Paco Ignacio Taibo II, 64 años viviendo
con furia.
Abraham
Gorostieta
Enciende un
cigarrillo, aspira profundo, le da el golpe, suelta el humo y al fin habla:
¿Hay una multa por mentarle su madre al Presidente? Pregunta el escritor Paco
Ignacio Taibo II a un concurrido auditorio compuesto, en su mayoría, por
jóvenes, mientras presenta su último trabajo como historiador: Yaquis, Historia de una guerra popular y de
un genocidio en México. ¿Sí/No?, vuelve a preguntar el escritor y lanza la
siguiente interrogante: Oigan, ¿y la multa es cara? “Te ayudamos a pagarla
Paco” se escucha una voz al fondo del auditorio. Paco está contento, se ríe y
agrega: “Ah bueno, entonces: ¡Que vaya y chingue a su madre Enrique Peña
Nieto!” grita el escritor y arranca sentidos y sonoros aplausos por parte de la
concurrencia. Vivas y bravos grita la gente en el improvisado auditorio de la
Feria del Libro en el Zócalo capitalino.
“Este
cabrón si tiene huevos”, comenta Antonia López, una mujer de 62 años que al
salir al zócalo y ver al escritor se tomó un tiempo para escuchar la plática en
dónde los nombres de Santa Anna y Porfirio Díaz causaban sinceros chiflidos que
mentaban madres.
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Paco, un hombre
que confiesa a Instantáneas Mexicanas que
ama la vida, que al terminar de escribir un libro sólo descansa 24 horas y
comienza a trabajar en otro. Que odia las entrevistas largas pues “uno no puede
ser ingenioso por más de veinte minutos seguidos” explica. Que fuma como
desesperado sus cigarros cubanos y que toma demasiadas Coca Colas. Que se enfurece
al hablar sobre los apátridas de la historia nacional. Ese hombre es Paco
Ignacio Taibo II, un hombre que vive la vida con un gozo enfurecido.
En
la reciente Feria del Libro Internacional que se celebra anualmente en
Guadalajara los libros del historiador fueron los que más se vendieron según
dio a conocer su casa editora Planeta. Taibo es y será un novelista, un
historiador, un biógrafo, un periodista, un cronista, pero, sobretodo, un
militante de la izquierda política mexicana “porque así debe de ser, es lo
honesto” indica el también organizador y director –por veinticinco años
seguidos- del Festival Internacional de Novela Negra que se celebra en Gijón,
España.
Franco,
sencillo y de trato amable Paco Ignacio explica que no tiene ningún ritual a la
hora de escribir, solo necesita sus cajetillas de cigarros cubanos y sus coca
colas. “Escribo todos los días a la hora que puedo, quiero o debo, no tengo
horarios ni obligaciones de hacerlo pero todos los días escribo un poco o un
mucho, a veces catorce horas seguidas a veces 10 minutos”, cuenta a Instantáneas
Mexicanas el biógrafo de El Che
Guevara, quien opina también sobre la otra biografía mexicana sobre el mismo
personaje que escribió el intelectual Jorge Castañeda, La vida en Rojo, “No me gustó, no me parece mala, pero no puedes
hacer una biografía cuando ya de entrada, sabes lo que vas a biografiar, si ya
tienes una idea preconcebida”.
Sobre
El Che, Paco Ignacio cuenta que al
hacer la investigación para biografiarlo, al acercarse a las fotografías que
existen sobre Ernesto Guevara percibió algo: El Che siempre aparecía en todas las fotos con su uniforme de
guerrillero, con sus botas calzadas pero con los últimos ojales de las botas
sin abrochar, las agujetas sueltas. “Esto me intrigo mucho y me di a la tarea
de investigar este hecho. A lo largo de mi investigación pude tratar con
personas que lo conocieron y lo trataron y poco a poco fui descubriendo el
misterio de sus botas sin abrochar: Ernesto estaba siempre ocupado, no tenía
tiempo para desperdiciarlo y abrocharse las botas era desperdiciar el tiempo.
Al igual que Castro, que no perdía tiempo en rasurase”. Enciende su segundo
cigarro
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Paco es un autor
prolífico, inicia su historia como novelista con la primera de las nueve
novelas que ha escrito en donde el personaje principal es el detective Héctor
Belascoarán Shayne: Días de combate,
de ahí le siguieron Cosa fácil, Algunas Nubes, No habrá final feliz, Regreso
a la misma ciudad y bajo la lluvia, Amorosos
fantasmas, Sueños de frontera, Desvanecidos difuntos y Adiós, Madrid. Pero Belascoarán es un
personaje atípico pues es cojo,
tuerto, comparte su oficina con otros personajes, es ingeniero, pero en la
primera novela era un ser normal. El escritor del género negro se ríe, con la
mirada agradece la lectura de sus novelas y explica: “El deterioro de mi
detective ha sido progresivo y tiene que ver con que andar en las historias que él
anda constituye un oficio en el que no existe la impunidad”.
Taibo es el escritor que no acaba nunca de llenarse, escribir es un
entremés que disfruta y lo tranquiliza, pero siempre quiere más. Para él la novela
negra es “un exorcismo, porque cuando lo peor lo cuentas ya no sucede”. Y
define que la literatura es un fenómeno social dónde interviene el escritor, el
lector, el editor. Paco Ignacio es un escritor militante que honra y canta a la
libertad de los pueblos y arde y se rebela contra los otros, los tiranos.
Sonriente,
de mezclilla de pies a cabeza explica que una buena novela dura
mas que un orgasmo, pero sobre todo las novelas “tienen la virtud de hacerte
ver el mundo con los ojos de otro; ofrece información en profundidad sobre una
sociedad, explora los paisajes humanos y contiene material estimulante para la
imaginación; es quizá el acto cultural más subversivo que hoy existe”.
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Ha escrito más
de 50 libros y la gran mayoría de sus obras han sido traducidas a una docena de
idiomas y han sido publicadas en 28 países. Ganador en tres ocasiones del
prestigioso premio internacional Dashiell Hammett, del codiciado premio
italiano Bancarella y ganador del premio Planeta Joaquin Mortiz, Paco Ignacio
Taibo II busca superarse constantemente. “Todos los días uno siente que
encontró la mejor manera de escribir lo que uno quiere, qué encontré la mejor
manera de contarlo, de contar lo que necesitaba decir tan bien como podía, lo
investigue tan bien como debía” y sentencia “Si no tienes una continúa
autocrítica presionándote estas muerto como escritor”.
En
sus libros hay una mezcla de géneros, la historia con la novela, la crónica con
el reportaje y la novela negra, el biógrafo de Francisco Villa nuevamente
sonríe y explica: “Lo hago a propósito, no me gustan los géneros puros. Me
gustan los géneros que voy creando: la novela de
acción-aventura-policiaca-negra-histórica. No creo la fidelidad al género, creo
en la fidelidad a la historia que uno va contando”.
Uno
de sus libros más leídos es el de Muertos
incómodos que escribió al limón con el guerrillero mexicano conocido como El Subcomandante Marcos. Es una novela
negra que disfrutó mucho comenta a Instantáneas Mexicanas el escritor y
narra: “Una vez llegó una carta a mi casa. Era del Sub en dónde me preguntaba: ‘¿Quieres escribir una novela a cuatro
manos? Sí dices que sí empezamos hoy’. Y dije que sí”.
La
carta llegó por medio de un propio que llego muy misterioso. “A partir de ahí
empecé con él la escritura de Muertos
incómodos. Nunca nos vimos en la elaboración del libro, todo era por medio
de correspondencia que me entregaban de manera misteriosa, muy subterránea,
pero manteníamos un carteo muy nutrido, cartas que me entregaban en mano”.
Todas las páginas que le eran enviadas iban firmadas por Marcos para que no las falsificaran. “Luego teníamos otra
correspondencia paralela en donde le decía o me decía: ‘no me avientes más
personajes secundarios mi buen’… ‘No estés chingándome con eso mano’… ‘Abusado
con el personaje que te envié en el capítulo 5 porque lo quiero usar para esto,
entonces, úsalo en el mismo sentido’… Guardó la correspondencia con el Subcomandante Marcos que algún día
publicaré”, cuenta Paco Ignacio mientras le da una onda bocanada a su cigarro.
“Yo
le tengo mucho cariño al Sub, un gran aprecio. Me parece que es un hombre
congruente con sus ideas y sus propuestas. Muchas veces no coincidimos pero no
importa, esta del lado bueno”, dice en un tono serio, muy formal el escritor
mientras se lame los bigotes de morsa buscando quizá, algo del sabor del trago
de la coca cola de lata que lo acompaña.
“A
Andrés Manuel López Obrador también lo quiero mucho, y al igual, muchas veces
no coincidimos pero no importa, esta del lado bueno. Y el lado bueno es estar
al servicio del pueblo. Y esa es la clave. ¿De que lado te pones? ¿Al servicio
de la oligarquía o al servicio del pueblo? Los que están del lado bueno, los
quiero a todos”. Sentencia Taibo II mientras ya se ha formado una larga fila en
donde estamos para tomarse una foto con el escritor, que les firme un cuaderno,
una servilleta, para darle la mano y saludarlo.
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Emilio Salgari
fue muy importante en la infancia del escritor “el gran calor que despedían sus
novelas, la pasión que había ahí me marco a los cinco, seis años”, recuerda.
Nace en Gijón, España en 1949. Y al encender su cuarto cigarro narra: “Fui un
niño enfermo, sin televisión con muchas horas de cama y mucho tiempo para leer,
lo que me daba un gran placer. También salía a jugar al parque por las tardes.
Y todas las enfermedades que padecen los niños yo las tuve todas. Escarlatina,
Sarampión, Viruela, Hepatitis, Paperas, Gripe en todas sus formas, todo”.
Para
platicar con Taibo II basta simplemente saludarlo, es un hombre que tiene
cierto aire a Joaquín Pardavé. Robusto, su rostro no marca el paso del tiempo.
Sus padres migran de España y lo traen a México a los nueve años de edad, él
mismo recrea ese episodio: “entonces fue muy sorprendente porque tarde treinta
días en llegar, entonces para mí fue como ir al fin del mundo y era otro mundo,
en efecto, otros colores, maneras de hablar, de comportarse, nombres, olores,
todo era diferente. Mi primer mango lo comí en La Habana. La primera toronja en
mi vida fue en Veracruz. No conocía mucha fruta y comida”.
Debe
ser difícil ser extranjero, sobretodo ser español y llegar a México. Un país en
el que se enseña a los niños que los españoles son malos, tiranos,
conquistadores y que la muerte de ellos en el período de la Independencia fue
la solución. Paco toma todo con humor y dice que “los mexicanos me trataron
bien, era el gachupín, había de todo, hay –en todos los países, supongo,
sucede- mexicanos culeros y mexicanos a toda madre, a mi me tocaron muchos a
toda madre y algunos culeros, que siempre los hay”.
Su
padre, Paco Ignacio Taibo I fue un gran periodista cultural, biógrafo de
grandes actrices y actores mexicanos, de pintores y poetas. Melómano consumado,
escribió grandes libros sobre la cocina mexicana. Tiene poco tiempo que murió.
Taibo II cuenta a Instantáneas Mexicanas sobre El Jefe, como cariñosamente se dirigen a él sus hijos: “Mi padre
era maravilloso. Continuamente hablo con él, lo veo, lo abrazo, discuto,
diálogo y me divierto con él. Tengo un inmenso anecdotario que me acompaña en
mi vida con él”. Fuma, mira a su alrededor y continúa: “El Jefe era excepcional. A veces me dicen ‘¿Y no te pesa en la espalda
ser hijo de escritor, nieto de periodista?’ y pues contesto que sí, que me
pesa, pero el lado bueno. Cuando terminé mi primera novela, tuve una reunión
nocturna con El Jefe, en esta reunión
él planteó: ‘¿Y ahora, cómo nos vamos a llamar?’, me preguntó. ‘Pues que se te
ocurre’, le dije. Entonces él dijo: ‘Paco Ignacio Taibo I y Paco Ignacio Taibo
II’. ‘¿Oye Jefe, y no suena muy monárquico?’ le pregunte. Y me responde ‘No,
no, es como los jugadores de haiailaque’, y al día siguiente él empezó a firmar
sus textos periodísticos como Paco Ignacio Taibo II cosa que me pareció de una
generosidad enorme para un chico de 19 años darle derecho de nombre”.
Varios
de sus libros tocan un episodio en la vida nacional: 2 de octubre de 1968. Mira
al entrevistador y sonoramente dice: “Soy memoria viva del 68, la herida no
cierra. Mi padre me protegía, quería y no quería que yo estuviera inmiscuido en
esos asuntos. Tanto así que me envía a España el 1 de octubre de 1968, me dijo:
‘Mis amigos me dicen que estás en la lista de Gobernación de la gente que van a
detener, y sabes, como eres extranjero te van a fumigar’. Me convenció, tomé un
avión a Madrid pero el día seis, cuando me entere que había sucedido regrese”.
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Es sabido que la
hospitalidad y generosidad de don Paco Ignacio Taibo I no tenía límites, los
tres últimos días de cada semana se hacían grandes comilonas en la casa de los
Taibo, a ella concurrían escritores, pintores, escultores, cantantes, actrices
y actores, poetas, empresarios, académicos y cineastas. El mismo Jefe cocinaba para sus invitados. Don
Paco era así, generoso. La fortuna que hizo en la vida se fue en comida los
fines de semana. Su hijo recuerda así a su viejo: “Cada semana había un
convivió en mi casa, comilonas que se hacían en la casa. La casa de mi familia
sigue siendo –ahora sin mi padre- un lugar dónde se come con 10 o doce personas
invitadas, conservamos esa tradición, lo hacemos casi a diario, y la comida es
algo muy divertido, lúdico, porque primero se come muy bien y luego el debate
era y es maravilloso. Ahí conocí a gente muy talentosa, apasionante, ahí conocí
a Buñuel, León Felipe, a Carlos Barral, Carballido, uy, la lista es tremenda”.
Taibo
II es un obsesivo. Lo fue con la biografía sobre Pancho Villa “es una obsesión
que me sigue acompañando, todavía tengo que trabajar una vez más sobre Pancho
Villa, será una ampliación de mi investigación biográfica sobre él”, explica. Pancho Villa toma Zacatecas es una obra
magistral en donde convergen los talentos de Taibo II y el dibujante Eko.
“Trabajar con él fue maravilloso, me cambio la manera de entender el comic, Eko
es un genio. Tiene una capacidad narrativa notable, es más, estamos trabajando
de nuevo. En un comic, que se va a llamar El
muro y el machete”.
Pancho
Villa toma Zacatecas no solamente narra una de las batallas más
sangrientas de la Revolución Mexicana, en la que federales y villistas se
tiraron con saña, sino que explora los mitos y rumores en torno a la figura de
Pancho Villa y su magnética personalidad. “No recuerdo cómo empezó esto, me
parece que los hermanos Pinzón me
propusieron que hiciera una novela gráfica y yo dije: ¡Ni madres, no quiero
hacer cómic! Y me dijeron ellos: Sí, hazlo con quien quieras. Entonces pensé en
Eko, a quien había seguido en su etapa de dibujante de cartones para el New York Times y luego en su etapa
erótica, pero le había perdido la huella. Yo siempre pensé que Eko era uno de
los mejores dibujantes que hay en el país”.
La
estética de Pancho Villa toma Zacatecas es singular, los
grabados de Eko son oscuros y caóticos, y dotan a la obra de una sensación
violenta, desesperada. Sus ilustraciones no respetan viñetas ni formatos, lo
que da la novela un carácter complejo y profundo, donde a veces los diálogos
son primordiales y, en otras, apenas son tres palabras del escritor las que se
cuelan en las ilustraciones de Eko.
Sus
críticos lo toman como un escritor militante, a Paco no le molesta el tema y
responde a bote pronto: “No es pecado serlo. ¿Cuál es la bronca?” y pronto
añade: “Ser militante no me margina y sabes, estaría bien que me quemaran mis
críticos, en foto, así vendería aún más. La verdad no me interesa la opinión de
quien dice eso, yo ya encontré mi lugar con mis lectores, ya no me pueden
bloquear. Te bloquean cuando eres poco conocido, te ningunean, y eso a mi me
vale madres a estas alturas. No me interesan las mafias culturales ni estar
dentro de ellas ni ser agregado cultural en ninguna embajada”.
La
entrevista esta por terminar, la cajetilla de cigarros también. Paco Ignacio
tiene un brillo en su mirada, jugador y retador, malicioso, suelta: “La gloria
es algo cotidiano, no es una cantina cuyo portero es Octavio Paz. Cuando tus
lectores te llaman por tu nombre es un lazo inquebrantable, me pasa en México,
en Atenas, en Berlín. Eso es la gloria”.
“Sabes,
lo que me hace enojar mucho es el pinche gobierno y las entrevistas largas, las
cortas son a toda madre, nadie puede ser ingenioso por más de veinte minutos,
luego de eso ya valiste madre. Una entrevista es una lucha de esgrima y está ya
duro más del doble de lo requerido”, concluye.
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