transmitir los sentimientos, las emociones, entenderlos y
asimilarlos, que te calen y luego tu poderlos interpretar, del alma mía a el
alma de los demás, el día que yo ya no pueda hacer eso será el día que me
retire. Y sabes, aprendí mucho de los caminos que hay que recorrer para llegar
a ser una interprete honesta, para llegar a escoger un buen repertorio, para no
engañar a la gente y todo esto lo puedo transmitir a las siguientes
generaciones. Como una asesora, una productora. Puede que de cantante me retire
pero como interprete puede ser que llegue a ser como Chabela Vargas, que solo
como ella y nadie más decía las cosas como solo ella podía decirlas. Y Chabuca
igual, ella me decía ‘Yo soy un san Bernardo que canta’ pero cuando tu la
escuchabas cantar y lloras, porque te llega al alma, igual que Manzanero, lo
escucho y lo siento en el alma”.
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Dice el
periodista Ricardo Rocha que “Tania canta con el alma y con el corazón” y la
peruana se ríe y añora esas palabras y explica: “Ricardo fue y es mi gran amigo
desde que llegué a México, su hermana Alicia fue de las primeras que me dieron
trabajo, y como a veces yo no tenía dinero para ir en las navidades a mi Perú y
estar con los míos pues me la pasaba con la familia de Ricardo que también son
muy míos”.
No
es adicta a la moda, y se explica: “Veme, estoy de mezclilla, con una camisa
blanca que no falta en mi closet, igual las mascaditas, y veo que las modas van
y vienen y bueno, ahora ando yo como siempre pero creo que ahora esto se llama
hippie-chic-bohemio, pero cuando yo la usaba era simplemente ropa. Soy una
gente que no me veras en una alfombra roja, nunca, fíjate lo que te digo, no me
gusta que me vean más allá de lo que yo quiero que me vean, ni que me vean por
la marca de mi bolso, de mis zapatos, por el diseñador de mi vestido quien sea
dicho, me los diseño yo. Hay gente que dice que me visto horrible pero en el
momento que abro la boca, es ahí donde quiero que me vean, no en lo que uso”.
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