viernes, 13 de marzo de 2015

Crítica de Arte. Avelina Lésper

Avelina Lésper, Crítica de arte.
Todos podemos hacer nuestro el arte

Abraham Gorostieta

Avelina Lésper es una mujer que cabe en una sola palabra: ojos. A través de ellos se expresa, se comunica, se explica, transmite. A partir de ellos mira, entiende, analiza, crítica. No se anda con rodeos. Es una mujer directa, la franqueza y claridad son sus mejores argumentos. No pretende hacer una cruzada por definir lo que es arte pero eso sí, con toda su voz denuncia que el arte contemporáneo esta lleno de mediocridad, de farsas y que es un enorme fraude financiero. Es, sin querer serlo, una especie de Jean Baudrillard, el gran filósofo y sociólogo francés, que nos decía que la realidad que vivimos, la híperrealidad es un chistorete. Avelina Lésper piensa sobre sí misma: “Yo estoy siendo lo que tengo que ser y que hacer, nada más. Yo no le pongo nombre a lo que hago, yo veo algo, digo lo que veo y lo escribo. Yo sólo soy un espectador privilegiado en el sentido de que me otorgué el derecho de ver, ser y saber. Nada más”.
De muy niña ha sido viajante. Ha conocido el mundo, pero sobretodo ha conocido las grandes obras de arte: “Mi familia y yo viajábamos mucho. Desde muy niña estuve en el mundo de los museos debido a determinadas circunstancias familiares. Esto me da la oportunidad de que antes de cumplir 18 años, yo ya conocía los grandes museos del mundo y había estado en contacto con las grandes obras de arte, las mejores”. A esa edad, Avelina ya conocía el Louvre y el Orsay de París; el Museo Reina Sofía, en Madrid; el Museo Británico y la National Gallery, en Londres; el Guggenheim, en Bilbao; el Rijksmuseum, en Amsterdam; los museos Vaticanos; la Galería de los Ufizzi, en Florencia; el Hermitage, en San Petersburgo y el Museo del Prado, donde a los 11 años, la niña Avelina quería robarse El Jardín de la Alegría de El Bosco: “me atrapó desde el principio, tan fuerte y violento, tan hermoso”.
Sus ojos no dejan de moverse, se encienden a ratos y explica: “Yo ya tenía un filtro que adquirí en esos años, un criterio ya formado y sabía que me producía placer, que me producía conocimiento. Tú cuando estás frente a una obra, intercambias impresiones, le das tu tiempo y ella te lo da a ti, la dejas que entre a tu persona. Entonces cuando pasa esto, tú ya sabes con que tipo de obras quieres pasar el resto de tu día en un museo o en la vida”. No tenía que pensarlo mucho, pronto la adolescente se matriculó en la universidad y decidió así su destino: Conocer, entender y apreciar el arte. La crítica recuerda: “cuando empecé a estudiar arte y los maestros me empiezan a decir: ‘bueno, esto es arte porque así lo dice la teoría, así lo dice la historia del arte’ y yo pensaba ‘pero no me producen ningún sentimiento, nada’. Pero sin duda eran piezas únicas”.
Toda su formación ha sido con base en la historia del arte. No es pintora, no esculpe, no diseña. “La crítica ha estado separada de la factura desde siempre”, aclara. “Actualmente, la crítica es una mafia, un intercambio de favores” y sus ojos se encienden, y hablan con pasión: “Me han dicho dogmatica, contestataria, de cerrazón que me acusen de más cosas, de todo lo que quieran, que no se limiten porque eso quiere decir que están incómodos, sí están cómodos con mi crítica, entonces para que la hago”. No da tregua: “Estar fuera del establishment del arte y la critica del arte me hace ser absolutamente libre y feliz. Que los del Fonca se repartan sus becas y sus premios”. Y sentencia: “La mafia del arte mexicano es bien sumisa porque solo hay un jefe y los demás literalmente son esclavos”.

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Avelina Lésper es una mujer dura, tiene que serlo. No se puede permitir titubear. Pero sus ojos la delatan, a través de su mirada, uno descubre la gran sensibilidad de la crítica. Sus grandes ojos marrón se abren y se descubren: “La idea que defiendo es que todo mundo puede hacer suyo el arte, lo hacemos constantemente, cuando tu escuchas por primera vez a Mozart o a Bach, y lo haces tuyo, pues sabes que eso no tiene dueño, es de todos. El arte no se queda en el artista ni es del artista, se va más allá de él”.

-¿Cómo poder acercarse al arte sino se tienen la herramientas necesarias?
-Con sensibilidad, que es una característica humana y es un proceso cognitivo. Todo mundo es sensible a la belleza que dicho sea de paso, es una invención. Hay dos tipos de belleza: una, que es natural y que la ves en el cielo, en las flores, en las montañas, en la noche, en la naturaleza y dos, la belleza artificial que es la que inventamos los seres humanos a través de la inteligencia, que es lo que tratamos de recrear, lo que nos conmueve, lo que nos emociona y a parir de esto tratamos de que eso comunique, entonces tratamos de hacerlo a través de la belleza y eso no significa que algo sea bonito. La belleza va mucho más allá de ser bonito, la belleza puede ser terrible pero es un proceso cognitivo, es decir, cuando asimilas y reproduces. Esa es la invención de la belleza. Eso es el arte.

Para Lésper esta claro todo: “Todos los seres humanos somos sensibles a la música, a lo que vemos, a la poesía y a las letras y pasa algo muy curioso, siempre quieres tener más. Más conocimiento. Mientras más estudias quieres saber más para ti. Eso es lo único que sucede. Pero es una gran mentira decir que si a una gente no le gusta una obra es porque no le entiende. Entonces es falso que el arte contemporáneo la gente no lo entienda, todo mundo tiene la capacidad de tener sensibilidad por la belleza. En todo caso, se sentirán más comprendidos o más contenidos, el arte nos contiene, con una obra u otra, eso es derecho de la psique de cada quién. Alguien te puede decir, ‘yo me siento totalmente contenido en una naturaleza muerta de Cezane’ y otro podrá decir que con ‘un abstracto’, pero esas dos personas buscaron una obra para hablar de sí mismos, es decir, que los contenga, que los retrate, eso es lo que nos proporciona el arte”.

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Estamos en el museo de la Fundación Sebastián, el famoso escultor mexicano. Avelina esta en su salsa, cómoda, a gusto. Ella se ha ganado su lugar. Ha sorteado una serie de batallas a lo largo de su trayectoria profesional, es curadora y crítica. Tiene una serie de entrevistas a artistas plásticos que se pueden ver en el canal de Milenio Televisión. También hay que decir que la prensa ha construido un mito en torno a Lésper: No es una Juana de Arco en contra del arte contemporáneo.
Nuevamente clava su mirada para explicar su quehacer: “La crítica no es cuestión de gusto y el arte si es cuestión de gustos. El arte se estudia, se analiza, se cuestiona y genera pensamiento y conocimiento. Lo que yo he visto es que hay muchas expresiones de arte contemporáneo que simplemente no alcanzan el tratamiento de arte porque tienen muchas deficiencias de concepto, de factura, de contacto con el público”.
            “El mercado del arte maneja muchísimo más dinero que toda la publicidad junta”, sentencia nuevamente. Artistas como Gabriel Orozco, Damien Hirst, Takashi Murakami, Jeff Koons no le agradan, dice que sus obras carecen de valor, que están tan preocupados por ser irreverentes, por ser bonitos, por ser complacientes, y ante el análisis serio, los artistas se defienden diciendo: “somos irónicos”. Lésper explica que esta mala factura del arte contemporáneo te limita como espectador: 

Es que no tienes esa posibilidad de ver otra realidad y eso produce mucho desencanto, porque ese es el trabajo del arte, darte algo que no esta en la calle porque el arte no se parece a nada de lo que hay. Eso es lo uno busca, en cambio con el arte contemporáneo, los artistas y su trabajo, el que sea, todos son iguales. En la circunstancia que sea, todos son iguales. Cuando tu lees una novela, no estas buscando leer tu vida, estas buscando leer otra realidad y entonces sí, encontrarte a ti pero en otro. Cuando vas a un museo y ves algo de Gabriel Orozco o quien sea y ves una fotografía, una sandía o un… estas viendo lo mismo que ves en el supermercado, en los mercados o en los tiraderos y entonces no tienes la posibilidad de ver otra realidad que te transmita que te comunique algo, el artista te la esta negando”.

-El arte mexicano no tiene los alcances para internacionalizarse, a pesar de su rica historia, esto es todo fenómeno, ¿cómo podemos explicarlo?
-Paradójicamente los únicos que han vendido bien han sido pintores. Frida Kalhó y Diego Rivera son los Top Ten, Tamayo, Toledo, los pintores oaxaqueños son los que venden bien fuera de México. Y el arte contemporáneo mexicano no vende bien por una sola razón, imitan mucho al arte anglosajón. Entonces, de comprar arte original y tener una copia, pues mejor le inviertes al original. También el arte mexicano tiene un problema muy suyo, es muy folclórico, todo mundo le tira al kitsch, al luchador, a la mascara, a la piñata y eso hace que el arte mexicano se vuelva muy regionalista. Comprar arte mexicano es ya un asunto antropológico, no un asunto cosmopolita, es decir, universal.

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El arte tiene que ser universal, dice Avelina con sus expresivos ojos. “Tienes que sentir que hay algo de ti en una obra que miras. Es lo que pasa con los grabados y las tintas japonesas, tu ves un Katsushika Hokusai  y dices ‘así es el mar, como lo hace él’ y es Japón, pero si tu ves una piñata eso es only in México, y entonces no te da esa oportunidad como ser humano de prolongarte fuera de ti. Te encierras en el microcosmos de tu paisito folclórico, de tu calle, de tu pedacito de tierra”.
-Hábleme de Marcel Duchamp, ¿con los ready made comenzó todo?
-Con Duchamp comenzó con una de las expresiones e hizo varias obras importantes, lo que hacía él no era propiamente una tendencia, porque el dadaísmo sembró mucho de lo que hay ahora en el arte contemporáneo. Duchamp partió el urinario pero lo que él aportó y fue fundamental, fue el haber firmado el urinario con un seudónimo y además, haber dicho que la sola acción de que él como artista designara un objeto como arte, lo hacía arte. Eso fue fundamental para desarrollar una corriente en la que no era necesario que alcanzarás ningún nivel de calidad, ni de investigación, ni de cultura para que la obra alcanzara nivel de arte, bastaba con el sólo deseo del artista. Una designación del artista. Eso sí fue fundamental y se retoma en los años de finales de las décadas de los cincuenta y principios de los sesenta. De ahí han surgido toda una serie de creaciones de objetos que carecen de cualquier implicación artística pero son arte por designación.
José Luis Martínez, director de Laberinto, la invita a escribir una columna semanal. La gente lee sus criticas porque necesita escuchar una voz diferente acerca de lo que se esta haciendo en el arte: “siento que sí tengo una comunicación y una retroalimentación con mis lectores, lo que más me gusta es que a las personas si les interesa la crítica, si les interesa leer sobre el arte, que no es para entendidos como decían”. Sus ojos escudriñan y se expresan: “No es mi objetivo sentir satisfacción en mi trabajo, si fuera así, vendería coches. Es hacer un trabajo, mi objetivo es construir”.
Entera, se levanta y sentencia: “Lo que me indigna es la cobardía. Lo que me conmueve es el riesgo”, ella es Avelina Lésper.



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