INI INI
Entrevista con
el periodista José Reveles
José Reveles, periodista de tiempo completo.
Abraham G.
Martínez
Es realmente increíble la memoria del periodista José Reveles, un solo dato basta para que su cerebro, como si fuese un enorme
archivo, procese la información y extraiga la ficha de la persona, datos,
fechas, antecedentes, todo.
Es jovial, muy jovial. Tiene más de cuatro décadas
en el oficio. Se ha especializado en los temas
de derechos humanos, movimientos sociales, represión y seguridad nacional. Cada uno de
estos temas los aborda como las abuelas bordan un tejido, con paciencia, con
color, con cariño. Graduado de la Escuela de periodismo Carlos Septién García
con una tesis sobre poesía latinoamericana moderna. Estudiaba y
trabajaba como reportero en la redacción de La Prensa y lo hacía con “muchas tazas de café y cuartitos de bencedrina para no dormir.”
Se
define como reportero “nunca he dejado de serlo ni tampoco he dejado de ir en busca de la información, de
corroborarla, de cruzar datos”. Se levanta muy temprano y comienza su día como
reportero leyendo los diarios del día: “Yo nunca leo columnas periodísticas. En
los periódicos sólo leo información”. Reveles expresa lo anterior porque
escudriña e infiere que la mayor parte de las columnas están manoseadas por
intereses políticos, económicos y sociales y, por tanto, se trata de una mirada
(respetable, incluso) sobre la realidad, pero al mismo tiempo, distorsionada.
Reveles ha dedicado su tiempo y experiencia al periodismo de
investigación. Reportajes polémicos que han denunciado actos de corrupción
entre políticos y empresarios; también de impunidad, abuso de autoridad, ha investigado el tema del narcotráfico. Y
todo eso se ha convertido en libros necesarios para entender la realidad
mexicana. Así escribió Una cárcel mexicana en Buenos Aires; Una PANdemia devasta México; y Las historias más negras;
La Quina, el lado oscuro del poder (en coautoría con el
periodista Salvador Corro); El cartel incómodo. El fin de los Beltrán Leyva y la hegemonía del Chapo Guzmán; Las manos sucias del PAN;
Las historias más negras de narco, impunidad y corrupción en México y el
libro de entrevistas Villa, Sofía Loren y los Sandinistas.
Inicios
¿Cómo es que se decide a ser periodista?
Pocas cosas he
decidido en mi vida. Al haber estado con pocos documentos oficiales –venía de
estudiar de Guadalajara- alguien me aconsejo ir a la escuela de periodismo
Carlos Septién, entre con media beca porque andaba muy pobretón y ahí me fue
muy bien. Al final del mismo año que ingresó a la Septién ya estaba trabajando
como periodista. Era 1964. Soy fundador del
Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos), junto con Pepe
Alvárez Icaza, que ya murió y Alejandro Avilés, que me llevo ahí. Trabajaba en la agenda clerical progresista, fuimos pioneros de las síntesis informativas que hoy en día son
insustituibles en las oficinas de comunicación social. Empecé a
trabajar en la prensa desde el otro lado de la barrera, dando información a los
periódicos. Me toca, por ejemplo, un tema muy cerrado en esa época que era el
tema eclesiástico pero me toca la transición de apertura de la Iglesia a los medios,
lo que se llamó aggiornamento de la
Iglesia y que fue una decisión del Papa Juan XXII que es es la adaptación o la nueva presentación de los principios católicos al
mundo actual y moderno, siendo por eso un objetivo fundamental del Concilio
Vaticano II.
Empecé
a trabajar oficialmente en Cencos pero muy pronto me incorporó a los periódicos
desde 1967.
¿Cómo ingresa en el diario Excélsior?
Yo solito
llegue. Resulta que estaba trabajando en Novedades,
por invitación de mi amigo Ernesto Ochoa Céspedes. Ahí trabajé dos años. Te doy
un antecedente: mucho antes hacia síntesis noticiosa, fui pionero de la
síntesis informativa. Analizábamos los principales periódicos de esta ciudad y
los ordenábamos en trece temas, más internacional, nacional y metropolitano,
así que cuando alguien leía nuestro informe, en una lectura de 20 minutos
estaba informado de todo. A las cinco de la madrugada leía los diarios y hacia
esa chamba, entonces por obligación era una persona informada. El problema con
el periodismo mexicano es que los periodistas no leen pero tampoco los
estudiantes de periodismo ni los maestros que dan clases a esos estudiantes. Es
un problema. Hay que leer, escuchar y aprender. Sostengo que la libertad
consiste entre escoger entre varias opciones, si no tienes opciones porque no
lees, no puedes escoger, no eres libre. O tu libertad se limita porque no
tienes conocimientos.
Estuve
en Novedades, periódico bastante
gris, aunque me sirvió en mucho en el sentido de que confirme en la práctica
que cualquiera si se empeña en hacer periodismo lo puede hacer en un periódico
malísimo como era Novedades. Ahí
publiqué el primer caso del primer desaparecido político en este país, el de
Epifanio Avilés Rojas, mayo 18 de 1969. Hacer periodismo –quítale lo de buen-
hacer periodismo si se puede en cualquier lugar. Carlos Borbolla en Excélsior y
yo en Novedades hablamos sobre el
tema. Pasa el tiempo, y el diario me envía a la toma de posesión del presidente
de Colombia, Misael Pastrana Borrero, padre de Andrés Pastrana que fue
presidente también. Hablamos de agosto de 1970. Ahí conozco a la oposición,
conocí un Congreso cerrado con alambres de púas, vi al Ejército resguardando al
recinto, conozco a los obispos adentro del Congreso, lo cual me impresionó
porque en esa época en México no existía eso, y era tal la desesperación de la
oposición por un fraude electoral que deciden en esa reunión –yo estaba ahí
porque me fui con la oposición pues a chupar, a deplorar la derrota y la
negativa de ir al Congreso a convalidar al impuesto- y ahí veo nacer el M19.
Estaban tan desesperados en casa de Eugenia Rojas –y me imaginó, no lo puedo
determinar- seguramente estaban Iván Marino Espina, baterman, Navarro Wolf,
estaban los que iban a ser guerrilleros después y yo escuchaba “se acabaron las
vías pacíficas, se cerró la posibilidad democrática, el camino de las urnas no
sirven, nos vamos a las armas”, ya existían las FARC, pero yo vi nacer el M19.
Pues entonces envíe mis notas al diario que era de los periódicos reaccionarios
en México y sobre todo el encargado de la sección de internacionales, era,
digamos, un yunque o un derechista de la época y pues publicaba las notas en
tercera página, chiquititas, reducidas a nada, incluso el anunció de que los
opositores iban a la guerrilla se perdió. A la semana lo que escribí sale a ocho
columnas en Excélsior pero por AP
(Associated Press). Vi que no tenía nada que hacer en Novedades, llegue de Colombia, pedí mis vacaciones y me fui a Excélsior a pedirle trabajo a Julio
Scherer y lo convencí el 25 de agosto de 1970. Al día siguiente empecé a
publicar en Excélsior.
¿Se divierte siendo periodista?
Me encanta. Sí
me dieran a escoger de nuevo profesión sería la misma. Tal vez después de ver
tantos casos de injusticia me gustaría haber estudiado leyes.
Cómo Miguel Ángel Granados Chapa…
Eso fue lo que
hizo Granados Chapa, periodista y abogado. A veces te sientes frustrado de no
poder ayudar a las personas más que con los medios y no poder ayudar metiendo
mano en los expedientes y modificándolos.
Excélsior y Julio Scherer
¿Existe en la práctica el periodismo objetivo?
No. No tiene
porque ser objetivo. Tiene que ser documentado, racional, estar perfectamente
checado, cruzar los datos, las informaciones. No se puede hacer periodismo
objetivo porque hasta perdería “sabrosura”. Yo no creo en la objetividad al
cien por ciento. Porque la objetividad depende del cristal de dónde la miras.
La misma autoridad acepta que las decisiones de los jueces son decisiones
unipersonales subjetivas porque interpretan a la ley, con el periodismo pasa
igual. Tú interpretas la verdad pero por supuesto por respeto a tus lectores, a
tu medio y a ti mismo, debes aportar los elementos para que la gente forme su
criterio por sí misma. Entre más datos checados, informaciones irrefutables,
datos duros ofrezcas más credibilidad tienes.
¿Cómo fue trabajar con Julio Scherer?
Toda una
escuela. Hay que reconocerlo. Julio como periodista tiene un olfato
maravilloso, una capacidad de ver más allá de lo que vemos los periodistas. En
que sentido, si él decía, hay que describir el caos de la industria azucarera o
de la caña de azúcar, nos mandó a ocho reporteros de Excélsior a recorrer el
país. Ocho. Nombres: Manuel Mejido, Enrique Loubet, Jaime Ruiz –que murió en
ese viaje-, Manuel Arvizú, Pepe Carballo, tu servidor, se me van un par de
nombres, bueno, éramos ocho reporteros buenos haciendo un solo reportaje, eso
no se hace en ningún lado. Scherer tuvo la visión de mandarme a Irán, a ningún
periodista mexicano se le ocurrió, fui el único en el momento de la toma de
poder de los ayatolas. ¿Cómo se le ocurrió a Scherer? Pues el ligo
perfectamente que la estancia del Shá en México implicaba de que teníamos una
relación de coodependencia con Irán y el petróleo y Estados Unidos, etc, bueno,
tuvo la visión y me envió. También tuvo la visión del encierro del ex
presidente Campora y su hijo, el doctor Pedro y de Juan Manuel Abal Medina en
la embajada de México en Buenos Aires y que no lo soltaba la dictadura,
mientras que nosotros liberábamos matones de la dictadura en México con Jesús Reyes
Heroles, secretario de Gobernación y era la contradicción de que nuestra
embajada fuese una cárcel, entonces me envió y fui cuatro o cinco veces a
Argentina y salió un libro, además de los reportajes. Esas visiones no las
tiene otro periodista, no se le ocurren a nadie porque no están atentos a lo
que le pasa al país fuera de sus fronteras.
Guillermo Ochoa cuenta que Julio era una especie de
fábrica de ideas…
Sí, lo era. Yo
le aprendí eso. Los lunes, cuando nos reuníamos, sobretodo los últimos meses, los
únicos que llevábamos apuntes en tarjetitas sobre reportajes que hacer era
Julio y yo. El resto que estaba en el Consejo de Redacción les valía. Fui jefe
de información en Proceso hasta que
me fui.
¿Fue cooperativista de Excélsior?
Sí, llegue a serlo.
A varias décadas, ¿cómo describe el llamado “golpe a
Excélsior”?
Fue un embate
del poder. Al poder le era incómodo Excélsior
y le era incómodo Julio Scherer. Entonces decidió que los iba a tumbar y
organizó una revuelta interna. Pagó a los propios cooperativistas, la gente de
base, de los talleres, más “manipulable” y los envenenó con esta temática de
decirles que los reporteros y editorialistas eran los “intelectuales” y que
“ganaban mucho dinero mientras mírate tu como vives, ellos viajan por todo el
mundo y tu estás aquí de jodido, dizque somos iguales todos los
cooperativistas”, con ese discurso que se manifestó físicamente el día de la
Asamblea, cuando dijeron “somos los sombrerudos”, iban con sombreros de palma y
palos pero como diciendo “somos los jodidos y ustedes los privilegiados”, con
ese discurso nos sacó Luis Echeverría del periódico, más la invasión de los
terrenos de paseos de Taxqueña que eran los usos y costumbres de antes en donde
los gobiernos y los periódicos de pronto tenían arreglos, no corruptos pero
digamos, dadivosos. Fue una permuta que tenía Excélsior en Veracruz contra terrenos de la ciudad, entonces mando
a invadirlos con un líder totalmente bajo sus órdenes que era Humberto Serrano,
del Consejo Agrarista Mexicano y eso genera un conflicto interno.
¿No habría que entender lo de Excélsior más como un asunto personal entre Luis Echeverría y Julio
Scherer?
Son las dos
cosas. Es lo personal que no se puede evitar. No hay que negar que Julio
Scherer ha tenido mucha cercanía con el poder, no nada más con Echeverría, hay
una especie de trato esquizofrénico o bipolar entre Scherer y el poder. No digo
algo que no se sepa. Él mismo cuenta como Díaz Ordaz le regala camisas de seda
grabadas con su nombre, él mismo cuenta como Echeverría le regala pinturas de
Siqueiros y como va a cenar a su casa donde el Estado Mayor se apodera de su
casa. Con López Portillo que era su primo tenía una relación mala y buena al
mismo tiempo. Con De la Madrid hubo un trato similar, que bueno, la grisura de
Miguel de la Madrid no permitió que hubiera más. Con Salinas vuelve el
acercamiento y la distancia, ida y vuelta, ida y vuelta, ida y vuelta. En este
país se manejan un sistema de premios y castigos, te trato bien, trátame bien.
Me tratas mal, te trato mal. Entonces es difícil ser periodista crítico a
ultranza y al mismo tiempo mantener una relación con el poder. No se puede. No
se puede vivir de la publicidad gubernamental y al mismo tiempo pegarle al
gobierno. Ahí hay una dicotomía muy fuerte. Los periodistas debemos apostarle a
los lectores, como en algún tiempo lo hizo Proceso.
A tu tiraje, o tu publicidad alternativa te permita vivir sin el subsidio
gubernamental.
Cuando
nos dan el golpe el 8 de julio del 76, un periodista de Excélsior, justamente el que hizo la nota que enojó a López
Portillo (el no pago para que me peguen), José Loubet, él en realidad venía de
empresas financieras y bancos y era reportero de económicas en Excélsior, él decía, porque en esa época
había inaugurado las baguettes, él era el concesionario de esa franquicia, él
nos sugiere a los de Proceso porque
no invertíamos comprando acciones de su empresa. Y haciendo pan subvencionar a
la revista no importa que no ganara un quinto o
siempre estuviera perdiendo. El decía que esta era la verdadera
independencia. Entonces, como fue una discusión con copas y todo, llegamos a la
conclusión de que, sí te quiere joder el gobierno, te jode, con Hacienda o con
otro instrumento. No hay escape. Solo enfocarse en los lectores.
Tengo la impresión de que después del 8 de julio de
1976, Echeverría se fue achicando y entonces comenzó la leyenda o mito de Julio
Scherer, se hizo grande.
Todavía dio sus
últimos estertores Echeverría en noviembre.
¿Por qué se solidarizó con el periodista Julio
Scherer aquella tarde del 8 de julio de 1976?
Porque no me iba
a quedar en Excélsior. Había
participado muy activamente en la defensa de la institución de la Cooperativa
bajo el ojo de Scherer. Regino Díaz Redondo se quiso confrontar conmigo. Yo
estaba comprometido. No es que ese día yo haya decidido nada, sino que estaba
muy comprometido y buscaba que no pasará lo que pasó. Era muy amigo de Miguel
Ángel Granados Chapa, entonces lo que él dijera estaba correcto. Con Samuel del
Villar y yo hicimos los reportajes de
Paseos de Taxqueña, fui activista, como reportero estaba de un lado.
¿Usted conoció a Manuel Buendía? ¿Lo trató?
Sí, lo conocí.
No era su amigo, no estaba dentro de su círculo. Soy amigo de sus amigos:
Miguel Ángel Granados Chapa, Iván Restrepo, etc., se reunían ellos. Yo nunca
participe de esas reuniones, yo era reportero y esas reuniones eran de
columnistas, analistas, y entonces no me acerque a ellos. No voy a este tipo de
reuniones. A veces me jalan ellos, asistir a esas tertulias son muy ricas y
todo pero a veces no te dejan trabajar. No menosprecio el asunto simplemente no
participo.
Manuel fue un
excelente periodista, fundador de un tipo de periodismo, más investigativo, más
documentado. También fue un periodista cercano al poder. Jefe de Granados
Chapa, Miguel Ángel Rivera y Rafael Rodríguez Castañeda, eran los ayudantes de
Buendía. Buendía y Granados Chapa corrieron juntos la aventura de querer fundar
la Democracia Cristiana en México y al mismo tiempo tenían el contacto con
guerrilleros, fue una etapa muy interesante entre católica y revolución.
Buendía evolucionó pero tuvo la doble faceta de ser empleado de relaciones
públicas o comunicación y de ser periodista. Entonces cuando dejaba de ser
funcionario era periodista crítico. Vuelvo a lo mismo, no puedes estar en los
dos lados. Él fue Jefe de prensa de con Alfonso Martínez Domínguez en el
Gobierno del Distrito Federal el 10 de junio de 1971. Eso es histórico. Él tuvo
que avalar la versión oficial de que “el halconazo” fue un enfrentamiento entre
estudiantes.
¿Y de José Pagés Llergo?
A Pagés Llergo
no lo trate mucho. Me parece un periodista que hizo mucho por el oficio aunque
sus inicios era muy nazi. Él estaba orgulloso de haber ido a entrevistar a
Adolfo Hitler. Todos tenemos nuestro pasado.
¿Jacobo Zabludowsky?
No creo que
Jacobo haya cambiado. Él salió mal de Televisa y ahora quiere presentarse como
un periodista progresista y de izquierda, me parece que a destiempo.
¿Manuel Becerra Acosta?
Un gran
periodista. Lamentablemente muy personalista en la forma de conducir las cosas
y cercano al poder.
Proceso y el éxodo
¿Es solitario el trabajo de periodista?
No. Es lo menos solitario
que puede haber. Es solitario en la medida en la que tu eres quien construye tu
red de complicidades –digo yo- tu red de información, de denunciantes, tu red
solidaria porque esa misma red implica que eres amigo de los periodistas. Puedo
presumir de ir a cualquier lugar de la República y conocer y ser conocido de
muchas personas de tal manera que los problemas locales que no trascienden en
los medios nacionales porque somos un país centralista en ese sentido pues los
abordo en mi columna. Cuando tu vas a un estado –a la provincia como dicen-
pues necesitas conocer el fondo de las cosas y a personas que lo sepan. El
periodista no puede dominar todo el conocimiento aunque de alguna manera los
periodistas estamos obligados a ser todólogos. El buen periodista acude a los
que sí saben sobre un conflicto, les da su lugar, su crédito. Cómo lo hacía
Manuel Buendía. Yo trabajo con redes de información que se han ido generando a
través de más de cuarenta años de trabajo intenso. Ahora mismo, antes de la entrevista,
me comuniqué con un periodista danés al cuál lo conocí a través de cartas en
1968 y desde entonces estamos en contacto. También con una periodista que
regresa de Alemania y que estamos buscando ayuda para un reportero de Michoacán
que requiere apoyo porque lo tuvieron más de tres años en una cárcel de alta
seguridad falsamente acusado de delincuencia organizada y ahora no tiene ni
chamba ni quien lo quiera recibir, es Jesús Lemus Barajas. Estigmatizado, sin
chamba, perdió todo, tiene familia que mantener. Lo quisimos canalizar a
Alemania, pero gente con la que colaboramos allá decidieron llevarse al
corresponsal de Proceso Francisco Castellanos, que también es un caso muy
fuerte y ha sido levantado dos veces, entonces estamos hablando de periodistas
en zona de guerra.
¿Qué tan importante en su vida profesional es la
revista Proceso?
Es sumamente
importante, es la etapa de madurez en el sentido en el que yo empiezo a tener
responsabilidades como Jefe de información de la revista y de la Agencia Cisa,
hoy Apro. Tenía bajo mi responsabilidad a los jóvenes reporteros y yo aprendo a
ser jefe y me aviento ahí casi nueve años.
¿Qué le deja Proceso
y por qué se va?
Enseñanzas,
buenas y malas. Aprendí que la fidelidad a la gente hace un medio. Es necesario
mantener una línea política editorial que a veces no se mantiene. Eran mis
discusiones con Scherer. Él me hablaba mucho del tiraje, en esa época todavía
existía Impacto, la revista y Julio
me decía “No, mire José, Impacto tiró 200 mil ejemplares”, “Nosotros también
don Julio, entonces somos igual que Impacto”
le respondía. Lo que quiero decir es que a mi me preocupaba que no hubiera una
línea editorial definida, que no supiéramos a dónde vamos y que no queremos,
para mí eso es fundamental en un medio. Al final salí de Proceso, sin peleas, no estoy peleado, la semana pasada estuve ahí.
Simplemente me retiré porque no había condiciones para que yo trabajara ahí.
¿Qué se queda de Julio Scherer después de trabajar
en Excélsior y Proceso con él?
Con lo bueno. Fueron
quince años de trabajar a su lado. Me quedo con su capacidad periodística, su
infinita curiosidad, con su tenacidad de periodista que le saca agua a las
piedras, me quedo con eso. No me quedo con otras lecciones de coyunturas que no
me gusta. El periodismo no es de coyuntura. Es de condición, de trabajo largo,
creador, político. Era otra discusión que tenía con Julio. Él me decía “es que
no somos políticos”, “claro que somos políticos” contestaba. No estamos
afiliados a ningún partido pero tenemos una vocación, una idea, una proclividad
hacia ciertos temas.
De
pronto, Proceso mismo ha cometido
errores, se ha ido con algunas fintas y ha tenido que recular. Eso es normal.
Yo no juzgó a Proceso, es la revista
más importante de este país y se lo ha ganado a pulso.
Cuando
salgo de Proceso inicio un camino propio. Estaba en la agencia de noticias
italiana, Agenza Nazionale Stampa Associata (Ansa), estuve seis años ahí.
Comencé a escribir mis libros, antes en Proceso
había escrito el de Una cárcel mexicana
en Buenos Aires, escribí junto con Salvador Corro el libro de La Quina,
el lado oscuro del poder. Luego Fernando Benítez me invita a ese proyecto
que nunca vio luz que fue El
Independiente. Y bueno, estuve once meses ahí y pues renuncié porque ya se
veían las pugnas por el poder y dije no. Me retiré por escrito, fuimos a la
casa de Benítez Rodolfo Guzmán, Juan Antonio Zúñiga y yo. Don Fernando no
quería aceptar nuestra renuncia y hasta lloró, yo me fui y ellos dos se
quedaron dos años más. El Independiente
lo presumíamos como el mejor periódico de América Latina y fue el mejor
periódico jamás impreso que se dio a conocer de boca en boca. Vicente Rojo
solamente hizo el doming y no más.
Nunca
vio la luz, hubo un momento en el que estábamos discutiendo el proyecto, una
descripción de lo que iba a ser el periódico. Yo pienso, llego a esta
conclusión: El empresario que patrocinó esto fue Javier Moreno Valle, él fue a
ver al presidente Salinas, pidió audiencia. De nuevo, los usos y costumbres del
poder y los medios. “Señor, vamos a salir con esto, es un periódico, será el
mejor de América Latina, etc.”. Carlos Salinas lo escuchaba, luego, en esa
forma sibilina, astuta, mañosa, manipuladora le dijo “¿Por qué mejor no haces
una revista Javier? Periódicos hay muchos. Mejor haz una revista, con la gente
de primera que tienes serían los mejores de México”. “no don Carlos, yo ya
tengo mi proyecto y quiero que sea un periódico, yo creo que es lo que hace
falta” decía Moreno Valle. “Bueno, haz lo que quieras, yo ya te di mi opinión”
concluyó Salinas, con lo cual le dio el “no”. Caso contrario fue el de Abraham
Zabludowsky, Rafael Cardona y su revista Época.
Salinas le dio su bendición, toda la publicidad y toda la lana. Época no representaba una opción
crítica, ni opositora para el régimen y sobre todo era una revista.
En
El Independiente teníamos juntitis, que bárbaro, nos reuníamos dos
veces por semana y de repente salían esas cosas. U otras, por ejemplo, Miguel
Bonasso comentaba “oye, el pinche Riva Palacio anda diciendo que éste es el
periódico de los tres Carlos (Hank, Slim, Salinas)”, en ese entonces Raymundo
era director de Notimex, y era salinista (no creo que lo haya dejado de ser).
“Pinche gordo” decíamos. Al final Moreno Valle le dio la razón. Otro diario que
estaba supeditado al poder. Granados Chapa llego a publicar que Moreno Valle
negoció con Carlos Salinas con el argumento de que había invertido mucho dinero
(15 millones de dólares de la época) le dice a Salinas que necesitaba recuperar
su lana pues él ya le había dicho que no
le daba permiso de salir con el periódico. Pues Moreno Valle obtiene la
concesión del canal 40. Esa es mi deducción.
Detrás de la Noticia, El Financiero y lo que
viene
¿Cómo llegas al El
Financiero?
Llego solito.
Hice una revista Filo Rojo, la frontera
entre lo político y lo policiaco, que va del 91 al 93 y era una revista muy
bonita, bien hecha sobre temas de seguridad, y puedo decirte que nos
adelantamos 20 años, pues los temas que abordan ahora los medios (violencia,
narcotráfico, delincuencia), nosotros los tratábamos ya. Llegue en el 93 al El Financiero. Duré 16, 17 años en El Financiero. Recuerdo haber ido a
Washington, como testigo de calidad de Eduardo Valle El Búho. He hice muchos reportajes. Entre en una gran época a El Financiero, en reportajes especiales.
Éramos ocho los reporteros. Todos de buen nivel, nos coordinaba Ignacio
Rodríguez Reyna. Pero poco a poco se fue yendo la gente. Dejo de estar Miguel
Badillo, Héctor A. González, Carlos Ramírez –que no era reportero sino
columnista). Los trabajos de reportaje los publicábamos los fines de semana,
sábados y domingos. De todo, con el tema Colosio, el Cardenal Posadas, el
narcotráfico, el EZLN, el petróleo, los sindicatos, uy, muchos temas canijos. Al
final el diario decidió ya no salir con reportajes los fines de semana, decía
que salía caro, que era mucho papel y no se vendía mucho y en vez de conseguir
más publicidad, decidieron cerrar esas ediciones.
¿Cuál es su opinión sobre Rogelio Cárdenas?
Lastima que
murió tempranamente. Yo soy diez años mayor que él. Tenía muy buenas ideas de
cómo hacer periodismo. Entendió que la apuesta era a la circulación, a la
penetración de sus lectores, que ese sea el eje económico principal.
¿Y de Alejandro Ramos?
Un periodista
muy eficiente. Yo creo que en este momento no esta mucho en… no es que se haya
cansado, es que no puedes estar toda la vida luchando en condiciones adversas,
te cambias de equipo, te vas a otro lado. Yo sí me he cambiado y casi siempre
lo hago porque llenas un espacio, terminaste y mejor te vas a otro y lo
intentas de otra forma. Yo estoy muy agradecido a El Financiero me trataron muy bien. Excepto mi espacio de columna,
ellos decidieron que había demasiadas columnas.
¿Ricardo Rocha?
Tuvo su momento
estelar, que fue cuando yo trabaje con él. Ricardo era director de noticias de
la W y al mismo tiempo tenía su programa Detrás de la Noticia. Durante esa
época él hizo muchas cosas en la que participé: los reportajes de Aguas
Blancas, lo de Acteal, que recuerdo que Blanche Petrich trabajaba conmigo en radio
y con Ricardo, en un programa en la W que se llamaba La hora de la verdad.
Blanche se fue a ver a los desplazados en Chiapas, estábamos haciendo un
programa sobre los desplazados en Chiapas. Entonces manda su material y lo veo
con Ricardo y le sugiero que vayamos allá. Entonces Ricardo se va con Rodolfo
Guzmán a Chiapas con Blanche. Hicimos lo de Digna Ochoa, Ricardo me pedía que
le hiciera reportajes y un resumen sobre el caso de Digna que él presentaba, le
conseguía los invitados, me entrevistaba. En fin, Ricardo es un buen
periodista, respetuoso con nuestro trabajo. Nunca hubo censura estando en
Televisa, incluso Blanche se despide de las funciones en su trabajo, le
agradece a Ricardo y le dice “Te agradezco haber participado en ésta primavera
en la televisión privada”. Además de que Televisa entendió que dar información
dura al público, también es negocio. Hasta que sucedió lo que tenía que pasar.
Le cerraron la cabina a Ricardo con candado, no pudo entrar a hacer su
noticiario exactamente el día que mataron a Paco Stanley. Y ya no pudo entrar.
Lo echaron de mala manera. Y a todo su equipo también. Trabaje un rato más con
él en su empresa. Volvemos a lo dicho, Ricardo toma decisiones muy personales y
aunque dice que es equipo las toma él. Entonces eso no ayuda mucho en el
trabajo.
¿Quién lo invita al canal por internet del Gobierno
de Distrito Federal Capital 21?
Es una televisión que está empezando. Llevo cinco años en internet. Aprovecho el espacio. Digo lo que he dicho en todos lados. Cuando estuve con Ricardo Rocha hice lo mismo con respecto al militarismo, con respecto al asesinato de Digna Ochoa, con lo de Colosio, con lo de Ruiz Massieu, con lo del Mocha orejas (nosotros lo descubrimos, fue un trabajo nuestro), Es el mismo trabajo que he hecho durante toda mi vida solo que en otro medio. Esperemos que Capital 21 sea un foro respetable, plural, donde estemos todos y abierto. Es un medio donde me han dado oportunidad para decir lo que pienso y lo digo, sin importar si es sobre el Gobierno del Distrito Federal.
Es una televisión que está empezando. Llevo cinco años en internet. Aprovecho el espacio. Digo lo que he dicho en todos lados. Cuando estuve con Ricardo Rocha hice lo mismo con respecto al militarismo, con respecto al asesinato de Digna Ochoa, con lo de Colosio, con lo de Ruiz Massieu, con lo del Mocha orejas (nosotros lo descubrimos, fue un trabajo nuestro), Es el mismo trabajo que he hecho durante toda mi vida solo que en otro medio. Esperemos que Capital 21 sea un foro respetable, plural, donde estemos todos y abierto. Es un medio donde me han dado oportunidad para decir lo que pienso y lo digo, sin importar si es sobre el Gobierno del Distrito Federal.
¿Qué le falta por hacer?
Mucho, está es
una tarea interminable. Me gustaría ver luz al final del túnel, de todo esto
que está pasando en el país.
FIN FIN
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